IMPACTO DESDE LA PANTALLA

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IMPACTO DESDE LA PANTALLA
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Sábado, Septiembre 4, 2021
La llegada de la tecnología le dió un cambio irreversible a nuestra manera de vivir, incluyendo nuestras relaciones interpersonales, la forma en la que trabajamos y hasta el modo en el que luchamos por lo que creemos. De hecho, hemos encontrado en las redes sociales una manera de proyectar nuestra inconformidad que ha resultado ser muy efectiva si consideramos todas las personas que terminan involucradas en una conversación sobre algún tema de importancia nacional o internacional. Sin embargo, este impacto que generan las redes sociales puede llegar a ser contraproducente, puesto que el surgimiento de estos suele ser tan poderoso como el impacto de la dinamita, pero se va tan rápido como el soplo de una vela.

Redacción: Sofía Acero

 

La llegada de la tecnología le dió un cambio irreversible a nuestra manera de vivir, incluyendo nuestras relaciones interpersonales, la forma en la que trabajamos y hasta el modo en el que luchamos por lo que creemos. De hecho, hemos encontrado en las redes sociales una manera de proyectar nuestra inconformidad que ha resultado ser muy efectiva si consideramos todas las personas que terminan involucradas en una conversación sobre algún tema de importancia nacional o internacional. Sin embargo, este impacto que generan las redes sociales puede llegar a ser contraproducente, puesto que el surgimiento de estos suele ser tan poderoso como el impacto de la dinamita, pero se va tan rápido como el soplo de una vela.

 

El funcionamiento de las redes sociales nos ha llevado a acostumbrarnos a lo instantáneo, y hemos trasladado esta práctica a nuestros movimientos sociales, olvidando que para lograr un efecto político con nuestras movilizaciones, no necesitamos llenar de likes y comentarios una publicación, requerimos impactar en la conciencia de las personas. Anteriormente, para que un grupo de personas se pusiera de acuerdo para manifestar su inconformidad, requería de un trabajo exhaustivo, no obstante, era un conjunto de tareas que involucraban el trabajo en grupo, la toma de decisiones difíciles y la tolerancia de las diferencias. Todo lo anterior, podemos verlo exhibido en movimientos como el Paro del 21 de noviembre ocurrido en Colombia, el cual movilizó a una cantidad significativa de personas que tenían tal furor en su interior por reclamar sus derechos que invadieron las calles como hace mucho tiempo no se veía, sin embargo, fue pasando el tiempo y eran cada vez menos las personas que querían continuar con la lucha, menos las cacerolas que se escuchaban desde las ventanas y las tendencias desaparecían de Twitter, y así, como si alguien hubiese soplado una vela, se extinguió.

 

Es innegable el papel que tienen las redes sociales en movilizar a las personas a la calle, ya que algunos movimientos que nacen en la red resultan desencadenando una acción social que implica la toma del espacio público, y a pesar de que esta ocupación no sea eterna, es posible continuar la discusión por el tiempo que requiera a través de la red. Sin embargo, podemos evidenciar ejemplos acerca del poder efímero que parece tener las redes sociales y se resumen en que “la misma herramienta que nos unía a derrocar dictadores, acabó separándonos”, una afirmación que realiza Ghonim, hablando de su lucha contra la represión que sufrían los egipcios en el 2010 y que motivó la creación de la página “Todos somos Khalen Said”, en memoria de un joven que la policía había matado. Sin embargo, no fue algo eterno, la polarización tomó lugar y “las redes sociales solo amplificaron esta situación, al facilitar la difusión de informaciones falsas, rumores, y manifestaciones de odio. El ambiente era tóxico. Mi mundo virtual se volvió un campo de batalla lleno de trolls, mentiras y odio”, un ambiente que solo incrementa nuestro comportamiento, puesto que el ritmo vertiginoso en el que nos movemos en las redes sociales y que nos incita a expresar nuestras opiniones sobre temas tan importantes, han desencadenado conclusiones duras sobre problemas mundiales demasiado complicados para expresarlo todo en un simple tweet.

 

A pesar de esto, no se puede dejar de lado la importancia de la protesta, puesto que tenemos la necesidad de continuar exigiendo nuestros derechos, creyendo que esta es el motor que genera cambios y cuestiona lo que no está bien. Sin embargo, no porque tengamos el derecho a decir lo que pensamos, significa que tengamos que hacerlo. Está claro que nuestra generación está experimentando una capacidad de expresarse que nunca antes se había visto, lo que nos ha llevado a enfrentamos al reto de dejar de hablar para empezar a conocer el poder de escuchar; ya que si bien este medio, con el que prácticamente convivimos todos los días, nos permite crear grupos o comunidades, ha dejado de lado la facultad de conversar con el otro y escuchar lo que tiene por decir.

 

Conocer todo esto nos puede ayudar a acercarnos a estas herramientas con una perspectiva diferente, con una actitud que permita poder discutir con otros, estar en desacuerdo con los demás, y aún así no tener que recurrir a un lenguaje grosero y ofensivo; tener la capacidad de cambiar de opinión cuando nos damos cuenta de que estamos equivocados y aprender que podemos llegar a hablarle al otro, pero sin hablar con el otro. Es nuestro deber seguir llevando a las calles nuestras inconformidades, luchar por nuestra libertad y aquello que consideramos incorrecto, podemos seguir publicando imágenes de abusos hacia nuestros derechos y seguir denunciando las injusticias a través de nuestras redes, pero “si queremos liberar a la sociedad, primero necesitamos liberar al internet” (Ghonim, 2015)

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