Los cinco sentidos de un panadero

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A las seis de la mañana inicia la producción en la panadería Jacques. Toma la harina, derrite la mantequilla, trae un poco de azúcar y sal, todo está marcado con lectoescritura braille para que no confunda ingredientes. Recoge lo necesario: cortador, reglas, rodillo, gorro y delantal. Está rodeado de varias personas, pero el silencio reina. Cada acción la hace con cuidado. José Richard, el que hace los mejores cruasanes de Latinoamérica, no puede ver ni escuchar.

En la panadería Jacques, donde trabaja José Richard, solo se escucha el ruido de los platos y pocillos mientras los lavan. Máquinas de pastelería, lavavajillas, hornos, cortadoras, estufas y licuadora.

Jennifer Villamil, su guía e intérprete, le anuncia la llegada de un visitante. José Richard alza su mano expresando un “hola”. Al pararse frente a él, le da un abrazo y sonríe. Así es como él expresa su saludo. Toca la mano y el rostro del visitante para hacer un reconocimiento facial y de esta manera graba los rasgos en su memoria. Su intérprete  siempre está describiendo lo que pasa a su alrededor. Si hay un movimiento o un estornudo, si alguien se ríe o si alguien lo necesita. Las funciones de un guía se resumen en  describir, comunicar y guiar en la movilidad. Ella por medio de sus manos le hace entender  a José Richard su entorno sin necesidad de que él vea o escuche.


Acepta la entrevista

 — ¡Toca empezar ya!, aún tengo mucho trabajo por hacer—, dijo José mientras tocaba la mano de su interprete.

José Richard, de 36 años, es el tercer hijo de cuatro hermanos.  Trabaja en una de las panaderías  con más prestigio en Colombia y en el continente. Aunque fue difícil adaptarse por ser sordociego, no fue impedimento para salir adelante.

Toma una escuadra, una regla y el cortador de pizza. No los podría identificar si no tuvieran una línea, hecha por su intérprete, que le indica cuál es el derecho de cada objeto, pues las herramientas de la panadería no están adaptadas para personas con discapacidad visual. Jennifer o Yeye, como la llaman, tiene una seña específica para cada uno de sus compañeros. José utiliza referentes como la temperatura y el olor para moverse por el lugar.

 

Donde hubo pan, migas quedan

En su rostro se ve el esfuerzo que hace para que los cruasanes queden perfectos y deliciosos. Mezcla un poco de levadura, azúcar, sal y leche. Agrega el ingrediente secreto y amasa el resto por quince minutos. Cuando la masa está lista, la deja reposar tres minutos en refrigeración. Luego, con el bolillo y la laminadora, la estira y hace pequeños cortes en forma de triángulo con el cortador de pizza y une las puntas. Lo hace rápido y con ambas manos, sin dejar calentar la masa.

Después de hacer más de 200 croissants bebe un poco de agua. “El agua con agua dura no me gusta”, dice. Su intérprete traduce: “A él no le gusta el agua con hielo. Sí le gusta el hielo, pero no junto con el agua”. Ambos continúan con su labor, la producción del fin de semana es grande, así que tiene que agilizar su trabajo. Luego de seis meses en la panadería, José Richard es independiente. Sus compañeros ya se pueden comunicar con él, porque con el tiempo han ido aprendiendo la lengua de señas. Son muy amables, le colaboran, le llevan bebidas, se esfuerzan por aprender y lo tratan como si fuera una persona sin discapacidad.  

José Richard se levanta a las cuatro de la mañana.  Tiene una rutina como cualquier persona y sale de su casa antes del amanecer. Camina diez pasos y llega al paradero del bus. Su mamá, doña Stella, lo acompaña para tomar el correcto.  Se dirige a la panadería que queda en la carrera 15 con calle 106, allí se encuentra con su guía un poco antes de las seis. La jornada laboral inicia a la seis en punto.  

Pasadas las siete de la mañana, desayunan. Toda la jornada se extiende hasta las dos de la tarde.



Su intérprete Jenifer, "Yeye", lo guía hace aproximadamente 3 años.



