Redacción: Miguel Rodriguez
Ilustración: Isabella Jaramillo Diaz
A quien corresponda
De: Ana De La Hoz
Si alguien está leyendo esto, ya es tarde y no hay nada que hacer, la decisión está tomada. Al seguir leyendo esto aceptará comunicarle a mi familia y amigos que me encuentro muy lejos, también a guardar el secreto de lo que en la presente esté escrita, sin más que avisar, póngase cómodo y tome un café.
Nací y crecí en la ciudad de Barranquilla junto a mi madre, mi tía y su esposo. Desde niña fui muy callada y de pocos amigos, no conocí a mi padre, de él solo sé que era un militar muy guapo, según mi madre; ella dice que murió en combate, mientras que el esposo de mi tía dice que al enterarse que mi madre estaba embarazada, solo la abandonó sin rastros ni testigos.
Dejé de creer en Dios a los once años, cuando en una noche del famoso carnaval el esposo de mi tía, muy tomado, abusó de mí; este fue el primer hecho que ocurrió para que yo tomara la decisión. Le conté a mi tía y ella siempre lo justificaba, “Es normal” decía, “son cosas de hombres”, “no le ponga cuidado a eso”. No fue solo una vez, fueron muchas veces, luego que ese hijo de puta me dejara sin fuerzas para vivir, solo podía suplicarle a Dios su fuerza divina para al día siguiente hacer como si nada e ir al colegio.
Pasaron tres años y la situación no terminaba, el segundo acto que me hizo ir lejos fue una tarde cuando en una iglesia, para hacer la primera comunión (obligada por mi madre), necesitaba confesarme, lo hice en la iglesia del barrio. El párroco estaba en el confesionario, le conté todo lo que pasaba con el esposo de mi tía y cómo ella me culpaba por “provocarlo”, el sacerdote me dijo que era “normal”, “Son cosas de hombres, no le ponga cuidado a eso”, me invitó a que en la noche me pasara de nuevo, dijo que me enseñaría un poco más la palabra de Dios. Regresé a casa y le conté a mi madre, ella me dijo que lo visitara, a lo mejor servía para encontrarme más con Dios, pasé en la noche y el sacerdote se comportó muy bien conmigo, me hizo muchas preguntas sobre la situación del esposo de mi tía, cuando estaba a punto de irme me empujó contra la puerta y comenzó a besarme, intenté alejarlo, pero él tenía mucha fuerza, mandó mis manos sobre su pene y me susurró “harás lo que te diga o le diré a tu madre”, ya podrás suponer lo que pasó.
En diciembre de ese año ocurrió una tragedia que luego trajo grandes beneficios. En la noche del 24, el esposo de mi tía la golpeó hasta dejarla casi sin vida, sucedió luego de que mi tía se enterase que el hijo de puta dejó preñada a la vecina. Duró toda una semana en el hospital, una semana donde él se desquitó conmigo (ya sabes cómo); cuando mi tía volvió a casa, empacó sus maletas y por fin nos deshicimos del bastardo ese.
Ya con quince años y estando en décimo grado, sin el recurso económico del esposo de mi tía, pasamos una situación bastante difícil. Una noche mientras veía televisión con mi tía y mi madre tuve una grandiosa idea. “¡Ya séee, montemos una tienda!”, ellas dos se miraron fijamente y echaron unas carcajadas. “No mijita, eso es muy caro”, dijo mi tía, hubo un gran minuto de silencio hasta que mi madre preguntó “¿Y si montamos un restaurante?”. “Uy mami, usted y mi tía cocinan delicioso, yo podría ser la mesera”, las tres nos pusimos manos a la obra y creamos nuestro restaurante, el más popular del barrio. Como mesera empecé a conocer algunos chismes de la gente que comía allí, él hijo de Gustavo (el panadero) no era hijo de él sino de Carlos (el de la papelería), y Miguel, el hermano de Samanta, estaba en Estados Unidos de mula, pero el chisme que más me impactó fue que el esposo de mi tía la abandonó y dejó preñada a la vecina porque mi tía no podía tener hijos, eso le afectaba bastante, por lo que decidí regalarle una perra, la cual cuida hasta el día de hoy.
Mi vida tenía buen rumbo, llegué a grado once, el restaurante iba muy bien, tanto así que podría irme a estudiar a la capital, tenía una gran amiga con la que pasaba día y noche, se llama Natalia, hacíamos tareas juntas, trabajamos de meseras en el restaurante y salíamos mucho de fiesta, lo tercero que ocurrió fue en una fiesta, siendo sincera yo no quería ir porque iban a estar puros pelaos malucos, Natalia estaría con su novio quien estaba estrenando carro, yo no cuadraba en ese grupo. Natalia habló con mi madre y la convenció de dejarme ir. Ese día el novio de Natalia me recogió en el restaurante, ahí empezó mi horrible viaje, me hice en la parte de atrás, el intentaba tener una conversación conmigo pero yo no era muy conversadora, luego de todo lo que había ocurrido con el cura y el esposo de mi tía me volví esquiva con las personas, me hizo un comentario muy incómodo que hasta el día de hoy no lo pude borrar: “Lástima que seas la mejor amiga de mi novia, la verdad es que con esa falda te ves muy buena y me causas una gran erección, me gustaría que me la chuparas”, todo eso mientras no paraba de verme por el espejo retrovisor. Luego recogió a un amigo de él, se veía un chico noble, la verdad no lo conocía; luego recogimos a Natalia. No sé si fue una gran noche, no tengo recuerdos de que pasó, tomé demasiado y creo que mi trago tenía algún tipo de droga, así eran las fiestas con Natalia.
