Andrés Franco Herrera es bogotano de nacimiento, pero lleva en su corazón la costa Caribe, pues allí ha vivido la mitad de su vida. Este biólogo marino tadeísta, que desde 1993 ha desarrollado su carrera en esta Universidad, a la que considera su casa, se describe como un hombre tímido, disciplinado y muy afectivo.
Confiesa que en su adolescencia quiso ser sacerdote, pero su amor por el mar lo llevó a elegir esta profesión. Es el hijo menor de una familia de cinco hermanos y descendiente de libaneses, y un apasionado por la cocina, la comida árabe, los viajes y su trabajo.
Franco Herrera, actual Director del Departamento de Ciencias Biológicas y Ambientales de la Universidad y de la sede Santa Marta, representó a la Tadeo en la III Expedición de Colombia a la Antártida (que partió en diciembre del 2016) y acaba de ser designado miembro de la Misión de Sabios para el Impulso de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, que convocó el Gobierno nacional. Sin embargo, cuando le preguntamos por su mayor logro profesional, él responde sin dudar: “Ser profesor... saber que tú has aportado, así sea un solo granito de arena, a la formación de las personas, y contribuido, de alguna manera, a sus proyectos de vida. Eso es realmente muy gratificante”.
En entrevista con nosotros, Franco compartió detalles sobre su vida personal y profesional.
¿Quién es Andrés Franco en su entorno más personal?
Soy bogotano aunque casi la mitad de mi vida, quizás un poco más, he vivido en la Costa. Crecí en el núcleo de una familia unida, de fuertes principios católicos y cristianos; mi papá era ingeniero civil, mi mamá se dedicaba al hogar, y éramos cinco hermanos: cuatro hombres y una mujer. Creo que soy lo que soy por los valores que siempre nos dieron mi papá y mi mamá; nos enseñaron la importancia de hacer las cosas con amor, con honestidad, de manera transparente. Mi papá nos inculcaba mucho la idea de que el éxito personal y familiar estaba en la educación, por eso siempre nos motivaron a estudiar; por fortuna nunca nos impusieron qué estudiar, aunque sí nos exigían que lo hiciéramos bien. Ese es mi origen.
¿Qué hace en sus tiempos libres? ¿Cómo disfruta usted un domingo?
Mi abuela materna y su familia eran libaneses, por eso crecí bajo la cultura de la unión familiar, que me encanta; en ese entonces todo giraba alrededor de la mesa y de la buena comida. Desde niño la comida es algo que me fascina y los domingos cocino o salgo a un buen restaurante. Me gusta mucho la comida colombiana, pero la árabe me encanta.
Hago deporte casi todos los días, veo series en televisión como ‘The Bing Bang Theory’; otra de mis pasiones es viajar, y siempre me organizo para tener tiempo para pasear y conocer, porque lo que uno aprende y conoce viajando es tremendamente valioso para la vida personal y profesional.
¿Cómo descubrió la pasión y vocación por la biología marina?
Estudié toda mi etapa de colegio en el Emmanuel d´Alzon, una institución de los padres Agustinos de la Asunción. Cuando era niño quería ser sacerdote, pero cuando llegué a la adolescencia no estaba tan seguro de mi vocación y decidí aplazar un poco esa decisión. Paralelamente, siempre me han gustado las ciencias naturales; mis abuelos eran de La Mesa (Cundinamarca) y vivían en el campo, por eso tuve mucha cercanía con animales y conocí ríos, lagos. Hubiera podido estudiar veterinaria, ser zootecnista o seguir ese tipo de carreras; obviamente, siempre me cautivó el mar. Mi hermano mayor Juan Manuel era quien realmente quería estudiar Biología Marina; él me lleva nueve años, entonces cuando él tenía ese proyecto yo era todavía un niño, y ahí empezó a surgir mi interés por las ciencias del mar.
En esa época mi papá me traía casi todos los libros que salían de Jack Cousteau, a quien conocíamos por los documentales que pasaban por televisión; eso me llevó a ir explorando e indagando sobre la carrera. En quinto de bachillerato un biólogo marino de la Tadeo, que era egresado del Emmanuel d’Alzon, visitó el colegio como parte de un programa de orientación profesional; nos habló de esta profesión y eso reforzó mi interés por las ciencias del mar. Ya en sexto de bachillerato tomé la decisión de estudiar algo en el área de las ciencias naturales. Me presenté a la Universidad de La Salle para el programa de zootecnia y aquí a la Tadeo a biología marina. En La Salle pasé, pero esperé los resultados de la Tadeo. Cuando acá me dijeron que me habían aceptado decidí optar por las ciencias del mar.
