Orgullo Tadeísta: Ana María Hernández, una internacionalista con alma de bióloga marina

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Orgullo Tadeísta: Ana María Hernández, una internacionalista con alma de bióloga marina

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Orgullo Tadeísta: Ana María Hernández, una internacionalista con alma de bióloga marina
Jueves, Mayo 23, 2019
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Esta tadeísta ha logrado juntar sus dos grandes pasiones, a tal punto que hoy es considerada una de las máximas autoridades mundiales en términos de negociación internacional de la biodiversidad. Recientemente fue elegida como presidenta de la IPBES, la plataforma intergubernamental sobre el estado de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos.
Por: Emanuel Enciso Camacho - Fotografías: Simón Sánchez / Oficina de Comunicación

Si alguien es una autoridad en materia de negociación internacional en torno a la biodiversidad, esa es la tadeísta Ana María Hernández. Con 22 años de experiencia en ese ámbito, esta egresada del programa de Relaciones Internacionales se ha convertido en una ficha clave para Colombia en la puesta en marcha de políticas públicas intergubernamentales en pro de la preservación de los servicios ecosistémicos del planeta. El pasado 4 de mayo, en el marco de la última asamblea de la IPBES (Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, por sus siglas en inglés), que se desarrolló en París, la colombiana fue elegida como presidenta de ese organismo que, entre otras, busca ser el catalizador o el punto de encuentro entre los tomadores de decisiones y los científicos en torno a la sostenibilidad de la biodiversidad.

Aunque Hernández dice que el nombramiento la tomó por sorpresa, su elección, por unanimidad, obedece al liderazgo que Colombia, a través de entidades como el Ministerio de Ambiente, la Cancillería y el Instituto Humboldt, ha tenido desde la creación de esta plataforma, en el año 2012, época en la que la tadeísta participó asesorando la construcción del ordenamiento institucional, de identidad y las reglas de procedimiento de la IPBES.

La labor de esta entidad es titánica. Actualmente cuenta con 128 países miembro, así como organizaciones no gubernamentales, expertos científicos, sociedad civil e instituciones académicas, orientados en el cumplimiento de cuatro funciones estratégicas: consolidar el conocimiento en biodiversidad y servicios ecosistémicos, determinar las necesidades y prioridades en torno a ese conocimiento, generar capacidades para su entendimiento y un soporte para la toma de decisiones, en una articulación entre política y ciencia. Su última Evaluación Global, una de las más extensas desde su creación, brinda unas cifras alarmantes, entre ellas que más de un millón de especies podrían desaparecer de la faz de la tierra en los próximos años debido a las dinámicas extractivistas y la contaminación causada por el hombre.

La IPBES desde el inicio ha sido parte fundamental de mi trabajo y el de mi oficina”, asegura Hernández, quien también es la jefa de la Oficina de Relaciones Internacionales, Política y Cooperación del Instituto Humboldt y la representante del Grulac de la ONU (Grupo América Latina y el Caribe) ante la plataforma. Para ella, combinar su profesión con su mayor pasión: la Biología Marina, ha sido una tarea fácil, pues desde su formación tadeísta, en una Universidad que cuenta con ambas carreras, la enseñó a ser comprometida con la sociedad: “Lo que me enseñó la Tadeo fue a trabajar por la gente, es una característica humanista propia de la Universidad”, agrega.

Hernández es sin duda pionera. Es la primer mujer en el mundo en ocupar este cargo, así como la primer colombiana. Su compromiso es grande pues representa a un país que, según el Centro de Monitoreo de la Conservación Mundial de las Naciones Unidas (WCMC-ONU) es el segundo más biodiverso del mundo.

En entrevista exclusiva con Utadeo, Ana María nos mostró su esencia como tadeísta, más allá de las grandes responsabilidades que tendrá en los próximos años en torno a orientar, con el apoyo del Panel Multidisciplinario de Expertos, las agendas científicas del IPBES de cara al estado de la biodiversidad del planeta hacia el 2030, en una coyuntura en la que el mundo se sortea entre mejorar sus prácticas y hacerlas más sostenibles o llegar a un escenario distópico de devastación al que, como especie, sería muy difícil ser resilientes. Sin embargo, la tadeísta cree que hay esperanza, consignada en pilares como la educación y el trabajo con las nuevas generaciones que están más preocupadas con lo que acontece en el planeta. Para ella, nos encontramos en un momento de cambios transformativos y de repensarnos como sociedad. 

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Inicialmente iba a estudiar Biología Marina, pero decidió estudiar Relaciones Internacionales. ¿Qué motivó ese cambio?

