Educación rural en tiempos de pandemia

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Instituciones educativas y familias rurales se han enfrentado de formas distintas a los retos de la nueva normalidad. La falta de recursos tecnológicos, las fallas en la conectividad y los conflictos familiares, producto del confinamiento, son el factor común de docentes y estudiantes en pandemia.

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El proceso escolar en la ruralidad ha cambiado desde la aparición de la covid-19, teniendo en cuenta que el confinamiento y el distanciamiento social tocó las aulas de los estudiantes en Colombia y el mundo. La educación a distancia es una estrategia importante que ha desempeñado un papel fundamental en el aprendizaje de niños y jóvenes, sin embargo, la virtualidad ha resultado ser una actividad laboriosa para las familias y los alumnos, que han tenido que asumir esta nueva realidad frente a la “ausencia” del aula física. A su vez, también ha representado un reto para directivos y administrativos de diversas instituciones que han debido adecuarse a esta nueva forma de educar.

A los rectores, guías de cada institución educativa, les ha correspondido llevar las riendas de este nuevo entorno estudiantil. Las aulas virtuales buscan que desde sus espacios los docentes sigan cumpliendo con la responsabilidad que tiene el Estado de brindar la asistencia educativa, tal como lo dice la Ley 115 del Ministerio de Educación Nacional. En ese sentido, los profesores se han visto forzados a trabajar en su hogar y a utilizar sus propios recursos, debido a que en algunos casos los medios necesarios para transmitir las clases no son brindados por las instituciones. En el peor de los escenarios, los docentes se enfrentan a esta situación sin apoyo de ninguna clase, al tiempo que las familias se rebuscan para conseguir los medios necesarios para permitirle a sus hijos su educación.

El sector rural es el más afectado en este momento, dado que, aunque se especule sobre el éxito del cubrimiento tecnológico para los estudiantes de zonas de difícil acceso, no todas las familias tienen equipos con capacidad de conectividad, por lo que los docentes y las comunidades se ven inmersas en problemáticas distintas a las que enfrentan las zonas urbanas. 

Sede A - principal del colegio Pio XII, en Pacho, Cundinamarca. Foto de José David Vasallo.

Francy Torres, docente de la escuela rural Betania del municipio de Pacho, Cundinamarca, quien realiza su labor educativa desde su casa, dice: “Estoy trabajando con mi internet, con los minutos que yo pago, con mi celular y con los medios que tengo a la mano, no recibo ayuda del gobierno, ni de mi institución”. Así mismo, el proceso ha sido dificultoso para las familias del campo, que en medio de la crisis mundial han tenido que continuar con labores cotidianas como la asistencia en los cultivos, el cuidado y la cría de animales y las tareas del hogar, de modo que la dedicación para el apoyo escolar de los menores es casi nula en algunos casos. Por otro lado, Francy también es madre y tiene consideración con los maestros de sus hijas, especialmente cuando no reciben respuestas a sus preguntas sobre las actividades de clase, porque sabe la carga laboral que manejan otros docentes. 

Diana Arévalo, madre de dos estudiantes de la escuela rural La Moya, anhela el regreso a clase de sus hijos en la metodología presencial, porque su labor de profesora sustituta le exige más tiempo y dedicación, aunque algunas veces lo que más experimenta es impotencia, porque desconoce la información que requieren sus hijos. “Por mucho que uno se esfuerce, no puede realizar lo mismo que hacen los profesores”, dice Diana, una mujer rural para quien la atención escolar se ha convertido en un peso, porque ella y su familia siguen desempeñando otras actividades propias del campo y a veces el tiempo y los recursos no alcanzan. El acuerdo familiar es el siguiente: ella ha asumido el rol de maestra en casa para apoyar las actividades escolares de los niños y su esposo continúa con sus labores agropecuarias.

