Entre la radio o el fútbol, la fiesta o la disciplina, y ahora la locución o la política, así ha transcurrido la vida de William Rojas Ladino, quien a lo largo de cincuenta años se ha debatido constantemente entre varios caminos. Hoy él mira el legado de su padre y su lucha propia por mantenerse en el mundo de la radio comunitaria, pero a esta imagen se cruza un nuevo anhelo, el de ser alcalde de Cáqueza, su amado municipio.
Entre viejas consolas de radio, William Rojas vivió los primeros años de su vida, se podría decir que, prácticamente, nació dentro de una cabina, pues Miguel Antonio Rojas, su padre y mentor, fue el hombre que llevó la radio comunitaria a la capital de la provincia de Oriente, fundando la emisora La Voz de Cáqueza hace ya cuarenta y tres años.
Un pequeño niño, de tan solo seis años, cambió sus juguetes por micrófonos, creció sabiendo que la voz de su padre era la que acompañaba a los campesinos de veredas lejanas durante las madrugadas frías, y soñó con algún día llegar a ser él la compañía y la voz de todos los caqueceños.
Foto: Nómina de Amigos Fútbol Club para el año 2008, cuadro que adorna las paredes de La Voz de Cáqueza.
El inicio
Entre las calles de este municipio, situado sobre la cordillera Oriental de Colombia, fue creciendo la pasión que sentía William por la radio. Con tan solo doce años empezó a recibir comentarios positivos por parte de las personas cercanas a él, en especial de su hermano John Francisco Rojas, quien ya contaba con una amplia trayectoria en medios radiales.
Con el paso del tiempo, el amor por la radio aumentaba en los hermanos Rojas, sin importar las evidentes diferencias entre ambos, como señala William, a pesar de eso, ellos siempre lograban encontrar un espacio en donde las discrepancias pasaban a un segundo plano, todo gracias a los programas radiales con los que su padre los impulsaba a enamorarse, cada día más, del oficio de la locución.
John y William emprendieron una carrera, la meta de esta era llegar a ser el mejor locutor de la familia Rojas Ladino. William, por su parte, pretendía lograrlo con su voz prodigiosa, como aseguran sus compañeros de trabajo, pero John no se quedaba atrás, pues competía a la par gracias a la disciplina y el empeño que lo caracterizaban, ambos daban lo mejor de sí para alcanzar el objetivo.
Hoy en día, entre risas y una mirada que se cristaliza, William recuerda las peleas que tenía con su hermano, a quien la vida le arrebató el sueño de ser el mejor locutor hace ya veinticuatro años.
Foto: William Rojas y Jorge Barón durante las ferias y fiestas de Cáqueza.
Radio o fútbol
A pesar del amor que sentía por la radio, desde muy temprana edad, William en su adolescencia se encontró de frente con un segundo amor que, sin saberlo, lo iba alejando poco a poco de la locución.
Siendo joven se dejó seducir por la alegría que produce pisar una grama húmeda, la emoción de patear una pelota y la adrenalina que se siente al marcar un gol. Las mieles del fútbol atraparon a este joven, quien, por entregarse de lleno a esta nueva afición, dejó de lado muchas cosas, entre las que se encontraban el estudio y la locución, hasta el punto de que por su “indisciplina”, tal y como él lo asegura, se terminó graduando del colegio ya en su edad adulta.
Su corazón se encontró por primera vez dividido en dos caminos, continuar creciendo en el mundo del fútbol o seguir en el camino de la radio. En medio de su confusión la muerte de su hermano lo hizo encontrar un horizonte, decidió seguir con la tarea que, por circunstancias de la vida, John no pudo continuar.
William asevera que en ese momento él no contaba con las bases de ser el líder, de tomar las riendas de la empresa familiar y de sacar adelante ya no solo su sueño, sino también el de su hermano.
William Rojas transmitiendo en la frecuencia 91.6 FM-La Voz de Cáqueza.
Los años jóvenes
Bajo lo que se podría denominarse como un efecto mariposa, su paso por el mundo del fútbol le dio a conocer otro mundo, Adrián Mora, quien ha sido amigo de William durante casi veinte años, asegura que los días de fútbol eran también días de “farra”.
Junto a los ratos de esparcimiento que tenía con sus compañeros de deporte vino también una atracción por la noche y el trago, y William, sacando provecho de los dones de su voz, empezó a frecuentar ambientes nocturnos en los que se desempeñaba como DJ y animador de fiestas.