Creo que fue una coyuntura. Mi papá, Nicéforo Hernández, estaba como agregado militar en la Embajada de Colombia en México. Entonces yo iba allá a apoyarlo, así que algunas personas que estaban en el Ministerio de Relaciones Exteriores me aconsejaron estudiar Relaciones Internacionales. Fue mi papá, quien también había estudiado Diplomacia en Utadeo, en sus primeras cohortes, el que me incentivó a que dejara la Biología Marina como gusto y que me dedicara a las relaciones internacionales. Lo pensé mucho y luego logré compaginar mi trabajo con mi pasión, de tal manera que no siento que trabajo porque me apasiona lo que hago.

 

Podría decirse que es una profesional en Relaciones Internacionales con alma de bióloga. ¿Cómo logró establecer ese diálogo entre estas dos disciplinas?

Encontré una materia maravillosa en Relaciones Internacionales que se llama Derecho del Mar. Allí hice ese clic, y luego lo volví a hacer en Negociación. Una de mis mayores preocupaciones académicas, debido a mi alma de bióloga marina, era la de conservación de especies y mirar lo que estaba pasando con la contaminación de los océanos, así que me interesé por esos convenios internacionales que estaban trabajando esos temas, los cuales no eran los típicos convenios de derecho del mar, que son regulatorios, sino que estaban asociados a la biodiversidad. Ahí se empezó a abrir mi panorama.

La otra ventaja es que tuve en la misma Universidad las dos carreras. Tenia amigos de Biología Marina, así que no fue una vida universitaria aislada. Merodeaba y estaba muy inquieta por el tema de la biología todo el tiempo. 

 

La mayoría de colombianos no conocían la IPBES antes de su nombramiento, pero, ¿cuál es la verdadera importancia de este organismo en el ámbito de la política pública en torno a la conservación de la biodiversidad?

Son cosas prácticas. Nosotros decimos cuál es el estado del arte de la biodiversidad en un tema determinado, que sacamos en nuestras evaluaciones. También especificamos cuáles son las causas de la pérdida de la biodiversidad y damos los escenarios, si se mejoran o continúan las dinámicas económicas, sociales y ambientales actuales. Toda esta información procede de la ciencia. Nosotros no especulamos y tenemos grados de confianza de cada uno de los datos que son utilizados por nuestros expertos.

Ha habido impactos clarísimos. Ahora con la Evaluación Global, nos llegó la noticia que se presentó en los Estados Unidos una propuesta sobre protección de corredores de biodiversidad para las especies silvestres, en la que se retoman los apartes de nuestra evaluación para entrar a justificar la importancia del proyecto de ley que van a radicar ante el Congreso de ese país. Es un aspecto muy importante, pues los tomadores de decisiones, abogados y políticos están leyendo lo que nosotros estamos produciendo y, basados en eso, toman la información útil para guiar sus decisiones. 

En América Latina y el Caribe, la evaluación regional de las Américas ha sido una guía muy importante para los tomadores de decisiones en biodiversidad. Lo que nosotros estamos esperando es que nuestros mensajes sean claros y con un lenguaje tan entendible, pero que no sea prescriptivo, de manera que se sientan con toda la libertad de asumir los retos que se presentan.

 

Y Colombia, ¿cómo va en esa tarea?

Estamos tan bien que actualmente realizamos nuestra propia Evaluación Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos con el marco conceptual y metodológico de la IPBES, que saldrá aproximadamente a finales de este año o a principios del próximo. La evaluación nos dirá no solo cómo estamos, cuáles son nuestras causas de pérdida de la biodiversidad, los escenarios y recomendaciones, sino también, como novedad, vamos a tener un capítulo dedicado a los conocimientos indígenas y locales, como un reconocimiento a estos saberes y al rol que tienen dentro de los procesos de conservación.

Al mismo tiempo que estamos trabajando en el informe, estamos dando cumplimiento a la Sentencia 445 de 2016 de la Corte Constitucional, en la que le ordena al Ministerio de Ambiente y a otras entidades hacer una investigación sobre los impactos de la minería en los ecosistemas y a nivel sociológico. Todos los actores, incluida la Corte Constitucional, dieron el visto bueno para aplicar la metodología IPBES.

 

¿Qué retos vienen para este mandato de tres años?

Son retos enormes, pues aún nos quedan por realizar tres evaluaciones globales del periodo anterior: una sobre los múltiples valores de la biodiversidad y otras dos, temáticas, sobre especies silvestres y especies exóticas e invasoras.

Después de esto vamos a realizar una nueva priorización que nos han pedido los gobiernos, las organizaciones internacionales y la sociedad civil. La idea es sacar cuatro evaluaciones sobre el nexo de la biodiversidad con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente salud, agricultura y agua; causas de pérdida de biodiversidad y cambios restaurativos para disminuir esta pérdida; y dos evaluaciones más rápidas, que son de cambio climático y biodiversidad y una más sobre el impacto del sector de los negocios en la biodiversidad.