Ahora bien, el juego, la camaradería y la complicidad en las pilatunas son propias del aula y hacen parte importante no solo de la formación personal de los niños, sino de la cotidianidad infantil. Wilson Iván Bernal, estudiante de cuarto grado de la zona rural de Pacho, extraña su momento de recreo y la interacción con sus compañeros y amigos durante las rondas y los juegos.  A pesar de que está con su familia, tratando de desarrollar las guías de estudio del pensum académico, no cambia la modalidad presencial y espera su pronto regreso a la escuela. Los estudiantes de las zonas rurales han experimentado constantes fallas tecnológicas y escasa conectividad a redes de internet, lo que ha afectado su desempeño escolar y los ha distanciado de sus docentes, por lo que ya no hay quien explique las tareas, los temas y las actividades importantes que deben realizar.

Estudiantes de la escuela rural Betania antes del covid-19. Foto de la docente Francy Torres.

Para hacerle frente a esta situación, la Institución Educativa Departamental Pio XII, ha desarrollado una estrategia favorable. Este centro educativo destaca de los demás porque dos años atrás asumió el modelo Fontan, hoy llamado SERC (Sistema de Educación Relacional Cundinamarca), el cual se desarrolla por medio de guías, cuya finalidad es promover y fomentar en los alumnos la responsabilidad y la autonomía, por lo que en cierta medida ya estaban acostumbrados a un modelo de trabajo a distancia.

“La dificultad más grande es la comunicación con docentes y estudiantes, que en este proceso puedan ser orientados incluso en la distancia”, dice Héctor Horacio Téllez, rector del colegio Pio XII, quien al principio estaba preocupado por la deserción escolar. En ese momento, la inasistencia de los niños causó un mutismo total frente a todas las estrategias creadas por pedagogos con el propósito de mantener la comunicación, pero el deseo de los padres de que niños y jóvenes permanecieran activos en el año lectivo los llevó a acuerdos y estrategias coordinadas, que iban entre llamadas telefónicas, videollamadas, mensajes de texto, de voz y videos vía WhatsApp para seguir enseñando. Esto facilitó la apertura de los profesores hacia las comunidades y la respuesta recíproca de los estudiantes, quienes respondieron a sus actividades académicas con todos los medios posibles.

El bienestar de los docentes es una preocupación constante de los rectores, pues saben del cansancio físico y emocional que viven a diario. A las clases virtuales se suman otras actividades adicionales como leer correos, calificar trabajos, enviar la retroalimentación necesaria, atender dudas extra y preparar los siguientes contenidos temarios. “Dicen que hoy por hoy los profesores estamos descansando más porque no tenemos horarios; lo que la gente desconoce es que ahora no contamos con tiempo dedicado a nuestra familia y a nuestras actividades cotidianas personales”, dice Omaira Hernández, profesora de la sede rural Gavilán de Pacho. Ella ha desarrollado, en medio de la pandemia, trastornos depresivos y ansiedad por toda la carga laboral del momento y, a pesar de que no tiene garantías que le brinden apoyo y atención profesional para su proceso, ella continúa trabajando.

Escuche a continuación las experiencias de profesores, padres y alumnos rurales sobre el proceso de formación vitual:

Igualmente, los estudiantes y sus familias han buscado acomodarse. Aquellos que viven en áreas rurales se han convertido en cazadores estratégicos de señal y, debido a los problemas de conectividad, se han visto forzados a esperar varias horas para poder descargar las clases o enviar sus deberes diarios; por eso muchos de ellos prefieren acercarse a una de las papelerías del casco urbano del municipio, que tiene acceso a la plataforma de la institución, para poder descargar físicamente e imprimir las guías de trabajo de cada periodo académico. Heidy Valenzuela, propietaria de la papelería, reconoce el aumento en la demanda, lo que deja entrever la difícil situación de los estudiantes que deben desplazarse desde sus veredas, exponiéndose al contagio del coronavirus. 

