ENTREVISTA CON EL CRIMINÓLOGO JUAN GUILLERMO SEPÚLVEDA: “Durante los 90’s en Medellín era más fácil pactar la vida que negociar la paz"

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ENTREVISTA CON EL CRIMINÓLOGO JUAN GUILLERMO SEPÚLVEDA: “Durante los 90’s en Medellín era más fácil pactar la vida que negociar la paz"
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Martes, Noviembre 3, 2015
Desarrollo y paz
En diálogo con el Observatorio de Construcción de Paz, el Dr. Juan Guillermo Sepúlveda, especialista en criminología, relató su experiencia como creador y gestor de los “Pactos de Convivencia” entre las pandillas urbanas de Medellín. “La idea era facilitar el encuentro amigable entre bandas en una la ciudad con fronteras invisibles”, señaló. Asimismo, reveló que tuvo que trabajar por la paz en un contexto de negación del conflicto: “El gobierno nacional no nos autorizaba a realizar negociaciones de paz entre las bandas, bajo el argumento de que en Medellín no había conflicto armado”.
Juan Guillermo Sepúlveda. Criminólogo y creador de los Pactos de Convivencia

ENTREVISTA CON EL CRIMINÓLOGO JUAN GUILLERMO SEPÚLVEDA

“Durante los 90’s en Medellín era más fácil pactar la vida que negociar la paz”

En diálogo con el Observatorio de Construcción de Paz, el Dr. Juan Guillermo Sepúlveda, especialista en criminología, relató su experiencia como creador y gestor de los “Pactos de Convivencia” entre las pandillas urbanas de Medellín. “La idea era facilitar el encuentro amigable entre bandas en una la ciudad con fronteras invisibles”, señaló. Asimismo, reveló que tuvo que trabajar por la paz en un contexto de negación del conflicto: “El gobierno nacional no nos autorizaba a realizar negociaciones de paz entre las bandas, bajo el argumento de que en Medellín no había conflicto armado”. 

Por: Pablo Leonardo Uncos

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Una de los principales desafíos para construir una cultura paz consiste aprender de las experiencias de construcción de convivencia, incluso de aquellas que se desarrollaron durante el trascurso del conflicto armado. Es que las enseñanzas pueden provenir tanto de las experiencias de países que pasaron por situaciones parecidas a las de Colombia, como así también de los emprendimientos generados en momentos muy duros del conflicto armado local. Tal es el caso de los “Pactos de Convivencia” que se celebraron entre bandas armadas durante los años 90’s en la ciudad de Medellín, luego de la caída del jefe narcotraficante Pablo Escobar.

Según el criminólogo Juan Guillermo Sepúlveda, los Pactos de Convivencia consistían en detener la guerra y asegurar la vida, con el objeto de promover el desarrollo de la iniciativa privada y facilitar la presencia de funcionarios del Estado en tales territorios, así como también permitir la movilidad de los miembros de las bandas. “Ello permitió, por ejemplo, que algunos jóvenes pudieran visitar a su madre que estaba a cuatro calles luego de tres años, debido a las fronteras invisibles”, explicó Sepúlveda.

 

¿Qué fueron los “Pactos de Convivencia”?

En la década de los años 90’s, en la ciudad de Medellín, cuando recién salíamos del conflicto que había dejado Pablo Escobar con su narco-terrorismo, nos encontramos con que teníamos que construir el posconflicto. La Alcaldía de Medellín tenía que ver qué se hacía con esas 500 bandas armadas y esos 10.000 jóvenes armados que dejaba Pablo Escobar tras su muerte. Y para ello crea la Primera Asesoría de Paz y Convivencia. Esa fue una iniciativa mía que dirigí y que fue ratificada por el alcalde Luis Alfredo Ramos (1992-1994) y luego por el alcalde Sergio Naranjo (1995-1997). La función de la Asesoría era facilitar el encuentro amigable entre bandas enfrentadas en una ciudad con fronteras invisibles. Además, en esas mismas épocas había una organización de “Jóvenes con Voluntad de Paz”. Esos jóvenes nos decían: “De alguna forma, nosotros hemos sido víctimas de los paras, de los narcos, de la guerrilla, y de cuanto grupo armado pasó por esta ciudad. Ellos nos usan para sus actos violentos, luego negocian con los gobiernos y no van a la cárcel o son amnistiados o negocian sus penas. En cambio, nosotros sí vamos a la cárcel. Nosotros, los jóvenes pobres de la ciudad, nos ‘mamamos en canazo’ de 15 o 20 años de prisión. Entonces, ¿qué hay para nosotros?”. Lo interesante de este planteo radicaba en que el 80% de los jóvenes que integraban las bandas no tenían antecedentes judiciales. Lo único que buscaban era tener la familia que nunca tuvieron, y la banda representaba eso. Frente a ese panorama empecé a tocar muchas puertas y me vine a Bogotá para hablar con la gente del gobierno nacional. En esa época el presidente era César Gaviria. Pero en el gobierno me dijeron que en Medellín no se podían llevar a cabo negociaciones de paz ni hacer una resolución pacífica del conflicto.