También tendremos informes para el fortalecimiento de las capacidades no solo en el campo de las ciencias biológicas, sino también en las sociales, las políticas, las económicas y otros conocimientos que no tienen la estructura metodológica de las ciencias occidentales, como lo son los sistemas de conocimiento indígena y local y ciencia ciudadana, con las cuales trabajamos de la mano para obtener conocimiento de todas las fuentes posibles para los tomadores de decisiones.

Si bien la mayoría de los retos son técnicos, también hay unos de conciencia. Si nosotros no llegamos a la sociedad y si esta no emprende acciones innovadoras y concretas para revertir los procesos de pérdida de biodiversidad, tenemos que repensarnos nuevamente y configurar cambios transformativos.

 

Riesgode extinción de diferentes especies, según Evaluación Global de la IPBES. Fuente: Mongabay

El Informe Global sobre el Estado de la Biodiversidad que acaba de publicar la IPBES es uno de los documentos más completos que ha hecho esta entidad en los últimos años. ¿Cuáles fueron los principales resultados a los que se llegó? ¿Qué tan bien o mal estamos en materia de conservación

Dentro de los resultados clave encontramos las cinco principales causas de pérdida de biodiversidad, entre ellas tenemos el cambio en el uso de los suelos, la aparición de especies exóticas invasoras, cambio climático, contaminación y explotación de las especies.

Todas estas causas tienen unas cifras muy especificas, como por ejemplo, estamos hablando que el 23% de las áreas a nivel mundial están perdiendo su cobertura y eso hace que no solo estemos transformando los paisajes y los entornos, alterando la biodiversidad, sino también la funcionalidad de los ecosistemas. Entonces es una cadena muy compleja por la transformación de los territorios, ocasionando, y quizá es una de las cifras más notorias, que estemos enfrentando una problemática de posible extinción muy grave, cercana al millón de especies que en los próximos años podrían dejar de existir de no haber acciones correctivas.

También se evidenció la pérdida de especies nativas y tenemos problemas como el de micro plástico y plásticos en los océanos que no solamente generan mortalidad de seres vivos marinos sino también está impactando al ser humano en la cadena alimentaria, pues nosotros también nos estamos comiendo esos plásticos.

A nivel general, el mensaje que se quiere dar es que, si bien estamos mal, en unos años vamos a estar peor si seguimos haciendo las cosas de la misma manera. No es sostenible continuar con una economía extractiva, no es sostenible si seguimos patrones de consumo como los actuales, no es sostenible no invertir en programas de conservación de usos sostenible de la biodiversidad. Ahí estamos identificando los cuellos de botella.

La Evaluación Global nos dice que estamos mal, sin ser apocalípticos, pero lo que si se puede decir es que la mayor parte de las especies que están en peligro de extinción están directamente relacionadas con la supervivencia de la humanidad. Si se extinguen esas especies vamos a tener problemas, pues el ser humano va a tener que adaptarse, y ha demostrado que puede hacerlo, pero el problema es que no sabemos qué tan rápido lo podamos hacer. Como especie, vivimos un drástico y acelerado cambio de la biodiversidad que en cien años ha modificado patrones que evolutivamente cambian cada 10.000 años. Por eso debemos entrar a repensarnos.

 

En medio de ese panorama, ¿aún hay esperanza?

Con las intervenciones positivas que tengamos en los próximos años y con el trabajo de los jóvenes y de la sociedad civil, con el compromiso de la empresa privada y la voluntad de los estados, vamos a poder revertir procesos. Lo importante es tomar buenas decisiones y tener buena inversión.

Si estas recomendaciones dadas desde el Informe, así como otras estadísticas y documentos, nos resbalan y continuamos con las mismas dinámicas poco sostenibles que tenemos, el proceso de extinción se va a acelerar muchísimo más, con el agravante de que el ser humano es poco resiliente. Nuestros ajustes para el cambio están cada vez más a punto de romperse. Basta ver la problemática nutricional y de seguridad alimentaria en la actualidad, en relación con hace cincuenta años, cuando la gente consumía más sano, eran productos locales y la biodiversidad tenía un rol fundamental en esos procesos. Estamos abandonando nuestra cercanía con el entorno natural, que nos ofrecía lo que realmente nuestro cuerpo necesita.

Si no nos importa la pérdida de la biodiversidad y nos interesamos más por lo sintético, se me viene una imagen a la cabeza: la de la película Wall-E, donde el ser humano se encuentra en un entorno muy artificial, y al final, corremos para ver qué queda de la naturaleza para hallar la salvación, aunque realmente espero eso no suceda.

Escena distópica en Wall-E - Fuente: Disney 

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