Ana Quemba, ganándose la vida a pulso

Contenido web archivado:

Este contenido es para fines históricos y no se le realizan actualizaciones

Ana Urbella Quemba es una mujer caracterizada por su perseverancia y actitud frente a la vida, a pesar de los golpes, las injusticias y las decepciones. Ana lleva siempre la cabeza en alto. Debido a su avanzada edad, ha tenido que buscar otras formas para ganarse la vida, haciendo uso de los conocimientos aprendidos gracias a una larga tradición familiar, con lo que ahora tiene su propia forma de emprendimiento, lo cual le ayuda a sobrevivir y a colaborar en la casa.

Junto a su madre y hermanos, Ana Quemba llegó a la ciudad de Bogotá desde Boyacá, departamento que la vio nacer y crecer. La familia Quemba se instaló en el sector de Los Laches, ubicado en el centro de la Capital, donde construyeron el hogar que vería crecer a las siguientes generaciones hasta el día de hoy. Aunque la relación entre los hermanos se agrietó luego del fallecimiento de su madre, Ana recuerda a su familia con nostalgia y mantiene su pequeño pedazo de propiedad de la casa familiar, la cual intentaron arrebatarle.

Ana pasó la mayoría del tiempo acompañando a su madre mientras pudo, “la acompañaba a las citas médicas, me quedaba con ella siempre”, pero no se daría cuenta que, a escondidas, sus hermanos llevaron las escrituras de la propiedad a una notaría, donde cambiarían los nombres de los propietarios, dejando a Ana sin su parte justa de la casa donde había crecido. Al darse cuenta de esto, inició un proceso para pedir una parte de la herencia familiar que le correspondía por derecho, pero, poco después de fallecer su madre, sus hermanos murieron, dejando la propiedad a nombre de sus sobrinos, quienes, tiempo después, intentarían sacarla. “A mí me dijeron que iban a repartir la propiedad, pero eso era mentira. Yo tengo todos los papeles que comprueban de quién es la casa en realidad”, al no querer firmar ningún papel o hacer tratos con sus sobrinos, Ana sería expulsada de la casa de su madre.

En casa de su hija, Ana mantiene la mayoría de hilos y demás materiales para hacer sus trabajos.

Durante el lanzamiento, vecinos del sector apoyaron a Ana alegando que no era justo que le quitaran su propiedad, ellos fueron testigos de que ella ya había construido un piso de madera y sembrado sus propios cultivos de eucalipto, brevas y cerezas. Aun así, luego de negociar con sus sobrinos, Ana se quedó con una pequeña parte de la propiedad, de la cual demostró haber sido dueña durante veinte años, aunque ahora no tiene acceso a servicios públicos y apenas va a dormir durante algunos días a la semana, ya que la mayoría del tiempo lo pasa en casa de una de sus hijas, Rosalia, quien le abrió las puertas de su hogar ubicada en la localidad de Fontibón, justo al lado de los incesantes ruidos de los aviones que pasan sobre ellas.

Ana permaneció una parte de su vida viviendo en Santa Marta, Magdalena, donde tuvo una relación fallida con un hombre que no respondió por sus hijos, siendo seis los que Ana tuvo que criar hasta que cada uno creció y pudo independizarse. Luego de regresar debido a la mala situación que vivieron, Ana volvió junto a sus hijos a la Capital, donde empezaría a trabajar en oficios varios en casas o apartamentos de los sectores de Modelia y el centro de Bogotá, con lo que ganaría el sustento para sobrevivir junto a sus hijos. Actualmente, ellos se independizaron y algunos salieron de la ciudad, pero aun así mantienen el contacto, más que todo con Rosalia y Rosalbina, dos de sus hijas con quienes vive en la misma casa ubicada en Fontibón.

Con el paso del tiempo, Ana dejaría de ser recibida en empleos debido a su avanzada edad, por lo que hace dos años comenzó a crear y vender sus propios productos artesanales hechos a mano. Bolsos, ropa, artículos de bisutería y demás, son algunas de las creaciones que Ana exhibe con orgullo. Sus conocimientos sobre bisutería y arreglos hechos a base de lana iniciaron gracias a las enseñanzas de su madre y algunos cursos a los que ha asistido durante su vida, los cuales le han servido para iniciar su propuesta de emprendimiento. En una habitación en la casa de su hija, Ana mantiene la gran mayoría del material con el que hace sus creaciones que llegan a demorar hasta tres días en su confección, eso dependiendo del estilo que quiera darle al artículo.

Junto a otras 10 mujeres, Ana se graduó como Agente de Prevención de la Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes. 

Actualmente, Ana hace parte de la Fundación Renacer, una organización social cuyo propósito es contribuir a la erradicación de la Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes (ESCNNA), mediante programas de acompañamiento y atención integral a las víctimas, prevención, investigación, capacitación y asesoría a organizaciones y comunidades, desde la perspectiva de protección, defensa y restitución de los derechos de la infancia. “Mi hija, Rosalbina, lleva dos años en la Fundación Renacer, ella fue la que me dijo que empezara a ir a las reuniones, así que fui y me inscribí a la red de mujeres de la que llevo haciendo parte un año”.