Al día siguiente desperté en el sofá de mi casa, ya dije que no recordaba mucho, pero tenía un gran dolor en la vagina y por más que busqué no encontraba mi ropa interior, era tarde, el restaurante estaba pronto abrir. Natalia tuvo una gran indiferencia todo ese día, no entendía muy bien lo que había sucedido, cuando cerramos se acercó a mí y me dijo “Eres una zorra, no sé cómo pude confiar en ti, eras mi mejor amiga, dime, ¿por qué te acostaste con mi novio?”. No tenía ni la menor idea de que hablaba, guardé silencio y comencé a llorar, ella sacó su celular, me mostró fotos y videos donde el novio de ella y su amigo abusaron de mí, intenté explicarle que no recordaba nada, que el trago me golpeó muy fuerte y ella solo se fue.
La cuarta cosa que me sucedió fue doble, pasaron tres meses y Natalia no volvió al restaurante, tampoco volvió a hablarme, había un grupo de señores que siempre se quedaban jugando dominó y tomando cerveza en las tardes, mi madre tenía otro trabajo y mi tía daba vueltas con la perra, creo que salía a conocer señores, yo los atendía mientras hacía trabajos, este grupo de señores me hizo odiar por completo a los hombres. Escuchaba sus conversaciones y hablaban solo de mujeres, hicieron un par de comentarios sobre mi mientras me veían morbosamente, alguna vez uno de ellos me ofreció dinero por tener sexo con él, solo podía ignorarlo.
Hubo una semana donde me sentí muy mal, no pude ir al colegio porque vomitaba, no tenía nada de fuerzas y me sentía muy hinchada, hacia tareas desde casa mientras ayudaba con el restaurante, en un momento uno de los señores del dominó me vio vomitar y dijo “Vos estás preñada, muchachita”, estar embarazada era un susto con el que no podía vivir, estaría arruinando mi vida, entonces decidí hacerme una prueba de embarazo. Fui a casa de Natalia, hablamos y me acompañó a hacerme la prueba. yo no quería ver el resultado, se la di a ella, Natalia siempre ha sido muy sensata, me miró y me dijo: “Amiga, juntas sacaremos este niño adelante”. Mi única preocupación era la opinión de mi madre, no sabría que decirle. Mi grado estaba cerca e ir a la universidad estaría complicándose.
Una noche antes de mi grado, con 4 meses de embarazo según recuerdo, decidí contarle a mi madre todo lo que me había sucedido, desde los abusos frecuentes del esposo de mi tía hasta la violación que recibí por parte del novio de Natalia. Lloré todo lo que en un año se puede llorar, mi madre lloraba conmigo, parecía que tenía algo que contarme, pero la voz se le cortó un par de veces “Hija, es momento que sepas la verdad. Yo de adolescente salía con un soldado, estuve muy enamorada de él, pero una noche de carnaval el esposo de tu tía también abusó de mí, le conté a mi novio, pero solo me abandonó, igual él no tenía responsabilidades”, yo no podía parar de llorar, “Hija, aún no es tarde por si deseas abortar”, dijo mi madre antes de desmayarse. Fue una noche muy difícil para ambas, pero nuestra unión nunca fue más grande como aquella noche.
Llevo dos años viviendo en la capital, soy estudiante de Comunicación social. El dolor que esas situaciones me causaron no podrán imaginarlo, vivir de abusos en una sociedad machista. En las noches pienso como sería mi hijo, me imagino un varón, me imagino jugando con él.
En este momento puedes juzgar mi decisión, en el café donde encontraste esta carta trabajé como mesera desde que llegué a la capital, es un buen sitio, la última situación que me sucedió fue aquí, puedo decir que fue la gota que derramó el vaso. Un día llegó un viejo conocido, el amigo del novio de Natalia, lo atendí, pero parecía no recordar mi cara, luego del dolor que me causó, mi única forma de desquitarme era arrojándole un café muy caliente sobre la entrepierna. “Mesera estúpida”, decía una y otra vez, dentro de mi sentí un poco más de tranquilidad, “Fíjate bien en lo que haces”, dijo antes de que yo soltara una carcajada, cuando reí me pegó un puño dejándome un morado en el ojo. Trabajé el resto del día con este golpe hasta que en la noche me llamó el gerente del lugar, me sentó y me dijo: “El comportamiento que tuviste fue de lo peor, al chico que le tiraste el café es un gran amigo mío y no toleraré eso, te pido que recojas tus cosas porque no trabajas más con nosotros, me encargaré de que no te contraten en ningún otro sitio”. Estando muy desconcertada le conté los motivos por los que le arrojé el café, su respuesta fue: “A mí no me importa que te hayan violado y que hubieras abortado, arruinas mi imagen, aparte se te ve lo puta, merecido te lo tenías, debiste agradecer”.
Querido lector, no puedo vivir en un mundo donde se justifiquen las injusticias y las personas inocentes debamos aguantar los abusos de estas personas, en la parte de atrás te dejaré el número de mi madre, no podría contarle yo misma que me iré lejos, no sé cómo lo pueda tomar, solo dile que donde sea que esté, estaré feliz.