“Hemos perdido la capacidad de crear utopías concretas”: Óscar Guardiola
“Los humanistas y los filósofos estamos en una cárcel del lenguaje”, así, de manera categórica, el profesor invitado del Doctorado en Estudios Sociales de Utadeo y una de las voces más críticas del colonialismo y la globalización en América Latina, Óscar Guardiola, habla de la necesidad de reinventar las ciencias sociales, con el propósito de construir nuevas utopías de manera colaborativa con las bases de la sociedad, en las que se retome el valor de lo local, a partir de prácticas contrahegemónicas como una de las posibles salidas ante un panorama distópico de radicalismo y eliminación de la pluralidad, que el académico denomina como la “derechización” del mundo.
En entrevista con Utadeo, el abogado, filósofo y escritor habló sobre la importancia de repensar las mediaciones a través de las cuales creamos los mitos, así como de reinventar el papel de los medios de comunicación como productores del discurso de la verdad. Para Guardiola es claro que el papel de las Ciencias Sociales, hoy más que nunca, cobra vital importancia, en su papel de hacer visible lo invisible y de sacar avante los mitos de pueblos que, históricamente, han sido oprimidos, los cuales podrían tener las respuestas para volver a juntarnos como sociedad.
Este jueves 15 de agosto, a las 6:30 p.m., tendremos nuestra Lección Inaugural en el Hemiciclo de la Universidad con Óscar Guardiola, filósofo y escritor, profesor de Birkbeck, Universidad de Londres. La Lección Inaugural dará la bienvenida al Doctorado en Estudios Sociales y refleja el talante diferencial de este nuevo posgrado dentro del escenario académico colombiano. El profesor Guardiola no sólo tiene una larga y nutrida trayectoria académica, sino que se ha convertido en una pluma crítica y atenta a los avatares políticos e históricos del país y del mundo.
Ese mismo día, el académico se presentará a las 3:00 p.m., con su conferencia “Aspectos del Fetiche: De la liberación a la descolonización permanente”, como parte de la agenda académica del Open Week.
Óscar Guardiola es profesor invitado del Doctorado en Estudios Sociales de Utadeo
En la coyuntura que vivimos ¿por qué es importante que Colombia tenga un nuevo Doctorado en Estudios Sociales?
Esta visita a Utadeo cierra un ciclo que había comenzado iniciando los noventa, cuando en compañía de un grupo de investigadores fundamos el Instituto de Estudios Sociales y Culturales Pensar. La fundación del Instituto tenía como base darle un giro a las ciencias sociales y nuestra lectura tenía que ver con el Informe de la Comisión Gulbenkian que da cuenta sobre cómo los estudios sociales tradicionales tenían una relación muy utilitaria entre las grandes polis del mundo y las periferias. Era una calle de una sola vía, mientras que lo que nosotros planteábamos era una calle de vía doble, siguiendo los planteamientos de un grupo de intelectuales caribeños, entre ellos Stuart Hall y Manuel Zapata Olivella.
Hall, por ejemplo, señala que existen comunidades que guardan un conocimiento que está invisibilizado, así que la pertinencia de las Ciencias Sociales es hacer visible lo que está invisible, lo que tenemos más cerca que es la vida cotidiana de nuestras comunidades, que muchas veces están marcadas por la sobreexplotación y la opresión.
Dado que este es un momento de tanta oscuridad, las herramientas de las Ciencias Sociales son más esenciales hoy de lo que podrían haber sido en los noventas e incluso en los setentas. Si no tenemos las herramientas suficientes para leer el presente, no vamos a ser capaces de construir esperanzas y vamos a vernos avocados a lo que vemos hoy: un mayor pesimismo. La única manera de encontrar esas herramientas es hacer legible el pasado, y es allí donde sociólogos, antropólogos, artistas, filósofos, abogados y científicos políticos, entre muchos otros, tenemos, en este tiempo, la mayor posibilidad y relevancia que, incluso, las mal llamadas ciencias duras.
En la Facultad de Ciencias Sociales convergen diversas disciplinas ¿Cómo cree que la interdisciplinariedad puede ser un diferencial a la hora de estudiar los problemas sociales?
En una sola palabra lo que el científico social debe hacer es comprender y estudiar la imagen. No es solo paradójico, sino trágico a la vez, que una sociedad que vive bombardeada con imágenes, siga educando a nuestros estudiantes en tecnologías del siglo XVIII y en lectura de textos. Nuestros cánones pedagógicos siguen siendo textolatras; les enseñan a los abogados no solo a entender los textos de la ley sino a adorarlos como si fueran fetiches.
Tenemos que reeducar a nuestros estudiantes para que sepan leer críticamente las imágenes. Esto tiene una trascendencia política. Es claro que los fenómenos contemporáneos, en particular los populismos de derechas, se alimentan de la incapacidad masiva de leer críticamente las imágenes.
