Redacción: Alejandro Hernández
Ilustración: Leonardo Gomez
“Necesito hacer un trabajo contigo” - mensaje desde Facebook.
¿Cómo que un trabajo conmigo? Nunca salgo linda en las fotos, te quedaría mejor una modelo más fotogénica” -contestó.
“No importa el aspecto, Laura, va a hacer un trabajo artístico. Siento la necesidad de trabajar contigo y tengo varias ideas. No quiero realizarlas con nadie más que tú, es simple”.
“Es que me da pena, mucha en realidad. No tengo ningún conocimiento de fotografía y en lo absoluto de la labor que quieres que ejerza. Un desnudo en una foto… Es como si todos me estuvieran mirando. No creo ser capaz, es demasiado para mí”.
“¿Sabes?, no te puedo meter en algo en lo que no quieres participar. Más no te negaré que podría ser de tu agrado. Solo piénsalo sin ninguna presión. Yo estaré por la tarde en mi estudio. Si te animas, ya sabes dónde encontrarme.”
-Fin de la conversación.
Me acosté en el viejo sofá a pensarlo: fotos eróticas. Siempre he querido que me fotografíen desnuda, por lo que la idea me atrae, pero mis complejos… Siempre me ha quedado difícil desnudarme con alguien, ¿podría posar sin ropa frente a un fotógrafo? ¿Desnuda?
Me levanté del sillón y decidí tener 20 segundos de valor. El primer punto a tratar será sacarme algunas fotos, sin desnudos. Fotos eróticas sin demostrar demasiado. - Te llamé a tu teléfono celular, te conté lo sucedido y te emocionaste.
Llegué a las 7pm a tu estudio, y me recibiste con una gran sonrisa junto a un abrazo, “pensé que no querías hacerlo”-me dijiste en forma de broma. “Ok… no creas que me tienes convencida”- te respondí.
Entramos al cuarto principal de estudio, te dirigiste a una pequeña nevera y tomaste dos cervezas, yo me llené de percepciones con todo lo que me rodea. Es un salón grande y luminoso. Lleno de todo tipo de herramientas de fotografía, paneles, focos… “Muy profesional, sabe lo que hace” -pensé.
Coloqué mis objetos personales en la gran mesa, sin hacer ruido alguno.
Me recosté lentamente en el sofá, tú te hiciste sutilmente al lado mío. Y me pasaste la cerveza.
- ¿Entonces? ¿Qué ideas has pensado? - te pregunté nerviosa.
- Te mostraré algo parecido a lo que quiero. - sutilmente me explicaste, mientras te acercabas a una mesa y tomabas un libro.
Lo abrí y me encantó. Solo hay mujeres. Unas están desnudas, otras no, otras posan en la cama, también aparecen fumando apoyadas en un balcón… Es más que arte.
- Tu trabajo es más que precioso… por lo que dudo que yo pueda hacer parte de ese libro, son muy bonitas. Hablo de sus cuerpos.
- Tú también, -me dijiste sonriendo.
Le hice varias preguntas sobre el tema, él es muy honesto y me tranquiliza. Es un profesional, se nota cuando habla, es pura pasión lo que siente por la fotografía. Charlamos un rato y cuando nos acabamos un par de cervezas, me decidí a hacerlo.
Se levantó y tomo una cámara, se acercó a mí.
“Ve a esa habitación y alístate”- me dijiste mientras señalabas una puerta abierta.
Caminé a la habitación, prendí la luz; un gran espejo está delante de mí. Tomé de mi bolso un cepillo para el pelo y apareciste por mi espalda con la cámara preparada.
- Solo probando -me dijiste.
Ya no estaba preocupada, las cervezas tienden a relajarme.
Escucho el flash de la cámara, te miré a través del espejo y otra vez lo escucho. Dejo de peinarme.
Respiro hondo y suelto los botones de mi vestido negro. Los sueltos uno por uno mientras me sigues fotografiando.
- ¿Ves? No era difícil.
No puedo sonrojarme.
- Mírame. Pides, y yo obedezco. Te miré asustada, tomando el vestido con mis manos sobre mi pecho.
Te alejaste e hiciste otra foto.
- Salgamos, allá fuera me gusta más. Te pido señalando al salón.
No despejas tus manos ni ojos de la cámara. Te alejas dejando paso hasta el sofá. Dejé caer el vestido a mis pies, te volviste loco con las fotos, tomaste diferentes perspectivas y me pediste distintas posturas. Me senté y te miré, con ambas piernas juntas y un gesto serio, pero inocente. Sigues concentrado en tu trabajo, pero te separas de la cámara para coger aire. No sé muy bien qué significa eso.