Cuéntenos un recuerdo memorable que tenga de su época de estudiante en la Tadeo… Uno que lo haya marcado…
Mi primera salida de campo, por ahí en 1991, fue a las Islas del Rosario. Yo había careteado un poco, conocía el snorkel, pero siempre lo había practicado cerca de las playas. Recuerdo mucho que el profesor nos lanzó al agua en una parte muy profunda y eso a mí me impactó. Cuando entré al agua y miré hacia abajo veía literalmente el azul profundo y fue una experiencia muy fuerte; ese día me mareé, me quemé con coral de fuego, me pasó de todo… Esa experiencia me marcó en dos aspectos: el primero, que todavía llevo en mi mente, es que cada vez que te sumerges en el mar aprendes algo nuevo, sin importar cuántas veces lo has hecho; por eso siempre tienes que tener un respeto inmenso al mar; y el segundo es que me di cuenta de la dimensión de la carrera, de lo importante que era ser experto en asuntos teóricos y en los laboratorios, pero también en el campo, en terreno. Esa salida me marcó de por vida, porque me señaló el camino a seguir y me mostró lo que debía fortalecer para ser un buen biólogo marino.
De esos años de estudiante, ¿qué puede destacar como lo más valioso que le dejó la Tadeo?
Lo primero, mis compañeros de la Universidad; estudié con gente con la que compartí toda la carrera. Más que compañeros de clase, somos amigos, nos queremos mucho; para mí ellos siempre han sido y serán fundamentales en mi vida profesional. Todavía seguimos en contacto, hablamos muchísimo, nos encontramos, compartimos, y eso en gran medida es porque nos encontramos aquí en la Tadeo y en esta carrera que requiere mucho trabajo en equipo para complementar competencias; nos enseñaron eso, a hacer un buen equipo, eso creo que es lo más valioso que me ha dado la Tadeo.
Y lo otro son los profesores que he tenido: muy buenos, con una calidad humana que fue determinante para mi formación, tanto aquí en Bogotá como en Santa Marta; entre otras cosas me ayudaron a forjarme como profesor, porque al final sí es cierto que el conocimiento está en los libros, pero lo que hace la diferencia es cómo y quién te lo transmite; por eso también vivo agradecido con la Tadeo.
¿Cómo inicia ese recorrido profesional?
Terminé en Cartagena mi carrera en 1992 y a comienzos de 1993 la Tadeo me contrató como monitor para esa sede. En esa época estaba elaborando mi tesis, un proyecto de Colciencias con la profesora Elvira Alvarado; hacia mayo de ese año me gané el premio Jorge Tadeo Lozano, me gradué en junio y tuve que regresar a Bogotá; más o menos hacia septiembre de ese año me llamó el decano de la facultad de biología marina, Manuel García, para comentarme que estaban haciendo una renovación de personal en la sede de Santa Marta, que estaba operando desde 1991, y quería saber si me animaba a irme como administrador docente, que era una figura a través de la cual asumía labores como profesor, dictaba clase y tenía también a cargo algunas labores administrativas.
Para mí fue muy honroso, pues yo era un muchacho de 21 años; era un reto fuertísimo irme de profesor de universidad y sobre todo en Santa Marta, porque era poner en práctica todo lo aprendido. Acepté y en enero de 1994 empecé a trabajar allá, incluso tuve que darles clase a algunos de mis compañeros que se habían atrasado por alguna razón en sus estudios. Así fue como empezó mi vida de docente e investigador.
Tuve la fortuna de trabajar con dos profesores muy buenos. Uno que fue mi mentor académico Carlos Hernández, y el otro Jacobo Blanco, ingeniero pesquero de la Universidad de Magdalena, quien desafortunadamente ya falleció; con ellos inicié mi ruta por la universidad. También recuerdo y agradezco mucho el respaldo del Decano Manuel García, quien era un visionario, sabía perfectamente cómo funcionaba el país, sus análisis en general eran muy acertados. Él fue quien me aconsejó seguir estudiando, enfocarme en hacer mi doctorado o mi maestría afuera, entonces en esos 2 o 3 primeros años trabajando en Santa Marta empecé a definir el área en que adelantaría mis estudios de posgrado.
En esa búsqueda encontré un doctorado en Oceanografía en la Universidad de Concepción (Chile), me presenté y efectivamente tres o cuatro meses después me aceptaron. La beca fue otorgada por el DAAD, el sistema de intercambio académico alemán, con la cual pude hacer esos estudios. Hice mi tesis doctoral en Colombia con el apoyo de la Tadeo.
¿Seguía vinculado como profesor a la Tadeo?
Sí, como docente e investigador; para ese momento era profesor titular y hacía parte del grupo de investigación Dinámica y Manejo de Ecosistemas Marinos y Costeros de Santa Marta, del cual todavía hago parte, somos A1 en Colciencias.
En el 2014 la Universidad me pidió regresar a Bogotá a manejar el Departamento de Ciencias Biológicas y Ambientales, pero también seguí liderando la sede de Santa Marta; entonces en los últimos años he trabajado la mitad de mi tiempo aquí en Bogotá y la otra mitad en Santa Marta.
