Decano de la Facultad de Ciencias Sociales participa en diálogo sobre centralización en La Silla Vacía
Durante los últimos años, a nivel político, administrativo y financiero, el país ha vivido una fuerte concentración del poder en las grandes capitales, entre ellas Bogotá. Pero, ¿qué tan centralizados somos? ¿Es realmente una mala práctica? La Silla Vacía, en su sección de Charlas en la Silla, conversó con Julián López Murcia, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de Utadeo, acerca de este tema, así como de un posible escenario en el que país sale del centralismo.
Para Murcia, después de 1991, el país vivió un proceso de descentralización incluso más ambicioso que el experimentado por algunos países federales, a tal punto que casi la mitad de los recursos públicos se transferían a las regiones y los municipios. Sin embargo, la crisis económica de 1999 agudizó la recentralización, a tal punto que en el 2001 los alcaldes aceptaron una fórmula de crecimiento de las transferencias que permitía que el gobierno central obtuviera cada vez mayores excedentes.
Desde entonces el Gobierno nacional no ha devuelto parte de esos recursos a los entes locales. Por ejemplo, en el 2006, en pleno boom económico, se promovió otra reforma recentralizadora en la que el Gobierno nacional se encargaba de apoyar determinados proyectos en los municipios, previo control y monitoreo de recursos desde Bogotá que podían generar la certificación o descertificación de un municipio, de acuerdo a los requisitos formales y las burocracias de la capital del país, en lo que supone una acentuación de la recentralización administrativa.
Algo similar, pero un poco más sofisticado, ocurrió en el 2011, dice López, pues se habló de redistribución de los recursos de las zonas productoras a las no productoras. Sin embargo, se seguían dando instrucciones, desde la administración central, de cómo debían gastarse los recursos locales, y más aún, se daba el veto informal a aquellos proyectos en los territorios que no eran acordes con la administración nacional.
Por otro lado, el decano afirmó que existe un imaginario en torno a la recentralización como una solución para combatir la corrupción que se da en las regiones, o bien, se pretende mostrar el argumento de que las regiones no saben administrar de manera adecuada sus recursos. Sin embargo, lo que se ha demostrado, hasta el momento, es que con estos instrumentos también se generan nuevas formas de corrupción, entre ellas las redes de intermediación para obtener recursos que, en muchas ocasiones, se relacionan con el Congreso de la República. De igual forma, se pierde el espacio para que, desde lo local, los funcionarios aprendan a gobernar.
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