Redacción: Alejandro Hernandez
Ilustración: Karen Sofía Camacho Gutiérrez
Encontró en ese momento el reloj que Antonio le había entregado como muestra de compromiso frente al amor que se tenían, ella lo había dejado bien escondido es un cajón de medias, pero estar sofocada contra el suelo le deja apreciarlo debajo de la cama. Era una pieza más que valiosa: su valor venía de la época del narcotráfico, un Tío de Antonio había vivido la muerte de Pablo Escobar; aquel hombre que pagaba un terreno para sustentar familias pobres en Medellín y asesinar oficiales. En medio de la acribillada, varios policías saquearon la casa, el Tío de Antonio dio con un cajón lleno de relojes, que por su brillo y majestuosidad parecían diamantes, enamoraron sus ojos, los guardo rápidamente en el morral y salió de la casa. No reportó ningún hallazgo.
Pasaron varios años y en una noche tragos en la estación al Tío de Antonio se le aflojó la lengua y contó sobre su colección de relojes de lujo, balbuceó, hablaba de Rolex, Cassio y otras marcas. Dos días después lo robaron, par balazos por bocón, se le llevaron todo, solo quedó una cosita un Cassio plateado el cual le había dado días antes a Antonio por cumplir 15 años.
Sara quien veía aquel reloj detenidamente nunca pensó en que era algo tan valioso, estaba inerte contra el suelo, viendo lo mágico que eran sus números, bordeados con un destello plateado y rellenos de un blanco hueso brillante, si era realmente una reliquia. Aquel amigo del tiempo estaba dotado con belleza pura, su portador tendría clase, estilo y una muerte fija, siempre alrededor de este, alguien moría, Escobar, el tío de Antonio y pronto Sara, su esposo se había enterado, pagaba la mitad de su salaria en una compañía de fisgones, tenía a Sara 24/7 vigilada. Pero como la vida no es justa terminó enterándose, cinco fotos le llegaron a su correo mientras almorzaba con ella el comedor. Un muchacho de cabello largo y chaqueta de cuero le entrega a las manos de su esposa un reloj brillante, y acto seguido las fotos relataban una escena de felicidad y amor, Sara atrapada en los brazos del joven Antonio, estaba enamorado, de lo prohibido, del miedo y el deleite de un encuentro fortuito pero lleno de amor. Sara se veía perdida y libre en esos labios jóvenes, que la hicieron sentir hermosa y sencilla después de mucho.
Sara murió y Antonio en su funeral desapareció, nadie supo nada de los dos, ni de sus cuerpos o relatos, desaparecidos, con la complicidad de la policía.