De repente me doy cuenta que no estoy nerviosa en absoluto.
- Haz lo que te apetezca hacer, Cecilia. - me dices. Tu tono de voz se ha vuelto muy serio. Supongo que será porque estás concentrado.
Coloco mis manos sobre mis pechos, que lucen bonitos con este conjunto de lencería de color negro. Cierro los ojos y tú sigues con lo tuyo.
Me dejo llevar.
Te miro recelosa y me doy cuenta de que esto me está gustando más de lo debido. Me desabrocho lentamente el sujetador y lo dejo en el suelo despacio, dando tiempo a que inmortalices el momento. Me levanto del sofá y me acerco al equipo de música que he visto que tienes en una esquina. Lo enciendo gracias al silencio de la habitación. Me abro de piernas y dejo caer mi pelo sobre la espalda, levantando la cabeza. Desde atrás, tú sigues fotografiando.
Empieza a sonar Sabina de fondo. Me gusta.
Me giro despacio y me acerco a ti.
- ¿Ahora qué? - te pregunto susurrándote.
- Al sofá. - respondes en un hilo de voz, una voz grave y sensual. Se me ha puesto la piel de gallina.
Poco a poco me doy cuenta de que mi nivel de excitación aparece y luego aumenta. Me tumbo en el sofá boca abajo y me alboroto un poco el pelo. Me abrazo a un cojín mientras sigues con más y más fotos. Me doy la vuelta y me apoyo sobre los cojines. Lentamente acaricio mis pechos, consiguiendo un cosquilleo que me eriza toda la piel. Desciendo por mi ombligo mientras acaricio mis labios con un dedo, y despacio lo introduzco en mi boca. Percibo que esto te gusta a ti también. Sonrío con gesto inocente y te miro por encima de las gafas.
- Uf… - sueltas.
- ¿Qué ocurre? - pregunto juguetona.
- Nada, tú sigue. - me dices a través de tu cámara.
Me abro de piernas y te sientas a mi lado. Sigues fotografiándome. Te levantas y, creo que, sin pensar, te recolocas la entrepierna. “Wow” pienso para mí mientras observo que aquí no soy la única que se está dando cuenta de que el ambiente se calienta.
Apartas la cámara a un lado y me miras extrañado.
- ¿Qué ocurre? - me preguntas.
Sin darme cuenta me he quedado en ese pensamiento un momento y estoy como embobada. Imaginando hasta dónde podríamos llegar.
- Nada, nada…- digo sacudiendo la cabeza ligeramente.
Vuelves a tus andadas.
Me relajo al instante, y sigo acariciándome. Me armo de valor y desciendo una mano hasta mi entrepierna. Cierro los ojos y me acaricio despacio, con la yema de los dedos. Suavemente, y muy despacio. Me rindo por completo a la intimidad y el placer se desborda por mis labios a modo de pequeños y tímidos gemidos. Sigo en la oscuridad de mis ojos cerrados. Me desprendo por completo de mi ropa interior y me abro de piernas. Acaricio mis labios mayores con la yema de los dedos. No hay mayor sonido en la habitación que los chasquidos de la cámara, la voz rota de Sabina y mis gemidos, que al poco de mis caricias, van in crescendo.
Empiezo a masajear mi clítoris en círculos con los dedos índice y corazón mientras con la otra mano aprieto uno de mis pechos. Gimo por todo lo alto conforme aumenta la velocidad de mis dedos, arqueo mi espalda sobre el sofá y me contraigo entera. Me recorren escalofríos constantemente, lo que provoca que tiemble y me deje llevar como nunca antes. No ceso el movimiento de mis dedos, cada vez más veloces, hasta que alcanzo un orgasmo que me recorre entera, dejándome totalmente exhausta. Intento controlar mi respiración antes de abrir los ojos.
Cuando los abro te veo de pie, frente a mí, mirándome con los ojos como platos, la cámara a un lado y el gesto serio. Tu respiración es frenética. Automáticamente caigo en la cuenta de lo que acaba de pasar.
Noto que me arden las mejillas por la vergüenza… Puede que no te haya gustado nada de esto.
Pero lo que haces a continuación me resuelve todo tipo de dudas.
Dejas la cámara en la mesa que hay junto al sofá y te inclinas sobre mí. Directamente atacas a mis labios con los tuyos. Me muerdes, me besas, me abrazas, recorres veloz todo mi cuerpo con tus manos. Me miras fijamente a los ojos. Nuestras respiraciones se han acompasado.
- Ojalá te vieras como te veo yo…- me susurras.