Los coordinadores juegan un papel fundamental en las instituciones educativas, pues son un eje fundamental de la unidad y el equilibrio pedagógico. También son veedores de los kits alimentarios del PAE (Programa de Alimentación Escolar), brindado por la Gobernación de Cundinamarca, que constituye un complemento alimenticio para los estudiantes, sobre todo, aquellos que poseen condiciones socioeconómicas difíciles; de manera que la coordinación de los colegios hace el control y el seguimiento a las familias que reciben la ayuda. Durley Bernal, coordinadora, se encarga de identificar, registrar y vigilar a los estudiantes en su proceso académico con el fin de buscar siempre la permanencia, porque la deserción en la ruralidad es más evidente que en la zona urbana, según dice ella.  

Celebración del día del niño adaptando los protocolos de bioseguridad. Foto de José David Vasallo.

Las instituciones escolares y las entidades alrededor de ellas siguen desarrollando sus actividades con “normalidad”, por lo que los seguros, los subsidios y demás ayudas, que requieren de todo tipo de documentos legales, necesitan del apoyo logístico de las instituciones educativas para mantenerse. Esta labor, que se realiza desde la secretaría de las instituciones, hoy trasladada a los hogares de sus funcionarios, ha llevado a estos trabajadores a adaptar sus casas para agendar citas de atención, archivar, organizar y clasificar toda la documentación y las evidencias que soportan ante las entidades competentes la labor que realizan los colegios con las comunidades. 

Yenny García organiza diariamente su agenda de citas y, por medio de una ventana, atiende a los acudientes de los estudiantes que la visitan para realizar algún trámite, siempre cuidando los dos metros de distancia. Le ha favorecido la virtualidad, teniendo presente que todos los archivos permanecen en las memorias de los equipos y no tiene que preocuparse por hacerle seguimiento a los estudiantes con archivos físicos. La institución donde trabaja cuenta con casi dos mil estudiantes, por lo que su trabajo es esencial para orientar a las familias y hacer con ellas pactos de trabajo, con horarios establecidos con los docentes, que les permitan a los alumnos un avance efectivo. 

Danna Valeria Duarte, estudiante de quinto grado de la sede rural La Moya, y su madre Paola Bernal hicieron un compromiso con el colegio para adelantar a su propio ritmo las tareas escolares dependiendo del funcionamiento, en la finca donde viven, de la red de internet. La modalidad SERC les concede a sus estudiantes ser promovidos al año siguiente, inmediatamente hayan cumplido el plan curricular establecido para su grado, lo que le facilita a Danna seguir estudiando. En otros casos, donde los estudiantes no alcanzan los logros propuestos, los niños no pierden el año, sino que durante el año siguiente continúan con el desarrollo de su trabajo hasta donde hayan alcanzado. Para los padres, es un beneficio que exista este método, mucho más en este tiempo de dificultad. 

Evidencia del trabajo en casa de los estudiantes de las sedes rurales. Foto de la docente Francy Torres.

Paola se ha visto en la obligación de contar con tiempo nocturno para acompañar a su hija en el proceso escolar. Ella hace parte del grupo de familias que pueden entregar trabajos y conectarse a altas horas de la noche, por lo que el tiempo de estudio entre Danna y su madre casi siempre es cuando se oculta el sol. Ambas aprovechan su escasa conectividad para ayudar a vecinos del sector que no cuentan con el apoyo de sus papás a la hora de hacer y enviar trabajos. 

Ante las diferentes situaciones negativas, intrusas en el proceso del aprendizaje, los conflictos familiares no son la excepción, porque el confinamiento ha afectado negativamente la convivencia social y ha generado dificultades emocionales que, algunos orientadores escolares, han tenido que intervenir para prevenir o alertar a las autoridades en los casos de violencia intrafamiliar. Lizeth Nieto, en su labor de orientadora, realiza actividades como talleres de padres por medio de la radio municipal, con programas que permitan fortalecer los lazos familiares en tiempos de pandemia. Cuando no es posible que la señal de la radio alcance a los pobladores, distribuye sus transmisiones a través de audios que les permite a otros escuchar sus programas. Para detener los hechos de violencia en casos de extrema dificultad, ha realizado visitas domiciliarias para hacer trabajos terapéuticos con niños y padres, teniendo en cuenta los protocolos sanitarios de bioseguridad; en algunos casos se ha visto obligada a hacer remisiones a entidades competentes como el ICBF, (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar) y a la Policía de Infancia y Adolescencia, por el riesgo inminente en que se encuentran los menores. 

