Redacción: Alison Lorena Farfán
Ilustración:Karen Sofia Camacho Gutierrez
La típica noche: La cabeza toca la almohada y todo se simplifica, los sueños empiezan a llegar lentamente a la mente y, de repente, esa pesadilla llega y golpea sin aviso previo.
Y como todo cuento, este empieza con 'había una vez' y termina con un 'comieron perdices por siempre'.
Cuando mis ojos se cerraron, él vino a mi mente, se tornó de color blanco, entre humo y misterio. Estaba emocionada, sabía que ya no era plenamente consciente. Mi cerebro procesaba tan rápido la información como le era posible, y lo supe en ese momento, cuando mi cuerpo cayó al vacío persiguiendo esa figura blanca rodeada de un espeso humo...estaba soñando.
Al tocar fondo, mi cuerpo se movió y me levanté sin un rasguño o dolor. Supe que era un sueño, de lo contrario, al caer, mi realidad me habría condenado a morir.
Salí del vacío, con la esperanza de encontrar aquella figura, pero la figura que parecía ser celestial se torno infernal.
La pesadilla apareció. El humo me atrapó, secó mis lágrimas y me envolvió hasta el cuello. Mi respiración se frenó y mi pecho dejó de latir.
Estaba muriendo.
Un soplo me regaló un aliento de vida más. Abrí mis ojos y estaba él, tan alto que me miraba desde arriba, tan delgado que me sorprendía.
Caí en sus brazos cuando el humo se disipó, pensé que era mi salvación, pero una vez entre sus brazos, fue mi perdición.
Sentí su calor. No era cálido como la caída del sol, era axfisiante como ceniza que se esparce en el viento.
¡Despierta, despierta, morirás aquí!
Todo desapareció.
Mi cuerpo cayó al vacío, está vez dolió, no pude levantarme. Al parpadear ví la realidad, la pesadilla era real.
El humo estaba sobre mí, la ceniza adornaba mi cabello. Mi realidad estaba ardiendo.
Eso es lo que recuerdo: Había una vez fuego en mi cuarto, una inocente llama que quemó todo el lugar, después intenté escapar siguiendo la figura de aquel hombre. Me sujeto en sus brazos y me sacó de las llamas.
Ahora se que cumplió su trabajo, salvó mi vida, permitió que yo comiera perdices por siempre.