Lo anterior termina teniendo unos alcances socioeconómicos, y si se quiere históricos; si queremos transformar nuestras sociedades, en un mejor sentido, por lo menos tenemos que educarnos en cómo producir visiones de sociedades mejores. Hemos perdido la capacidad de crear utopías concretas, y por lo tanto, no es sorpresa que vivamos en sociedades en las que nos invitan a escaparnos en la imagen, como en el cine, la televisión y las redes sociales, pero al mismo tiempo nos prohíben regresarnos de esos mundos alternativos al real para transformarlo. Hay que educarnos y educar a nuestro estudiantes en producir mejores y más claras utopías, y eso es clave en un doctorado como este.
¿Cómo construir esas utopías entre la academia y las comunidades?
Podemos volver a tomar herramientas para construir utopías a partir de experiencias del pasado inmediato, por ejemplo, entre 1973 a 1975, a raíz de la caída de utopías como la de la Unión Popular Chilena, un grupo de artistas, juristas y activistas sociales se reunieron para crear una institución ciudadana; ellos recolectaron una serie de testimonios de gentes que habían sufrido las torturas, los exterminios y la opresión por parte de diversos gobiernos en las Américas. Al hacerlo se dieron cuenta que el lenguaje tradicional de las instituciones, el habla legal y legalista, las convenciones y las formas para llegar al veredicto, eran herramientas muy limitadas y había que reinventarlas.
En ese momento, Cortazar, que hacía parte de esta institución, se le ocurrió la idea de crear un comic para poder conectar la experiencia que habían tenido y acercarlo a la comunidad. Lo llamó “Fantomas contra los vampiros multinacionales”, creando así una imagen de los vampiros multinacionales en 1975, que años más adelante, con la caída de los mercados financieros en 2008, va a ser utilizada como metáfora por los medios de comunicación, especialmente en un artículo que se hizo muy famoso en la revista Rolling Stones sobre la descripción del sistema financiero mundial como un vampiro fijo en la humanidad que le succiona su energía.
Lo que ha sucedido aquí es que en la búsqueda de un mecanismo de comunicación de doble vía, se termina creando una metáfora y es esta la que adquiere carácter explicativo, mucho mejor que un concepto, mucho menos abstracto que una teoría y absolutamente condensada, que se convierte en una imagen dialéctica. La producción de este tipo de imágenes es una necesidad porque lo que sí está claro es que las derechas del mundo, en este proceso de “derechización”, han sido mucho mas precisas a la hora de crear este tipo de imágenes, como el inmigrante que viene a robarse tu trabajo o crea inseguridad. En ese escenario puede surgir una figura populista de derecha que ya tiene todo el trabajo político hecho.
La tarea de cualquier tipo de programa de estudios sociales está atravesada por crear nuevas mediaciones. Esto en Colombia es evidente, pues es un país legalista, textolatra, completamente obsesionado en confundir la política con la producción de normalizaciones y normatividades, al tiempo que tiene una guerra contemporánea que trata de resolver con herramientas del siglo XIX, como lo es un tratado de paz, y por esa razón, no ha sido capaz de producir el ritual y el ceremonial que podría juntar a todos.
¿Eso significa que debemos pensar en nuevos relatos?
Es más que nuevos relatos, se trata de pensar en nuevos mitos, ceremonias y rituales. Lo más interesante es que para producir este tipo de herramientas en el siglo XXI, la solución podría estar en las comunidades que mal llamamos ‘tradicionales’, como las afro y amerindias, pues ellas han sido mucho mejores a la hora de producir y conservar estos rituales y nuevas formas de reinventarse; son ellas quienes podrían enseñarnos cómo hacerlo como nación, continente y mundo. Es una suerte de justicia poética que estas comunidades que han sido condenadas al atraso, sean las que tienen precisamente las más altas tecnologías que necesitamos ahora para poder juntarnos de nuevo, dado que nuestras tecnologías decimonónicas han fracasado.
Usted es una de las voces más criticas en cuanto al surgimiento de populismos de derecha, en lo que denomina la derechización del mundo…
La amenaza de este fenómeno es que, quienes se han beneficiado de los procesos de expropiación violenta de las últimas cuatro décadas, se han dado cuenta, desde la crisis del 2008, que el sistema no da más. Los ricos son tan pocos y los pobres son tantos que el sistema no va a ser sostenible. Este tipo de regímenes han implementado medidas sumamente regresivas, que no admiten las formas más moderadas de liberalización económica y social.
El problema ya no es que se haya perdido el centro, sino que el centro ya no existe. Por eso hay que tomar posición, pues nos encontramos en un sistema mucho más binario. Estamos avocados a unos procesos mucho más difíciles de lo que queramos reconocer, empezando por la mala analogía entre la derecha estadounidense y el fascismo de los treinta; mientras la Alemania nazi era un país periférico, los Estados Unidos hoy siguen siendo la primera potencia militar en el mundo y su giro fascista es un hecho histórico que no se ha dado en la humanidad. Entonces es posible que las respuestas desde la base tengan que ser mucho más fuertes de lo que se pueda considerar, entre ellas qué pasaría si se diera una segunda guerra civil en Estados Unidos y cómo repercutiría en América y el mundo.
