La lucha contra la obsolencia

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La lucha contra la obsolencia
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Lunes, Septiembre 9, 2019
Durante los últimos años hemos presenciado una lucha entre la máquina y las personas, vivimos en una época de obsolencia donde los objetos están ganando. Por eso, la esencia de los seres humanos no podrá ser reemplazada ni mucho menos considerada obsoleta.

Profesionales de hoy en la lucha contra la obsolencia 

Redacción: Andres Felipe Pinto Rodriguez

Ilustración: Leonardo Gómez

A menudo nos impactan en diferentes escenarios o situaciones con una pregunta sumamente puntual, altamente filosófica y peligrosamente ambigua: ¿Qué somos? 

Unos responden enumerando rasgos de su personalidad, otros mencionan su entorno familiar y quienes son aún más escuetos en su definición enlistan sus intereses o sus gustos de todo tipo y con ello aparentemente responden. Sin embargo, dentro de todo ese conjunto de definiciones particulares existe una que es sumamente común y es hablar de nuestra profesión y lo que desempeñamos haciendo uso de ella para responder a ese interrogante.

Lo anterior permite evidenciar que la profesión que escogemos, más allá de ser un slogan debajo de nuestro nombre para la firma de un documento o la escritura de un diploma enmarcado, define gran parte de nuestra esencia y de lo que tenemos para dar como miembros de la sociedad. Es algo que le da forma a nuestros intereses y los encausa permitiendo que sean pulidos por la academia y se conviertan en el escenario sobre el cual nuestra capacidad brilla por medio de una mezcla explosiva de talento y disciplina.

A pesar de que todo lo anterior aparentemente logra responder a cabalidad la pregunta inscrita en el primer párrafo, los cuestionamientos no finalizan cuando culminamos la etapa académica y no sólo porque la avalancha de retos que vienen con la práctica profesional trae consigo miles de interrogantes que nos retan a darle coherencia a lo que hacemos, sino porque el entorno metamórfico en el que vivimos cada día muda de conceptos y desplaza todo aquello que no “funciona” a la velocidad a la que va el mundo.

La automatización, en diferentes ámbitos de la ciencia, la economía y la vida en general, ha ido produciendo un fenómeno de obsolescencia que no sólo induce al consumo de objetos en obediencia a tendencias impuestas, sino también a la demanda de conocimientos que enriquezcan nuestro capital académico y que abran camino dentro de las nuevas dinámicas de consumo a las que el mundo le apunta. Y es que las profesiones también están obligadas a renovarse o a complementarse para evitar ser desplazadas y reemplazadas por nuevas propuestas que traigan consigo maneras distintas y más efectivas de hacer las cosas, así ello implique deshumanizarlas.

A pesar de ello, existen cosas que una máquina jamás podrá hacer en reemplazo de una persona, por más eficiente y bien programada que ésta última se encuentre. La ventaja que tendrán por siempre las personas sobre las máquinas radica en esa sensibilidad orgánica que les hace conectar ideas y armar un concepto que mezcle conocimiento, emoción e intuición, y que acaba convirtiéndose en un proyecto con el cuál se puede apostar por un cambio, sin importar el ámbito en el que se den; lograr conectar pensamientos, sentimientos, modos de percibir el entorno y conocimiento es una potestad que sólo tenemos las personas y es una cuestión que, sin importar lo que digan los escépticos partidarios de la “exactitud” de las máquinas, enriquece una propuesta y la logran llevar al punto de convertirla en una revolución. 

La misión entonces es humanizar nuestra vocación. No importa si se es diseñador o economista, lo que importa es conectar nuestro conocimiento académico con disciplinas que complementen nuestro saber y permitan involucrar esa sensibilidad que nos hace humanos y que, sumada a nuestro conocimiento, nos hace irreemplazables. Por ejemplo, si eres economista y aparte sientes que te comunicas fácilmente y te gusta investigar plantéate ser una promesa del periodismo económico; si eres médico y te apasiona descubrir procedimientos o compuestos que curan, dedícate a ser investigador científico y enfócate en un tema que no se haya tratado ¿Por qué no?

El objetivo no es detener el rumbo acelerado que el mundo lleva, es lograr embarcarnos en él y ser un engranaje más en la maquinaria que lo mueve, porque el destino podrá apuntar a que todo sea nuevo y automático, pero hasta en el proyecto más ambicioso para homogeneizar la vida siempre se va a necesitar poner algo que sólo nosotros tenemos por naturaleza, que nos hace diferentes y que mantiene viva la esperanza de un futuro mejor: el alma. 

 

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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