Falsificación de obras de arte: entre las intenciones, el delito y la práctica artística

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La falsificación de obras de arte es uno de los temas más analizados desde diversas disciplinas. Unos lo toman como un hecho criminal, otros como un fenómeno sociológico y muy pocos como una manifestación artística. Las tres visiones pueden ser justificadas, aceptadas o no.

Esta investigación revisa esas tres variables, reabriendo la discusión sobre el valor del arte, la firma del artista y el ejercicio profesional en las artes plásticas.

 

La falsificación en el mundo del arte y la arqueología es el tercer delito más rentable dentro del mundo criminal. Este hecho puede explicarse muy fácilmente. Primero, el valor del patrimonio artístico aumenta cada año, claramente, porque hablamos de obras únicas que de desaparecer serían insustituibles. También porque se asume que, en el caso de los grandes maestros de las artes plásticas, sus exquisitas técnicas y hasta el “aura de la obra” serían imposibles de recrear. Esto indica que, en parte, el tema del original y la copia tienen que ver más con el valor histórico, que con el valor plástico.

El primer ejercicio académico para cualquier estudiante de artes plásticas es la imitación de la naturaleza y la reproducción exacta de las obras de los grandes maestros. Pero si bien los estudiantes copiaban a los maestros, incluso llegando a superar su técnica, el tema de la firma del artista seguía jugando un papel importante a la hora de vender sus trabajos. Figuras como Apeles, Praxíteles o Corot firmaban las obras de sus discípulos, no con una intención deshonesta, sino más bien en una actitud colaborativa entre el gremio para que los principiantes pudieran vender sus trabajos. Cabe destacar que esas obras de artistas no famosos cumplen con todas las premisas plásticas y técnicas para hacerlas grandes obras de arte, pero no cuentan con una “firma consagrada” para hacerlas comerciales. 

No es un secreto, incluso, que muchas pinturas adjudicadas a grandes artistas en realidad no lo son, y esto se debe al quehacer diario del ejercicio del maestro y no a un engaño malintencionado. Rubens, por ejemplo, era contratado con regularidad para realizar paisajes de fondo en las obras de terceros y Pieter Brueghel, el joven, hacía figuras humanas por encargo. Sin duda esto les permitía ganar un buen dinero extra y no representaba delito alguno.

Ahora bien, antes de continuar, se deben evaluar los conceptos que darán luz a este entramado. La copia es una reproducción que intenta asemejarse tanto en apariencia como en técnica al original. La copia está aceptada en la mayoría de los países y no infringe la ley siempre que se especifique cuál es su intención y que, de hecho, es una reproducción.

 

La imitación tampoco constituye un delito, lo que se busca es imitar el estilo o la temática de un autor, hacerlo a la "maniera de", pero distinguiendo con la firma quién es el autor o develando qué obra fue la fuente de inspiración. Pero el crimen sí está presente en el plagio y en la falsificación. En el primero el propósito es robar la obra de otro artista y hacerla pasar como propia, y la falsificación implica hacer la copia exacta de una obra teniendo en cuenta técnicas y materiales para hacerla pasar por una obra original.

Esos conceptos quedan bastante claros para la cultura occidental moderna, pero la visión de la copia y el original en Oriente es diferente.  En la lengua china la etimología de original (zhenji) se traduce como huella verdadera; y copia (fuzhipin) como una reproducción exacta de la original. Sin embargo, aquí vale destacar que, para la cultura china, la copia no tiene ninguna connotación negativa, tiene el mismo valor de la pieza que imita.

En China los estudiantes de arte, al igual que en Europa y América, aprenden copiando a los maestros, pero en el caso especial de China, el aprendizaje tradicional imitando a los maestros condujo a que los artistas se convirtieran en potenciales falsificadores, al punto de llamarse a sí mismos no solo falsificadores, sino maestros falsificadores. En la tradición plástica de ese país, si un artista es capaz de recrear con un alto nivel de exactitud a un maestro, demuestra su destreza. La fuzhipin es una muestra de veneración y respeto hacia el maestro.

La visión de la copia en Oriente no se remite solo a un tema académico, debe entenderse que para los orientales no existe algo conocido como el “aura de la obra”, el enigma del objeto único o la reliquia, ellos perciben un objeto, desde una obra pictórica hasta una arquitectónica, como una pieza sin una identidad definitiva y que debe transformarse constantemente.

Pero, ¿por qué se valora la creatividad - originalidad en nuestra cultura?, según Tatarkiewicz en su libro Historia de seis ideas, porque los objetos nuevos amplían el marco de nuestras vidas y nos ofrecen variedad, y porque la creatividad hace surgir en la sociedad figuras para beatificar y con ello se sigue generando el culto a la capacidad sobrehumana del hombre. El culto a la creatividad vinculada a la exaltación de la figura del gran maestro artista también se dio por la gran proliferación de obras de arte y de artistas nuevos. Sirvió como filtro y como criterio de selección para establecer gustos y precios en el mercado del arte.

​Se puede concluir que ha existido un mercado de falsificación de obras porque el propio mercado aboca todo el capital en busca de objetos raros, selectos, únicos e históricos, dejando en segundo lugar la valoración estética. 


Este texto de análisis hace parte de la investigación Falsificación de obras de arte: intenciones, delito y práctica artística, que presentó Sibia Botello para la Especialización en Periodismo Digital.

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