Sonrío y te beso, despacio, suave, dulce… Me abro de piernas y me recoloco en el sofá para estar más cómodos. Te levantas y te desnudas mientras te miro sonriente. Vuelves a mí. Rodeo tu cintura con las piernas y coloco mis brazos alrededor de tu cuello, acariciando tu espalda despacio, subiendo mi entrepierna contra ti.
- Necesito que me hagas tuya. - te susurro- Me apeteces.
Casi como si hubiera dictado una orden, te inclinas, cogiendo con la mano tu pene erecto y lo colocas justo en mi vagina, con deliciosas caricias consigues que me estremezca y me recorra un nuevo escalofrío. Empujas tu entrepierna contra la mía a la vez que me penetras lentamente, cortándome la respiración mientras te hundes en mí.
- Quiero algo salvaje contigo. - te susurro cuando te noto por completo dentro.
Me miras intensamente. Me coges de la barbilla y con brusquedad levantas mi cabeza para abrirte paso a mi cuello, que muerdes y lames a la vez que sales de mí y vuelves a entrar, no sin dificultad, la postura en la que estamos no facilita que la penetración sea fácil y me estás haciendo algo de daño.
Entiendes que no estoy muy cómoda por mis gestos y no dudas ni un segundo en cambiar de posición. Te reincorporas y sales de mí. Me coges por la cintura y casi con brusquedad me das la vuelta. Me pongo al instante nerviosa, que quiera algo salvaje no significa que no quiera disfrutar de las caricias. No tardo mucho en abandonar ese pensamiento porque ni un segundo después estás dejando un reguero de besos por mi espalda y más abajo, recorres los cachetes de mi trasero con la lengua. Tus manos bajan por mis piernas y las abren con delicadeza. Te separas de mí un segundo y dejas tu miembro erecto apuntándome. Lo colocas justo en mi vagina sin empujar y lo entiendo a la perfección. Quieres que sea yo quien se mueva.
Empujo hacia atrás, contra ti, llenándome por completo. Tus manos se colocan sobre mis caderas y clavas tus dedos en mi piel. Vuelvo a empujar, y otra vez, y otra, cada vez la penetración es más profunda y mis gemidos brotan desde lo más hondo de mis pulmones. Sigo con mi movimiento de caderas, pero notas que no soy experta en esto de llevar el ritmo, por lo que tomas tú el control de la situación.
Me embistes casi con furia, hasta el fondo. Me agarras con fuerza de las caderas y me propicias un azote en el trasero que sin duda dejará una bonita marca. Chupas tu dedo índice y acaricias mi ano con delicadeza. Sigues embistiéndome con fuerza, con ritmo mientras introduces poco a poco tu dedo en mí. Una vez con el dedo introducido en mi ano, me propicias otro azote, esta vez en la parte alta de mi cachete, haciendo que sienta algo totalmente nuevo. Noto mi cuerpo entero vibrar para ti.
Me levantas, me coges del pelo y me conduces hasta la mesa de trabajo. Haces que me siente encima con un solo gesto. Me besas con pasión y me empujas para que me tumbe. Noto la fría temperatura de la mesa en mi espalda desnuda. Te miro expectante mientras coges mis piernas y las apoyas en tus hombros. Abrazas mis muslos en cuanto vuelves con tus deliciosas penetraciones, tan profundas, tan vibrantes, tan tuyas. Te inclinas sobre mí, haciendo que mis piernas se doblen. Sigues con tus deseables embestidas, escuchando el golpeteo de nuestros cuerpos sin cesar. Esto me va a dejar muchas marcas mañana.
Continúas así y aumentas la velocidad.
- Córrete en mi boca. - te pido con tono inocente.
Casi como si te hubiera leído el pensamiento, te apartas de mí. Me bajo rápidamente de la mesa, me arrodillo en el suelo, abro la boca y saco la lengua. Es el momento justo en el que explotas y me empapas por completo de tu orgasmo. Te escucho gemir y eso me encanta. Cierro los ojos, tengo la cara empapada. Te alejas y vuelves rápidamente con un pañuelo de papel. Te arrodillas delante y me limpias la cara. Te acercas despacio y me besas. Luego te quedas mirándome, cogiéndome la cara con ambas manos.
- ¿Qué pasa? - te pregunto.
- Es curioso que te pongas roja por mirarte justo después de lo que ha pasado…- dices riéndote.
- Me da vergüenza que me miren así. - explico, tímida.
- Pues te miraría así por horas. - y vuelves a besarme.
Te levantas tu primero, me ofreces la mano y me ayudas a levantarme. Una vez estoy de pie volvemos al sofá y nos fundimos en un abrazo largo, intimo, dulce…