Cuento por: Ana María Contreras
Ilustración: Laura Sánchez
Al principio solo era un juego, conocerlo no parecía algo serio, aunque ese no era el plan, así se preparó para amar…
Tal cual como se lo había pensado, la verdad no tenía planes de enamorarse, ¿su sueño? viajar lejos. En medio de tanto caos, ella se veía tranquila, no le molestaba el hecho de estar sola, bueno, no estaba sola…
Martes 11 de febrero 4:00pm
En su escritorio recortando letras impresas de revistas de moda viejas y además sus favoritas, le parecía que hacer un collage la haría feliz, pero realmente no tenía idea de qué hacía, solo ubicaba detalladamente las letras al azar, para ver qué salía… de fondo, la canción My One and only love” de John Coltrane & Johnny Hartman, el piano sonando, una tarde soleada acompañada de una taza de café y galletas de avena, no eran sus favoritas, pero no había más en la alacena. Una chica sencilla.
Se reunía cada ocho días en Fridge Snacks, un restaurante de los 80's con su grupo de amigas, tomaban malteada hasta la madrugada, sentadas en los asientos de un cadillac rosado hablando de cómo sería su chico ideal, las risas y burlas sin sentido de aquellos pretendientes atrevidos solían ser el tema central, aquellos que no tenían oportunidad, pobres, con un espíritu valiente quienes se les habían declarado hace tiempo y ellas sin más, los habían rechazado. —esto es una pavada— decía la amiga mala—, los comentarios se tornaban sin sentido después de las once, y cuando la plata era ya gastada en malteadas, se retiraban cada una a su casa.
Miércoles 15 de abril. 9:00 am
Una taza de café y su círculo social de chicas siempre la acompañaba cada mañana, eso era lo que siempre hacía. Pero se tornaba un ambiente lento cuando se iban, la verdad no sabía de dónde salía la plata para vivir en la casa que lo hacía, ambiente fino, muebles caros, una nevera que habla y cortinas automáticas, sus padres le enviaban dinero semana a semana para que no le faltara nada. A pesar de eso no era malcriada.
Sinceramente, era muy joven para que le gustara el jazz y el blues, pero en otoño todo se vale y más en Buenos Aires: las hojas verdes se caen y las tardes doradas comienzan a brillar. La idea era salir en la tarde con la mina que siempre hablaba para ir a Palermo; Francesca era muy buena amiga, además siempre le llevaba alfajores rellenos de mousse, que eran para ella los más ricos. Todo y eso con la condición de que no fueran los suficientes como para pasarse de peso, y después ir a Fridge con las demás.
Mientras Fran llegaba, terminó de alistarse para salir, el mejor outfit, el mejor perfume y claro, la mejor actitud, viendo tarjetas viejas que hacía aburrida en su clase de francés y terminaba en el andén, encontró una que decía: Je te rêve y me sueño contigo en nuestro lugar favorito, tu cantando yo escuchando, te buscaré aunque suene loco de Bogotá hasta Buenos Aires —qué mezcla de cosas, además lo último es una canción—pensó—. Sonó el timbre, Ramiro llegó con Fran para ir a Palermo, sonó el timbre, ella subió la cabeza y volviendo en sí, guardó la tarjeta con rapidez, abrió, sonrió y se fue.
Miércoles 15 de abril. 4:00 pm
La ansiedad de conocer gente nueva la llenaba de alegría, no era nada nuevo desde hacía ya varios meses, pero esta vez sentía que iba a ser especial. La cantidad de amigos que quería versus la que tenía no hacía escándalo en su mente, pues al fin y al cabo su único y principal foco, era ese, tener muchos amigos.
Ramiro le presentó un chico bastante curioso, no era el más tímido, pero tampoco el más bulloso, ¿a sus ojos? Perfecto. Perfecto para que la lleve a cine y le muestre más de la ciudad- pensó.
—Hola, soy…
—Hola, un gusto—la interrumpió.
—Qué tipo tan atrevido— pensó.
Lo más extraño era que pese a la tremenda belleza de la ciudad, a lo largo del recorrido no la dejaba de mirar, ella pensó que quizá aparte de grosero era indiscreto.
Nunca era demasiado para una ilusión, pero para qué pensar en eso, ¿alguien tan presumido como él? No, no podían hacer match. Sus ojos lo confirmaban, cada vez que salían era un misterio, era un chico que se hacía desear, no se explicaba cómo pero ahora habitaba en su mente cada que podía, y aunque no quería, así lo hacía.
Sábado 16 de mayo. 3:45 pm
Lloviendo afuera, tarde de arcoíris, un rocío suave y una ligera aurora de sol. Cada vez que se escuchaba el rechinar del ascensor era porque era visita para la del 202, típico. Pero ella estaba coloreando tarjetas, sonó el timbre de su casa, sus ojos se abrieron, se alarmó —Pero ¿quién? —pensó. Corrió a acomodarse el cabello, luego abrió.
—Espero que mi actitud no te moleste, pero el día fue un poco largo y mi estado de ánimo es azul, no podía pensar a dónde más ir, no es nada especial, pero solo vengo a saludar—. Dijo, el chico apuesto de la tarde de esa vez.
Medio mojado, con una cara sumisa y atrevida, su sonrisa pícara, le faltaba la flor.
—Pasa— le respondió.
El efecto de la visita comenzó a surgir efecto, “¿nada más a saludar?” ni él se creía el cuento; el rostro serio de ella se fue convirtiendo en una sonrisa, nada más creativo que enamorarla con una tarjeta. La abrió, la leyó, se sonrojó y sonrió. ¿De fondo? I just dropped by to say hello de Johnny Hartman.
El chico odioso resultó ser un buen conversador, de repente él se le acercó y al rato de muchos chistes tontos pero que a ambos les causaban gracia, posó su mano sobre la de ella, la miro a los ojos, bebieron café y un mate.
Era obvio que ese primer día él no fingió, simplemente quería hacerse el difícil, el chico rudo que no tiene sentimientos ahora los tiene todos revueltos en su estómago, nada más observa cómo la mira.
Lunes 1 de junio 6:00pm
El frío del invierno llega al sur del planeta, pero nada más cálido que un amor recién llegado, esa sensación de expectativa de no saber que continuará, la incertidumbre de volverlo a ver para confirmar lo que iba a pasar.
El frío de afuera no permite salir ni ir al Fridge, así que se citaron aquel par para charlar en la casa de él. Sentado en el sofá esperando que llegara, se acomodó el cabello y esperó, Llegó.
la vio, ¡estaba fantástica! su cabello ondulado todo bien peinado, mira su ropa, toda una chica experta en moda, sus ojos, el maquillaje perfecto; tanto se gustaban que la excelencia se notaba en cada aspecto. Él le sirvió té esta vez para no tomar café, se sentó en frente de ella, le trajo rosas, le tomó la mano, la miró, se le confesó y la besó. Nada parecido a lo que ella soñó, ni en español ni en francés, ni en su lugar favorito ni en un café, ni le cantó ni le dio un alfajor, simplemente así fue como la enamoró, porque fue su primer y único amor.