Redacción: Sofía Acero
Tocar era peligroso. Tocar podía matarme. Tocar podía matarlos. Tocar había matado. Tocar está prohibido. Yo solo quiero tocarla.
Tocar era una necesidad que ya no podíamos satisfacer, no sin asumir las consecuencias fatales que esto podría traer, no si queríamos que nuestra existencia se alargará un poco más en este mundo y no repetir esa historia que hace años casi nos había llevado a la extinción. Sin embargo, saber todo esto no implica que sea sencillo simplemente obligarte a hacerlo.
De hecho, si hubiese sabido que aquella vez, cuando la ira tomó lugar en vez de la comprensión y los pasos se escuchaban de cuadra en cuadra alejándose furiosamente de ella, iba a ser la última oportunidad que tuviese de sentir su tersa piel oscura contra la palma de la mano, los pasos retrocederían en sí mismos, la ira se aplacaría y el choque de nuestros labios nos haría olvidar cuál era el problema que estábamos discutiendo (que ni ahora puedo recordar) pero fue algo que no hice y que nunca más podré hacer.
¿Quién diría que las caricias que dábamos por sentado se iban a convertir en un arma letal? Cuando el mundo empezó a cambiar, nadie se tomó las instrucciones demasiado en serio, pensábamos que los medios de comunicación exageraban y que el discurso apocalíptico que transmitían no podía ser más que fanatismo, ¡es imposible que algo que no podemos ver transforme nuestra vida de esta manera! repetiamos, qué grave error.
Cuando la vi a lo lejos, envuelta en una bruma de niebla y viniendo a mi como en un sueño salí corriendo a su encuentro. Conforme me iba acercando disminuí la velocidad, por más increíble que fuese esto no podía simplemente obviar el daño que le haría mi toque. Pero quiero tocarla, necesito hacerlo. Estiro mi mano lentamente hacía ella, su sonrisa cargada de expectativa y temor me anima a continuar. Pasan los segundos y mi mano continúa dirigiéndose a ella, como si supiera exactamente el lugar en el que debe posarse. Estoy a centímetros de ella, a nada de volver a sentir el contacto con otro ser humano después de años de haberlo olvidado. Estoy tan, tan, tan cerca...
¿Por qué todo se comienza a difuminar de repente? ¿Qué son estas paredes blancas que me rodean? ¿Dónde está la luz del sol? ¿Cómo ella pudo escapar tan rápido de mi toque? ¿Dónde estoy?
Intento abrir mis ojos con desesperación, sabiendo que estoy en un sueño, que yo tengo el poder de despertar y arreglar todas las cosas que mi subconsciente me recordó que estaban mal, pero no puedo; destrozo mi garganta con gritos atronadores que me ayuden a reaccionar, muevo mi cuerpo con desesperación, intentando con todas mis fuerzas soltarme de la prisión que se ha convertido mi mente, pero no puedo, porque aunque esto parece un cuento, y créanme cuando les digo que yo también quisiera que lo fuera, tiene más realidad de la que te puedes imaginar.
Aquí nos encontramos frente al único manicomio de la ciudad - dice elocuentemente la periodista - donde se retienen aquellas personas consideradas un peligro para nuestra sociedad. Si de ellas dependiera, volveríamos a los oscuros tiempos de convivir todos juntos a menos de un metro, salir a trabajar y tocarnos unos entre otros. ¡Toda una película de terror!
Definitivamente era aquel era un lugar indispensable para la paz de la ciudad - decían los habitantes de esta, desde el lugar en el que habían estado más de 10 años sin salir: sus casas - no podemos volver atrás.