Omar Abril Howard, el diseñador tadeísta que desarrolló el primer submarino de San Andrés y Providencia
La vena creativa siempre ha estado presente en la vida de Omar Santiago Abril Howard, egresado del programa de Diseño Industrial en el año 2006. Para él, “el diseño está en todas partes”; es por eso que se ha convertido en un expedicionario para encontrarlo, para ver sus posibilidades de crear y recrear cosas.
En ese camino halló a la biología marina como una gran compañera de viaje, gracias a que pasó gran parte de su tiempo en la tierra de su familia: San Andrés y Providencia, con la riqueza cultural y visual de la etnia raizal de la que hace parte, sumado a los viajes en barco por el mar y su tiempo en los talleres de carpintería de su familia. “El diseño es un campo que está justo entre los ingenieros y los artistas y eso fue lo que me llamó la atención, moverme entre esos dos universos”, afirma.
Por eso decidió estudiar en la Tadeo, el lugar en el que la ciencia y el arte se encuentran, aparte del renombre con el que ha contado la Universidad en el campo del diseño, sumado a que su hermano, Alfredo Abril Howard, es biólogo marino tadeísta, lo que le abrió las puertas para poder asistir a los laboratorios y ser testigo directo de ejercicios de identificación de especies, que alimentó, en gran parte, sus propuestas de diseño: “mi vida profesional ha estado marcada por el trabajo con la biología y muchos de mis amigos han sido biólogos”.
Para Omar, la vida se trata de aprovechar las oportunidades. De hecho, mientras estudiaba en la Tadeo, en medio de los partidos de basquetbol que aún añora en el campus, no se imaginaba que se iba a convertir en el inventor de un submarino que sería el primer proyecto de tecnología de punta que se da en San Andrés, dado que en la isla no se ha desarrollado la industria.
Tras algunos años en los que tuvo la posibilidad de generar dispositivos y acciones para mejorar las experiencias en el Jardín Botánico de San Andrés y participar como técnico en las expediciones científicas en el archipiélago, en las que desarrollaba actividades de buceo y tomas de mediciones, comenzó a construir algunos prototipos que facilitaran el trabajo de los biólogos en el entorno submarino.
Fue así como nació Sepia Rov, un vehículo submarino que Omar desarrolló para llegar a mayores profundidades y obtener una mayor cantidad de datos. El dispositivo surge de las expediciones científicas, con el propósito de tener tecnologías locales que ayuden a las comunidades a gestionar sus propias investigaciones y la conservación de su territorio.
De la mano del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y de la Universidad Simón Bolívar desarrolló el primer prototipo en dos meses, el cual permitía navegar de dos a cinco metros en la superficie marina. Ello le permitió ingresar al Fondo Emprender, con un capital semilla con el que conformó su propia empresa, la cual vio un incremento vertiginoso en sus operaciones en el primer año, pasando de realizar nueve servicios a 200 en el segundo año.
Gracias a esta apuesta, Omar fue el primer sanandresano en ganar la beca del Royal Academy of Engineering, que le permitió asistir a un bootcamp de quince días, en el que era el único diseñador. El éxito obtenido en este escenario le permitió volver a tener contacto con esta academia, pero esta vez en Brasil, donde fue invitado como ejemplo de empresa de base académica de alto impacto en innovación ambiental.
Uno de los pasos más grandes en términos de su emprendimiento sucedió recientemente, cuando la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) le concedió a su empresa la patente por modelo de utilidad del submarino, considerando que se había hecho una mejora en la manera como estos equipos operan.
Pero este no ha sido el único proyecto de gran impacto para las comunidades que ha desarrollado Omar. De la mano de biólogos, médicos y otros profesionales ha trabajado en el desarrollo de cajas isotérmicas, nasas, dispositivos para medición submarina de caracol y langosta, entre otros dispositivos, al tiempo que ha participado en proyectos de restauración coralina.
“Como diseñador podemos descomponer el problema y entender todas sus variables para saber cómo manejarlas. Eso me da las herramientas para hablar con otras profesiones desde el diseño, desde el saber cuáles son los requerimientos y determinantes y plantear soluciones de la mano de la comunidad”, afirma.
Esto lo ha llevado a una dimensión más amplia del diseño, una en la que es posible la apropiación social del conocimiento “Lo que los biólogos hacen es increíble pero no se lo cuentan a nadie, así que vi que necesitaban herramientas para contárselo a alguien más, más allá del paper científico, así que el diseño encajó perfectamente porque lograba entender lo que estaban pensando sobre su investigación y lo traducía en herramientas de diseño para la comunidad, muchos de ellos productos tangibles, pero también productos gráficos”.
Por eso, su principal objetivo con Sepia Rov SAS es seguir desarrollando tecnología local, herramientas que la gente pueda utilizar para proteger su territorio: “San Andrés ha estado bajo el sesgo de que lo único que se puede hacer es turismo, pero hemos demostrado que también se puede hacer tecnología de punta y que se puede vivir de una manera diferente. Como diseñador es emocionante poder hacer desarrollo tecnológico de ese nivel, con la menor cantidad de dinero y de tecnología disponible”.
En el 2019, y gracias a las recomendaciones del profesor Álvaro Forero, a quien considera uno de sus mayores mentores, la vida volvió a poner a la Tadeo en el camino de Omar. En el marco del proyecto de consultoría que el programa de Diseño Industrial desarrolló para Coralina, con el apoyo de Chevron Texaco y el Fondo de Compensación Ambiental del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, nuestro tadeísta trabajó con el profesor Abel Rodríguez en torno a la fabricación de módulos de señalética y la interpretación de planos para el modelo ecoturístico en el Old Point Mangrove Regional Park de San Andrés.
“Fui el único diseñador industrial de San Andrés como por ocho años; cuando llegó la Tadeo, fue restablecer ese diálogo con la academia y empezar a cuestionarse nuevamente aspectos sobre la construcción de proyectos”, dice.
El gran reto en ese momento fue que San Andrés no ccontaba con carpinterías especializadas y tocaba buscar la madera, así como articular a todos los locales que trabajarían en el proyecto. A pesar de las dificultades climáticas que se tuvieron durante la instalación, el proyecto de consultoría terminó siendo de gran utilidad para el parque y para los pobladores.
Como muestra de que el diseño social desde la periferia sí es posible, hace algunos meses terminó su Maestría en Estudios del Caribe, donde trabajó procesos creativos con este tipo de comunidades.
Dado que el diseño nunca se detiene, Omar hace parte de un equipo interdisciplinar que trabaja en la reconstrucción de Providencia tras el paso del Huracán Iota, demostrando que el diseño no solo tiene una mirada desde lo constructivo, sino también desde el restablecimiento de estructuras sociales que se dan en el lugar.
“El espíritu creativo en la Tadeo es indiscutible, y esa es una de las cualidades que me gustan de los diseñadores que egresamos de la Universidad. Lo otro es la capacidad que me dio la Tadeo de hablar en diferentes lenguajes con diferentes profesiones”.