Redacción: Valeria Marquez Chacón
Ilustración: Christopher Ortiz
Desde niña me gustó Soda Stereo. Mi papá, el más grande fan de Soda (según mi opinión) y mi mamá (fan de menor grado que mi papá), me mostraron ésta banda hito del rock en español a los 7 años, que años más tarde se convirtió en una de mis pasiones y todas sus canciones terminaron siendo himnos que me han acompañado en la vida.
En el 2007 se llevó a cabo la gira “Me verás volver” y mi papá y mi tío, como fieles fans, acamparon fuera del parque Simón Bolívar para conseguir sus boletas. Consiguieron ir al concierto y quedaron casi en primera fila. Siempre me he lamentado por no haber tenido la edad suficiente para ir a ese concierto.
Crecí escuchando un disco de grandes éxitos que tenía mi mamá, lo ponía a todo volumen cada vez que podía y cantaba a todo pulmón. También, mientras crecía, entendí que nunca podría cumplir el sueño de verlos en vivo, después del accidente cerebrovascular que sufrió Cerati, era muy probable que la banda no se volviera a subir a los escenarios. Eso cambió cuando la banda anunció en 2019 que harían una gira como tributo a Gustavo Cerati.
Me hizo ilusión que vinieran a Colombia, pero no podía comprar la boletas, así que dejé que la euforia pasara y asumí que no iría.
El 29 de febrero, día del concierto de Soda Stereo, mantuve la mente ocupada, haciendo trabajos y yendo de un lado para otro. Justo a las 4 de la tarde recibí una llamada de un amigo. Quedé en shock, la llamada no duró más de 5 minutos, pero cambió mi día completamente. Mi amigo me dijo que su hermano le había regalado dos boletas para el concierto de aquella noche y me preguntó si quería ir. Contuve la emoción y le dije que si.
Estaba bastante lejos de mi casa y la hora del concierto se acercaba, tenía que llegar lo más rápido posible. Tomé un bus en la 152 con 7ma, que se demoró mucho en pasar, pero que de alguna manera llegó muy rápido a mi destino. Corrí lo más rápido que pude para llegar a mi casa, donde mi amigo ya me esperaba desde media hora antes.
A las 7:20 de la noche salimos hacia el Estadio el Campín y nos sorprendimos al ver las interminables filas que llegaban a darle la vuelta al Movistar Arena, pensamos que no entraríamos a tiempo para escuchar las primeras canciones, pero contra todo pronóstico nuestra fila avanzó rápidamente; nos acomodamos en nuestros asientos y esperamos algunos minutos. Las luces del estadio se apagaron y todo en el escenario empezó a llenarse de color, las primeras notas de la canción empezaron a sonar y de inmediato supe que estaban tocando Sobredosis de TV. Canté cada una de las canciones que tocaron esa noche y mi sueño imposible se volvió realidad.