 

¿Con qué argumento negaron esa posibilidad?

Porque dijeron que en Medellín no había conflicto armado. A los conflictos armados se los atiende con negociaciones, diálogos y amnistías, ¡pero según ellos en la Medellín de esos años no había conflicto armado! Yo me volví algo preocupado pensando: “Entonces, ¿qué es un conflicto armado?”. De modo que buscamos la definición en la Escola de Paz de Cataluña y vimos que un conflicto armado se da cuando hay diferentes grupos, y en Medellín había conflictos entre todos: paras contra paras, narcos contra narcos, policías contra narcos, bandas, milicias, etc. Además, según la definición de la Escola, el conflicto debe ser “armado”… Bueno, pues resulta que en Medellín había desde carros bombas hasta libros bomba y lapiceros bomba. Luego, la tercera condición era que el conflicto armado dejara más de 100 muertos al año… ¡Y 100 muertos producíamos en Medellín, pero en solo 15 días! Fíjate que en el año 1991 la cifra de homicidios en Medellín era de 420 por cada 100.000 habitantes. De modo que fuimos nuevamente a plantearles el caso, pero en el gobierno nacional otra vez nos dijeron que no se podía.

 

¿Qué hicieron entonces?

Pues nos volvimos a Medellín y entre los años 1995 y 2000 creamos los “Pactos de Convivencia” con el entendido de que en Medellín era más fácil pactar la vida que negociar la paz. Se trataba de pactar la vida entre hombres (que se veían y sentían como tales) y había un mediador o facilitador que era el garante de la negociación. Yo mismo fui facilitador y mediador entre las bandas enfrentadas y me tocó subir a los barrios por las noches para celebrar los Pactos de Convivencia con los jóvenes. En varios casos se trataba de jefes de bandas que habían sido amigos de la infancia y que, por un asunto que ni recordaban, estaban enfrentados y llevaban ya veinte muertos.

 

¿Cómo era la mecánica de esas negociaciones?

Los pactos consistían en parar la guerra, respetar la vida y permitir la movilidad. Ello permitió, por ejemplo, que muchos jóvenes pudieran visitar a su madre que estaba a cuatro calles luego de tres años de no poder pasar porque existían fronteras invisibles. Además, los pactos le permitieron a las empresas privadas y al sector público volver a tener presencia en esos territorios a través del envío de productos y de funcionarios del Estado; es que antes de los pactos ninguno subía por causa del conflicto.

 

¿A qué tipos de problemas se enfrentaron por promover estos micro-acuerdos de paz en un contexto de guerra?

El talón de Aquiles de los Pactos de Convivencia era que muchos los jefes que lideraban esas bandas tenían problemas judiciales y empezaron a ser detenidos porque –y esto no es un secreto– todo este trabajo era muy molesto para la policía corrupta de aquellos años, que vivía de la guerra de los jóvenes. De modo que muchos jóvenes que colaboraban con los Pactos de Convivencia empezaron a ser perseguidos porque trabajan por la paz. La policía los paraba y les preguntaban si trabajan con el asesor de Paz y Convivencia, y si decían que sí los detenían, en cambio, si decían que no los dejan seguir. Incluso uno de ellos me llamó y me dijo: “Juan Guillermo, anoche me tocó negarte tres veces como San Pedro”. Luego, cuando los jefes de bandas empezaron a caer detenidos los pactos se trasladaron también a la cárcel.

 

¿Cómo fue trabajar por la paz desde las cárceles?

En primer lugar, empecé a ir a la cárcel de Bella Vista para seguir trabajando en métodos pacíficos de resolución de los conflictos, tanto dentro como fuera de la cárcel. De modo que, sin quererlo, empezamos a trabajar convivencia carcelaria. Los jóvenes fueron aprendiendo que trabajar formas alternativas de resolución de conflictos les permitía sobrevivir en la prisión. Así fue como creamos un Centro de Mediación Comunitaria Penitenciaria en donde los internos resolvían los conflictos de los diferentes patios. Además, empezamos informar a la ciudad de Medellín sobre los Pactos de Convivencia, lo que atrajo la atención de los medios de comunicación. De ese modo, se fue generando un clima más propicio para la paz y la reconciliación. Tal es así que en 1997, cuando se celebró el día de la santa patrona de la cárcel de Bella Vista, se me ocurrió la idea de que ese era un buen momento para pedir perdón público a las víctimas. Llevamos a la cárcel a un grupo de víctimas, se dieron la mano con los presos y soltamos 5000 globos desde el patio segundo del presidiario, al mismo tiempo que soltaron otros 5000 globos desde el barrio Castilla. De modo que desde todos los barrios de Medellín se podía ver que tanto la cárcel como la ciudad estaban hablando el mismo idioma: el de la paz. Ese día no se registró ni un solo homicidio en toda el área metropolitana de Medellín.

 

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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