Lo segundo es que le cabe muchísima culpa a los opinadores pues quieren convencernos que da lo mismo un populismo de izquierda que uno de derecha. Lo que están haciendo es producirle todo el trabajo hegemónico a esa derecha populista que es, en últimas, la que están dispuestos a tolerar, pues son intolerantes a un populismo de izquierda que, además, es muy moderado en comparación con el eurocomunismo de los setentas.
Aquí también hay que criticar a la izquierda, pues esta tiene que dejar de creer en sus propios mitos, pensar en nuevas generaciones progresistas, más allá del estereotipo del mochilero o del guerrillero. Lo que tiene que hacer la izquierda es establecer formas de creatividad institucional desde las bases y localidades que empiezan a dar resultado. A todo el mundo se le olvidaron los Zapatistas en México, pero hay que ir al sur de ese país para apreciar como estos grupos han funcionado en un país muy violento, o en Gran Bretaña, con los fenómenos de economía local, pues son los que están teniendo mayor resultado. Ello implica también darle nuevos derechos a los bienes comunes, pues es allí donde nace el valor.
Guardiola es una de las voces más críticas frente a los procesos de globalización y colonización en América Latina
¿Cómo se ha dado esa derechización en Sudamérica y cómo poder hacerle frente?
La derechización de Sudamérica no es tan contundente como parece. Por ejemplo, es claro que Mauricio Macri está a punto de perder las elecciones en Argentina. También lo es, aunque no lo reporten los medios, que la catástrofe y crisis humanitaria en Argentina no es producto de la ‘incompetencia’ de la izquierda sino más bien por la competencia de un Gobierno de derecha que ha seguido al pie de la letra los dictados del IMF, del Banco Mundial y de Washington. Lo mismo pasó en Brasil, pues esa supuesta “incompetencia” amplió la clase media y sacó de la pobreza a millones de personas. Lula no debería estar en la cárcel, deberíamos estarle haciendo estatuas por toda América Latina y deberíamos estar creando más líderes como él.
El problema que ha tenido la izquierda en la región es que cercenó sus conexiones con los movimientos de base, lo cual hace insostenible la idea de un Gobierno progresista. En el caso venezolano pasa algo similar; hay que ir a la comuna El Maizal, en el Estado Bolívar, y preguntarle a sus pobladores sobre la situación del país. Ellos van a dar una crítica feroz del Gobierno Maduro y, probablemente, de la última administración Chávez, pero al mismo tiempo te van a decir que la Revolución Bolivariana los empoderó de una manera tal que no van a dejarla ir. También tienen claro que el sector de la oposición que se muestra en los medios, que pertenece al sector más radical de la ultraderecha, es mucho más temido, pues saben que lo que sigue es una purga al estilo colombiano.
Estamos ante fenómenos políticos y económicos muy complejos. La guerra contra Venezuela es una realidad. Aunque algunas políticas impulsadas por Chávez generaron procesos hiperinflacionarios, las medidas sancionatorias de Estados Unidos han sido mucho peores que las que se tomaron contra Irak y que van a producir una hambruna en América Latina por primera vez en doscientos años de historia, y eso es inaceptable. El problema es que nuestros gobernantes de derecha no se pronuncian frente a esto, pues son unos ‘carga ladrillos’ de Washington. Por eso no es raro que nos sigan importando esos modelos de polarización y de violencia que se están viviendo en Estados Unidos y que se suman a los conflictos que tenemos de atrás.
Lo que hay que dejar de pensar es a la política como si fuera una cuestión de individuos, pues ellos son tan solo el punto de llegada. Chávez no se inventó la Revolución Bolivariana, la revolución se inventó a Chávez.
También hay que dejar de creer que esta derecha es contundente e inatajable. Tan no contundente es que la guerra en Venezuela no tuvo lugar, y no la tuvo porque Washington sabía que tenía poco tiempo y ya han empezado a cambiar las dinámicas en la región, especialmente en México, Argentina y esperar qué sucede en Brasil.
¿También hay que repensar en los medios de comunicación a la hora de construir esos mitos?
En Colombia no existe prensa independiente. Esta pertenece a los dos grandes poderes económicos y políticos del país. A los medios hay que reinventarlos, pues no pueden seguir siendo estos oligopolios que creen que son los que portan la verdad y que solo la reclaman cuando se les amenaza, pero que están dispuestos a alinearse con el poder, dejando de ser ese espacio en el que las diversas ideas pueden debatir.
El debatir ya no puede hacerse con las mismas herramientas. La política colombiana no puede ser individuos en la plaza pública arengando y después pasando el mercado, pues no va a funcionar. Yo espero ver en las próximas elecciones locales otro tipo de estrategias electorales, donde los candidatos empiezan a hacer campaña puerta a puerta, a hablar con el elector, a respetarlo, a tratarlo como ciudadano en vez de tratarlo como masa. Por allí surgen las soluciones. Se trata de algo sencillo y es de reconocerle a la gente su dignidad.