Redacción: Massiel de los Ángeles García Lugo
Ilustración: Juana Valentina Reyes Acosta
Primeramente, quien tenga miedo a soñar, amar e imaginar, que no lea esta maravillosa obra.
Le Petit Prince (1943), como es el título en su idioma original, es una novela corta escrita por el francés Antoine de Saint-Exupéry, que nos recuerda la parte más inocente que todos llevamos dentro y cómo la imaginación logra cosas sencillamente increíbles.
Podemos notar que el libro no está escrito para un niño ya que el protagonista, nuestro pequeño príncipe, hace reflexiones que solo un adulto podría entender. Hablamos del amor y la vida, mediante frases cortas pero contundentes.
Un aviador, un pequeño príncipe, un zorro y una rosa son los que emprenderán el viaje dentro de esta maravillosa aventura. Sin embargo, antes de comenzar a leerla nos encontramos una nota del autor pidiendo perdón por haber dedicado el libro a una persona adulta —que en ese momento pasa hambre y frío— su íntimo amigo, el escritor Leon Werth, y es a él a quien va dirigida esta conmovedora historia. ‘‘A Leon Werth, cuando era niño’’.
Este maravilloso relato comienza con un piloto que se encuentra en el desierto intentando reparar su avioneta, se encuentra con un niño que era proveniente del asteroide B 612, este pequeño individuo le insiste que le dibuje un cordero; después de esto la historia toma un rumbo más imaginativo, donde nos afirman que la mente de un adulto es diferente a la de un niño, ya que ellos carecen de imaginación, mientras que lo niños viven de ella.
Posteriormente, el pequeño príncipe procede a contarle su travesía al piloto, como había dejado a su amada y hermosa rosa en su asteroide, porque esta se había vuelto dramática y caprichosa, por eso debía dejarla, sin embargo, le comenta que la extraña. La rosa representa ese amor tan bello, hermoso, y casi perfecto, pero también refleja la vanidad, el orgullo y todos estos detalles negativos, todo esto causa que se aleje el principito. Es una reflexión para caer en cuenta que con malos actos o actitudes podemos alejar a los que más amamos.
El coprotagonista de esta historia es el piloto, que refleja la parte adulta de todos nosotros, el niño que creció y sin darse cuenta perdió su inocencia e imaginación. El principito, sin duda alguna, representa la parte más inocente que albergamos cada uno de nosotros. Y la célebre imagen del sombrero —o la boa que se comió a un elefante, para los que tienen imaginación— es el reflejo de seguir tus sueños y creer en ellos así los demás no lo hagan; también es el recordatorio de que la adultez llega y con ella se va la imaginación.
Y yo, dedico este escrito a todo aquel que lo lea, porque todos llevamos un niño dentro.
Bibliografía
Saint-Exupéry, A. (1943). Le Petit Prince - El principito. Ed. Enrique Sainz Editores.