1998

La Brújula

LA BRÚJULA es un medio de comunicación de la Universidad Jorge Tadeo Lozano "hecho por estudiantes y para estudiantes", donde se dan a conocer los acontecimientos y la realidad que influye en la vida universitaria tadeísta.
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1998
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Jueves, Julio 8, 2021

Por: Massiel de los Ángeles

Ilustración:  Manuela Martinez Torres 

 

     —¡Te odio, ojalá no hubieses sido mi padre!

 

     Le grité y cerré la puerta. Lo odiaba. Nunca me entendió y ahora mucho menos que piensa que solo paso por una ‘‘etapa de la adolescencia’’.

 

     Me lancé a mi cama, hundí mi cara en la almohada y lloré hasta no recordar mi existencia.

 

     Al despertar vi el sol, supongo que dormí toda la tarde y noche. Observé el reloj de mesa y era un poco más antiguo comparado con el que siempre veía sobre la mesa, no entendía por qué no estaba mi reloj. Volteé a ver mi televisor y ya no estaba, evalué toda la habitación con cierto pánico y darme cuenta de que todo era tan distinto aceleró mi corazón. Me asusté tanto que corrí a la sala. Estaba mi mamá y mi tía la cual no veía hace años, ambas sentadas en el comedor… se veían muy jóvenes.

 

     —Mamá —le dije en voz baja mientras me acercaba poco a poco a ella, pero no respondía, ni siquiera me miraba.

 

     Volví a llamarla y escuché una voz detrás de mí; una voz gruesa y varonil que llamaba a mi madre. Ella se levantó de la mesa y pude ver su enorme vientre hinchado. Entre la consternación y el miedo lentamente giré la cabeza. Era mi papá el que la llamaba, pero muchísimo más joven.

 

     —¿Cómo amanecieron los dos amores de mi vida? —hizo una pausa y vio a mi tía— Disculpa mis fachas, Jeniffer, es solo que el domingo es mi único día libre.

 

     —No pasa nada, Roberto, de hecho, ya me iba.  —le respondió mi tía con una sonrisa.

 

     Mis padres se despidieron de ella y se sentaron en el comedor, ambos dieron un leve suspiro.

 

     Yo solo estaba parada sin entender qué sucedía, y por qué nadie podía verme.

 

     Mi papá acercó su silla a la de mi mamá y arqueó su espalda para quedar cerca de su vientre. En voz baja comenzó a hablar.

 

     —¿Cómo está la princesa de papá? Ya pronto estarás conmigo y podré ver tus ojitos hermosos. Sé que no siempre puedo hablarte mi hermosa Ángela, pero papá está trabajando para darte todo y no te falte nada. Cada vez que me voy solo pienso en ti. —le dio un pequeño beso al vientre de mi madre— Haré que te sientas orgullosa de mi y del padre que tienes.

 

     Estaba en primera fila presenciando todo lo que sucedía. Vi el brillo en sus ojos y solo sentía cómo las lágrimas corrían por mi rostro.

 

     En ese preciso momento recordé lo mucho que mi padre trabajaba para darme todo, las veces que prefirió comer menos para darme más a mí, el día que compró los tenis que tanto quería en vez de comprar los que él necesitaba, las veces que me regaló una sonrisa cuando todo su mundo se derrumbaba.

 

     Me arrodillé a su lado y apoyé con suavidad mi mano sobre su pierna.

 

     Él me observó, sonrió y tomó con suavidad mi rostro.

 

     —Te amo, mi princesa. —lentamente con su pulgar esparcía todas aquellas lágrimas que habían caído por mis mejillas— Nunca lo olvides.

 

     Cuando iba a abrazarlo abrí mis ojos. Desperté. Mis mejillas y la almohada estaban mojadas. Me levanté rápidamente y fui a buscarlo. Estaba en el porche sentado junto a mi mamá, percibía la tristeza en el ambiente. Me acerqué poco a poco a él, ambos sintieron mis pasos y me observaron. Mis pies cada vez daban pasos más largos con el objetivo de llegar a él, y cuando por fin lo hice, pude llorar y sentirme en paz otra vez. Él me correspondió el abrazo. Hubo un momento de silencio hasta que sentí mi hombro húmedo y sus palabras dulces.

 

     —Te amo, mi princesa.

 

     —Te amo, papá.

 

 

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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