Su trabajo va dirigido a mejorar la comunicación afectiva y efectiva intrafamiliar, en la búsqueda de procesos de tolerancia y sana convivencia familiar, para que el bienestar de las familias se vea reflejado en el alto rendimiento académico de los menores. El apoyo psicológico en los colegios de la ruralidad va de la mano con los docentes, debido a que son ellos quienes tienen más cercanía con los estudiantes y a sus diferentes problemáticas. La labor que desempeña esta dependencia en el colegio no solo ha sido dirigida a los padres de familia, también al personal docente y administrativo, pues la presión laboral es elevada y muchos de ellos, además de educar y desempeñar funciones administrativas, también son padres y madres, responsables de sus hijos dentro de sus hogares. De allí que la orientación vaya dirigida a ellos para favorecer el control y manejo del estrés laboral. 

El día a día de los maestros. Dibujo de José David Vasallo.

Los centros educativos rurales tienen una particularidad que no tiene el sector urbano, y es que los docentes de estas escuelas, en su mayoría, son los mismos para los grados de preescolar a quinto, por lo que los docentes deben estar en contacto con alumnos entre los cuatro hasta los quince años de edad. Por otra parte, también estos colegios cuentan con estudiantes con necesidades especiales como el síndrome de Down, el trastorno del espectro autista, el mutismo selectivo escolar y otros problemas de aprendizaje como dislexia, discalculia, disgrafía, entre otras. Por tal razón, los maestros deben implementar, para cada uno de ellos, actividades acordes con la edad, el curso y la discapacidad, en caso de que la tengan, sumado a las guías de trabajo para padres, que los docentes construyen para el apoyo en casa.

Nancy García, docente de la sede rural La Moya, elabora un plan de trabajo pedagógico y también terapéutico, a través de canales virtuales, para hacer seguimiento a estudiantes y familias en este proceso. De esta manera busca que los avances logrados por los estudiantes con discapacidad no se deterioren por el tiempo, sino que por el contrario sea una motivación para que los niños permanezcan, avancen y quieran volver al aula. 

Actualmente no hay programas virtuales para los niños con discapacidad en el sector rural, por lo que el apoyo que los docentes hacen se ve reflejado en un proceso real de inclusión, donde todos los niños sin excepción reciben su formación educativa. Esto les permite suplir las dificultades que poseen, pero también potencia sus fortalezas. Este trabajo, en el caso de los padres, es un poco más complejo, sin embargo, los docentes de manera sencilla, clara y permanente les van ayudando en su cotidianidad, de manera que el niño con discapacidad reciba atención escolar como cualquier otro niño. 

Trabajo de los estudiantes, queriendo culminar pronto sus deberes académicos. Foto de la docente Francy Torres.

La Institución Educativa Departamental Pio XII, así como otras instituciones, se dio a la tarea de replantear estrategias, metodologías y actividades, partes del diseño pedagógico, para los procesos de enseñanza y aprendizaje en la virtualidad de las comunidades rurales. A pesar de las grandes y diversas dificultades, los directivos de esta institución pueden decir que, para el primer año lectivo en la pandemia, los resultados del proceso en general han sido favorables; pero también reconocen que el grado de dificultad fue muy alto y que es incierto lo que pueda suceder en el ámbito educativo durante el 2021. 

Aun así, todos los miembros de esta comunidad tienen la certeza de que las bases adquiridas y establecidas durante el año anterior harán que el proceso educativo sea mejor y se fomente la autonomía y la adaptabilidad con los estudiantes que van a su propio ritmo. “La enseñanza en la ruralidad ha crecido con el mito de subestimación, porque es rural o porque es campo se considera que no es lo suficientemente apta para el aprendizaje de los niños”, opina Omaira Hernández, para quien los resultados son la evidencia de una educación rural resistente y efectiva.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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