El inicio de un valiente

José Richard nació con baja audición.  No fue sino hasta los 5 años que su mamá se dio cuenta que su hijo se estaba quedando sordo. Le dio una fiebre muy alta, lo llevaron varias veces al médico, pero siempre le dijeron lo mismo: que él no tenía nada, que estaba bien.

A la edad de 9 años entró a un colegio del Bienestar Familiar, donde le enseñaron a comunicarse mediante dibujos. Pero, por falta de información, lo estaban obligando a hablar para que pudiera tener contacto con sus compañeros

Cuando tenía 12 años, su madre lo llevó al Instituto Nacional para Sordos (INSOR), para esa época, la entidad era privada y muy costosa. Así que siguieron buscando hasta llegar al Colegio de Filadelfia para Sordos. Allí la directora Patty Johns aceptó el ingreso de José Richard. Fue en ese lugar donde inició el proceso de aprender la  lengua de señas. Cursó la primaria en este colegio y se sintió extraño, porque sus compañeros lo veían raro por llegar y no saber nada del castellano.

—Me siento muy agradecido con la Directora Patty Johns, gracias a ella pude salir adelante y tener una buena comunicación con quienes me rodean—, dijo José Richard tocando las manos de su guía intérprete, gracias a ella, se puede tener un puente de comunicación entre él y las demás personas.

A los 15 años empezó a perder la visión: descubrieron que tenía el Síndrome de Usher, una enfermedad hereditaria que causa sordera o hipoacusia desde el nacimiento, y deterioro de la visión debido a una alteración del ojo denominada Retinitis Pigmentaria. Cuando estaba con uno de sus primeros guías intérpretes dejó de verlo poco a poco. Sufría de insomnio, preocupación y mal humor,  hasta el punto de pensar en quitarse la vida, porque sentía que sus sueños se iban alejando cada vez más. Tuvo que salir del Colegio Filadelfia e iniciar, nuevamente, la búsqueda de un centro educativo apto para sus necesidades.

Llegó a la Asociación Colombiana de Sordociegos (SURCOE), la única institución en Colombia encargada de llevar los casos de sordoceguera en el País. Allí aprendió el sistema braille, orientación, movilidad y reforzó su lenguaje de señas. Él se considera una persona juiciosa y perseverante, su motivación era buscar un mejor lugar para él y para las personas en su misma condición. Su prioridad es su  futuro. Con el tiempo solicitó un proyecto y regresó al Colegio Filadelfia para sordos, allí terminó su etapa escolar y logró graduarse.

Llegó otra etapa difícil en la vida de José Richard: la vida laboral, ya que el Ministerio de Educación no ofrece la ayuda suficiente para que las personas con sordoceguera sean incluidas en el ámbito laboral. No lo aceptaban en ningún trabajo y lo rechazaban en las universidades. 


  

La panadería Jacques, de origen francés, fue fundada en 1995. Su objetivo es traer Francia a Colombia: imaginarse estando en una panadería en París.


 
César Daza, guía intérprete y representante legal de la Fundación Sin Límites, fue quien apoyó a José Richard. Ambos se hicieron socios y crearon un proyecto que tiene como objetivo visibilizar a la población sorda y sordociega en Colombia. Jose Richard decidió  presentarse al Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y fue rechazado. Luego de insistir  durante seis  meses, pasando derechos de petición y yendo todos los días a las instalaciones, logró entrar, pero solo con la condición de que podría estudiar para operario, ya que fue rechazada su solicitud de tecnólogo por miedo a que se lastimara. Empezó a estudiar un curso de seis meses llamado Operario en Panadería.

—Fue difícil, al principio porque las personas no me tenían la paciencia suficiente, pero al final logré superarme y demostrar a todos que sí se puede —, dijo José Richard.

Logró entrar a la Universidad Nacional de Colombia, donde estudió Artes Plásticas, pero luego de dos semestres decidió retirarse.

Stella, la madre de José, tuvo en su juventud una panadería donde él aprendió algunas cosas. Puso esos conocimientos en práctica en el SENA, donde en seis meses logró estudiar y realizar la etapa productiva correspondiente para obtener el título de Operario en Panadería.