Su fascinación por la música, que se puede ver reflejada en los invitados que han pasado por los micrófonos de La Voz de Cáqueza, hizo que este locutor fuera, poco a poco, metiéndose más en la vida nocturna que caracteriza a este municipio, que tiene gran influencia de la música popular y donde, tal y como en la mayoría de municipios en Cundinamarca, abundan las cantinas y los bares.
La voz de William Rojas llevando los anuncios matutinos a los caqueceños.
Los pies sobre la tierra
“La radio tiene muchos amigos de todo tipo”, así lo afirma William, él se percató que en ese medio se está siempre expuesto a la fiesta, la noche, el alcohol y las mujeres, pues él experimentó ese mundo de primera mano.
Un día común y corriente del año 2000, la vida de este locutor cambiaría para siempre. Durante una de sus visitas a un tradicional barrio de Cáqueza, conocería a la mujer que le robaría el corazón. “Dios coloca sus fichas donde tienen que estar, y yo fui una ficha dentro de ese juego de ajedrez”, asegura Lucinda Ayala, ahora esposa de William.
Lucy, como le dice su esposo de cariño, marcó un antes y un después en la vida de este hombre, no solo porque se convirtió en su compañera en todo momento y lugar, en la administradora de todos los asuntos de la emisora y quien años después se haría cargo de la salud de sus padres, Miguel y Alicia, durante sus últimos días de vida.
A partir de ese momento este locutor empezó a dejar de lado el mundo que lo había tenido prisionero durante tanto tiempo, junto a su esposa empezó a conocer más de las cosas de Dios, hasta que finalmente: “Dios lo sacó del alcoholismo”, dice Lucinda.
Lucy cuenta que del hombre que ella conoció hace diecinueve años atrás no queda ni la sombra, William Rojas Ladino es ahora un hombre totalmente diferente, pasó de tomar cuatro días a la semana a estar en su casa cada día máximo a las cinco de la tarde, excepto los días que va a jugar fútbol con sus amigos, esos días llega a las siete de la noche.
Mural que adorna la Iglesia Inmaculada Concepción. Representa la historia campesina del municipio.
Un nuevo anhelo
Las personas que rodean a este locutor afirman que después de su encuentro con Dios la vida le ha cambiado mucho, dicen que le sonríe más.
Además de sus labores dentro de La Voz de Cáqueza, William es también locutor de protocolo en los diferentes eventos de la Alcaldía Municipal y demás entidades de carácter público, también se desempeña actualmente como vicepresidente de la Asociación de Juntas de Acción Comunal (Asojuntas), presidente de TV cable Cáqueza y militante por el partido Conservador.
Debido a que la radio es un medio que establece una estrecha relación de cercanía con la audiencia, especialmente en un municipio como Cáqueza, que cuenta con tan solo dieciocho mil habitantes, William Rojas ha tenido la oportunidad de tener un vínculo muy estrecho con la mayoría de caqueceños, según afirman sus colegas y oyentes. Él creció, jugó, aprendió, se enamoró, y salió adelante entre las calles de la tierra del piquete y el pan de sagú, así como sus demás habitantes.
William reconoce que en su labor de locutor ha tenido la oportunidad de ser vocero de las comunidades menos escuchadas, de las veredas y barrios más olvidados, y que teniendo en cuenta la cercanía que tiene su oficio con la esfera política, le llama la atención poder contribuir directamente al desarrollo de su municipio desde un cargo como la Alcaldía.
De nuevo el corazón de William tiene por delante dos caminos, seguir siendo un individuo totalmente imparcial y seguirle mostrando a la comunidad una realidad sin ningún tipo de sesgo o encaminarse por un cargo que le quitaría totalmente esa posición de neutralidad.
William sabe que si se decide por el camino de la política deberá dejar de lado la empresa familiar, los sueños de su hermano y el legado de su padre, deberá desprenderse del cariño que le tiene a su emisora y la profunda pasión que siente por la locución. William acepta que no es una decisión fácil y que debe pensar muy bien si quiere renunciar a un proyecto que lleva cuarenta y tres años en construcción, por un anhelo fugaz que se cruzó por su cabeza y que ahora no deja de retumbar en ella.
Solo el tiempo le mostrará si tenía o no razón.