Durante ese año haciendo parte de la Fundación Renacer y de la red de mujeres de la localidad de La Candelaria, Ana ha asistido junto a su hija a diferentes talleres y cursos donde les han enseñado a impulsar sus formas de emprendimiento, pero también las han acercado a temas de los que no tenían gran conocimiento, como la explotación sexual comercial. Aunque Ana hace parte de la gran cantidad de víctimas que deja esta problemática, ella no quiso tocar el tema como una víctima, sino como una persona que puede ayudar a otras con sus conocimientos sobre la base de lo que ha aprendido durante su vida. “En las reuniones nos hablan mucho sobre el tema de la prevención, que hay que cuidar a nuestros hijos de los peligros que hay en las calles, y más ahora, que las cosas están tan mal”, expresó Ana, “yo todo lo que me cuentan y enseñan en la fundación se lo digo a las personas más cercanas o con las que charlo, así se va haciendo una voz a voz”.

Según Ana, la red de mujeres le ha ayudado a ser una persona más unida y empática, trabajando en equipo con las demás integrantes del programa, con quienes tiene la oportunidad de platicar abiertamente en las reuniones que realizan. “A nosotras nos llaman y nos dicen cuándo hay reunión y también cuándo hay feria para que podamos vender nuestras cositas”, dichas ferias son realizadas cada quince días en el centro de Bogotá, donde pueden poner sus puestos en el sector del Chorro de Quevedo o en el parque de Los Periodistas, en los que le muestran sus productos a las personas que pasan, “a veces el producido uno hace treinta mil pesos o las muchachas de la Fundación nos colaboran comprando algún producto, aunque no siempre se vende”.

Ana, junto a sus hijas Rosalía y Rosalbina, hacen parte de la red de mujeres de Renacer. 

Al igual que su madre, Rosalia y Rosalbina van a las reuniones y talleres que ofrece la Fundación Renacer, “hay bastantes cursos donde uno puede aprender cosas nuevas”, dijo Rosalbina, “yo hice uno de costura en cuero. De ahí empecé a hacer mis propias billeteras o bolsos que voy vendiendo poco a poco, eso ayuda para los gastos del día”. Rosalbina tiene en cuenta fechas como la Navidad para hacer sus propios diseños o empezar a asistir a talleres que le permiten obtener nuevos conocimientos y así empezar a crear otros productos. Por otro lado, Rosalia hasta ahora empezó a asistir a las reuniones a las que la invita Ana y su hermana, quienes ya son frecuentes: “Por el momento no tengo un trabajo formal, pero he ido a algunas reuniones y también sé hacer bisutería, lo que me ayuda a distraerme y, a veces, me compran, pero no siempre alcanza”, expresó Rosalía quien es madre de cinco hijos de diferente papá, “mis hijos son los que pagan el arriendo y traen lo de la comida, pero la situación ha sido difícil para todos”.

Uno de sus hijos comenzó a tener problemas de salud, por lo que le ha sido imposible continuar en el trabajo, la lucha se ha centrado en hacer que le den las citas médicas y los medicamentos para tratar sus episodios epilépticos, aun así, no han presentado ningún tipo de queja ante las entidades prestadoras de salud ni interpuesto una tutela para mejorar el proceso. Por ahora, solo dos de sus hijos cuentan con un empleo estable, ellos son quienes ayudan con el pago del arriendo y los gastos básicos diarios, mientras tanto, Ana, Rosalía y Rosalbina continúan buscando alternativas para solventar sus preocupaciones económicas.

El pasado 18 de octubre de 2019, la Fundación Renacer, en conjunto con la Alcaldía Local de La Candelaria, otorgaron a Ana, Rosalbina y otras nueve mujeres, cada una con propuestas de emprendimiento e historias de vida diferentes, la certificación de Agente de Prevención de la Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes, “me siento orgullosa de haber recibido el título ya que me da las herramientas para hablar de estos temas con mi familia y amigas, la verdad no quisiera que siguieran habiendo víctimas”, confesó Ana. Aunque también expresó su descontento debido a que hay personas que no van a las reuniones ni los talleres y esperan obtener beneficios: “Cuando hay plata de por medio, ahí sí van señoras que jamás he visto, normalmente ya nos conocemos todas, pero ese tema es algo que estamos hablando para que sea obligatorio asistir a todas las reuniones”.

Los arreglos hechos con lana y la bisutería son dos propuestas de emprendimiento que tiene Ana, los cuales aprendió a hacer gracias a la tradición familiar. 

Por ahora, la señora Ana Quemba continuará asistiendo a las reuniones e intentando aportar su grano de arena: “Cada uno puede evitar que sigan apareciendo casos como esas cosas horribles que dicen que les pasan a niños en la televisión, solo nos queda hacer la voz a voz y seguir extendiendo el conocimiento para que más personas se enteren de quiénes somos y qué hacemos”. Ana habla con sus nietos y vecinos sobre el tema de la explotación sexual, y aunque no es la más experta, les comenta cada cosa que aprende en los talleres y reuniones a las que va, “no es mucho lo que uno hace, pero cada granito cuenta”.

Mientras tanto, Ana continúa comprando bolas de lana y los demás materiales para hacer sus productos, que, con mucho amor y dedicación, espera que alguien pueda llegar a modelarlos. También está interesada en continuar con los cursos y talleres que ofrece la Renacer, esto para tener nuevas ideas y productos que le guste a las personas que ven sus productos en las ferias de emprendimiento del centro de Bogotá.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

Institución de Educación Superior sujeta a inspección y vigilancia por el Ministerio de Educación Nacional.