Por: Sara Rojas
Ilustración: Angie Aurora Vargas Alvarez
Mi nombre es Iqbal Masih y nací en unos de los peores momentos para ser niño y varón. Soy de Pakistán y vengo de una familia cristiana y muy pobre.
Todo mi infierno empezó con una decisión de papá, cambiarme por 600 rupias para pagar la boda de mi hermano mayor que se llamaba Aslam. La persona que le prestó el dinero a mi padre era un fabricante de alfombras, quien se convirtió en mi dueño. Yo no entendía nada, solo tenía cuatro años y mucho miedo, quería estar en mi casa, pero nadie venía por mí.
Mi vida se llenó de temor y tristeza, todos los días me pegaban y trabajaba hasta la noche, como era tan pequeño yo no tenía toda la fuerza que los señores que me mandaban querían que tuviera. Aunque papá dijo que me recogería, esto nunca pasó, creo que por no poder pagar los intereses. No tuve solo un dueño, muchas otras personas me compraron y me hacían trabajar.
Yo siempre fui mejor que mis demás compañeros, por durar tanto tiempo con el telar terminé por ser un esclavo valorado, pero eso no restaba nada a la tristeza y la desolación que sentía por estar lejos de mi familia. Yo quería estudiar, crecer como un niño normal, o por lo menos ser libre. Por no comer ni dormir bien, no crecí mucho, a los doce años medía lo que mide un niño de seis años.
Un día, estoy seguro de que fue un domingo, logré escapar de la fábrica donde me tenían, corrí, corrí y corrí sin mirar atrás, solo quería olvidar el sufrimiento, yo no quería ser como mi amo, yo no quería tener posesiones, yo simplemente quería ser libre. Libertad, que palabra tan simple, tan compleja, tan necesaria, tan deseada, tan imposible, o eso pensaba hasta que conocí un grupo de personas (sindicato Bhatta Mazdoor Mahaz) que me quisieron ayudar para demandar a los que me habían hecho daño, ellos también me ayudaron a salvar a mis amigos que estaban aún esclavizados.
La policía y mis nuevos amigos hicieron todo lo posible por capturar y condenar a mi último dueño. Cerraron la fábrica y salvaron a mis compañeros. Desde ahí pude entrar al Frente De Liberación Infantil, donde nos encargamos de ayudar a los niños como yo para salir de la esclavitud y ser libres. Pudimos ayudar a muchísimos niños y niñas, que no solo las ponían a trabajar muy duro, sino que muchas, lamentablemente, eran abusadas por sus 'dueños'.
Hasta que un día recibí un disparo que me quitó la vida a los doce años, mis compañeros del frente creen que fueron personas que buscaban venganza principalmente por la afectación de la industria de alfombras en Pakistán, puesto que ya había recibido amenazas de muerte por parte de estas personas. Al parecer los domingos ocurrían cosas particulares en mi vida, el domingo 16 de abril de 1995 fue el día de mi muerte y a la vez se convirtió en una conmemoración para seguir en pie de lucha por los derechos de los niños y seguir adelante con una postura en contra de la esclavitud infantil en todo el mundo. Yo ya hice mi parte, ayúdame con la tuya.
"Mi sueño es acabar con el trabajo infantil para todos los niños del mundo".
- Iqbal Masih (1982-1995)