Hizo sus prácticas académicas en una de las mejores panaderías de Colombia, donde al principio el creador de la panadería Jacques, no lo quería aceptar, porque le daba miedo de correr con el riesgo de que le pasara algo dentro de su panadería. Jacques Anent pertenecía a la misma iglesia cristiana a donde se congrega José Richard, decidió aceptarlo con la condición de que la etapa productiva del SENA era sin pago. José Richard fue el primer practicante que recibió la panadería: Jacques prefería pagar multas antes de aceptar practicantes que dañaran sus productos. Con el tiempo, José demostró que podía superar cualquier obstáculo con tal de lograr el éxito.

—Ser aceptado en esta panadería de tanto prestigio me da mucha tranquilidad. También da alegría, decir que lo estoy logrando, que estoy representando a muchas personas y lograr el cambio que deseo—, dijo José Richard mientras bebía agua y tomaba la mano de su guía intérprete.

La independencia ha sido el triunfo de Jose Richard. “Es la hora que mi mamá aún no aprende en su totalidad la lengua de señas, entonces la comunicación es difícil”, dijo.  

La Fundación Sin Límites le propuso crear una obra de teatro llamada “Con Sentidos” y a José le gustó mucho la idea: Me gustan mucho las artes plásticas, entonces me animé porque por fin alguien me apoyaba en esa parte artística”, dijo con una sonrisa.
 
Para José fue fácil aprender, siempre tuvo una actitud positiva. Fue idea de él comenzar a publicar la obra de teatro en redes sociales para que se fuera popularizando cada vez más, así lograron conseguir personajes que estuvieran interesados y crear un historia de impacto, pues los actores tienen sordoceguera o discapacidad.


 

 

José Richard está  en espera de su certificado de Operario en Panadería para poder continuar con sus estudios en el SENA.

 
El cuerpo como herramienta de comunicación

La obra, dirigida por Rodrigo Susa, tuvo una tarima de doce metros cuadrados, en un café del sector de Chapinero. Las personas que participaron eran todos sordos, ciegos o sordociegos. Habíaa cinco actores, cada uno con diferentes características. Don Pedro, ciego total con hipoacusia; Rubi, ciega parcial y baja audición con apoyo de audífonos; David, con baja visión y baja audición; y Pilar, sordociega profunda con implante coclear. Cada uno hace uso de diferentes sistemas de comunicación como la lengua de señas táctil y en campo visual reducido, voz amplificada y escritura en la palma de la mano, dependiendo sus características.

Pilar, esposa de un guía intérprete con amplia trayectoria en la sordoceguera, Enrique King, hace poco perdió la visión y solo puede comunicarse con la escritura en la palma de la mano o dedo como lápiz. Esta obra trataba de una familia con sordoceguera o discapacidad, realizando actividades cotidianas.


 
Luego de dos años de planeación y ensayos, la obra de teatro Con-Sentidos se estrenó el 15 de septiembre de 2017.

 

Como este y otros proyectos, José Richard desea ser parte para lograr un cambio, quiere trabajar con fundaciones, dar apoyo y felicidad a personas que lo necesitan.  Quiere lograr ser un medio para que personas como él no se sientan rechazadas sino respaldadas por el Estado. Actualmente solo existe un lugar para personas sordociegas donde le enseñan a contactarse con el exterior.

Al terminar la entrevista, él sigue haciendo su labor. Ahora se dedica a separar las yemas y claras de los huevos, guiado de la textura de los recipientes donde va cada una. Desde lejos se le ve  lavar sus manos, pero pareciera que no tuviera problemas de visión por la forma en la que se mueve. Limpia su lugar de trabajo sin ningún problema y se sienta a almorzar junto a su guía intérprete en una mesa pequeña.

— La comida que hace Margarita es muy deliciosa—, dice José, mientras su guía intérprete le enseña dónde  está la ensalada y el arroz para revolverlos.

José Richard  se despide con  cariño, hace un gesto de agradecimiento, alzando su dedo pulgar como símbolo de “todo bien”. 

 

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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