Entre todos esos logros profesionales, ¿cuál podría ser el más importante como biólogo marino?
Ser profesor... saber que tú has aportado, así sea un solo granito de arena, a la formación de las personas, y contribuido, de alguna manera, a sus proyectos de vida. Eso es realmente muy gratificante. Siempre dicen que la labor del docente es ingrata y yo no pienso así, porque con el tiempo se ven los frutos de tu labor.
Ha vivido más de la mitad de su vida en la costa… ¿Qué significado tiene para usted esa región del país?
Realmente es mi hogar, respeto mucho la diversidad que hay en la costa y la riqueza de paisajes; es una región que se debate entre sus esquemas tradicionales y su deseo de crecer de progresar, pero encuentra en el medio muchos obstáculos. A la vez cuenta con mucha gente pujante, capaz, que lucha día a día, para que la región crezca y sea un referente más fuerte para el país.
Cuando me trasladé a vivir a la costa mi hermana vivía en La Guajira, y eso me ayudó mucho. Sin duda alguna es mi hogar, allá acabé de formarme; de hecho la mayoría de mis investigaciones, mis grandes compañeros y amigos están en la Costa Caribe. He tenido el privilegio de conocerla toda y también de hacer muchos amigos interesados en este proceso de los estudios de la conservación de las zonas costeras y marinas. En resumen: amo la costa.
Hablemos de su participación a la expedición a la Antártida y su nombramiento en la Misión de Sabios que lanzó el Gobierno Nacional, ¿eso qué significado tiene para usted?
Ese tipo de logros no son individuales, son colectivos. La expedición a la Antártida hace parte de un programa muy grande que tiene el país, en el que participamos un número muy alto de profesores e investigadores de universidades, gobernaciones, entidades no gubernamentales, institutos de investigación, que entendemos la importancia de que un país tropical vaya al continente blanco, y haber llegado allá es un esfuerzo de todas las personas y las instituciones que nos respaldan. Ver nota “Andrés Franco, un tadeísta que conquistó la Antártida”.
Andrés Franco en su expedición a la Antártida. Foto: Archivo particular.
Desde el punto de vista personal, para mí siempre ha sido un reto ir a la Antártida; ese lugar es la biblioteca natural de los océanos, allá se recoge todo lo que está pasando con ellos. En esta profesión uno es medio nómada, a mí me gustan esos retos y siento que era fundamental estar allá para poder conocer y aportar desde mi conocimiento y mi experiencia. De hecho seguimos haciendo aportes en ese tema, a través de la Tadeo y los grupos de investigación.
Con respecto a la Misión de Sabios, para mí es un espacio de aprendizaje permanente. Si ves su composición, hay personas con una experiencia muy grande, con más de 40 o 50 años al servicio de las ciencias en diferentes aspectos. Se cuentan entre sus integrantes, por ejemplo, los doctores Rodolfo Llinás y Jorge Reynolds. Yo hago parte de otro grupo, los que tenemos una experiencia de a 25 30 años en las ciencias del país; esa mezcla que ha planteado la Vicepresidencia de la República me parece muy acertada, porque creo que en estos ejercicios de futuro, de imaginar cómo será el país en dos décadas, en tres décadas… esa visión experimentada, profunda, con un amplio conocimiento mundial, reunida con la mirada de las nuevas generaciones que se están formando, hará de nuestro trabajo un aporte integral a la ciencia y a la tecnología del país.
Andrés Franco recibe de manos del presidente de la República, Iván Duque, la insignia de Sabio.
Estar en la Misión de Sabios es un honor, para ser sincero no lo esperaba; pero es, tal vez, uno de los mejores espacios de aprendizaje que voy a tener en mi vida; voy a poner esa formación al servicio de la Tadeo, de la sociedad y de las ciencias marinas.
Su vida ha girado en torno a la Tadeo. ¿Qué significa la Universidad para usted?
Es mi segundo hogar. Después de mi hogar familiar esta es mi casa. Como dije algún día: aquí solo hace falta que me pongan la placa de inventario de la Universidad.
¿Cuáles son los nuevos retos de la sede Santa Marta?
Vamos a ampliar los proyectos de consultoría más allá de la zona de influencia del departamento del Magdalena, es decir a todo el Caribe, y a llevar dos nuevas especializaciones a la sede, en normas NIIF y Salud y Seguridad en el Trabajo.
Estamos en esta etapa de madurez en la que el nuevo reto es buscar fuentes de financiación internacional para nuestras investigaciones, y creo que en estas tres órbitas se tiene que mover la sede en sus próximos cinco años; la idea no es que se nutra solo de fuentes locales o nacionales, también que entre al ámbito internacional; ampliar la oferta académica y prestar los servicios de consultoría más robustos, con proyección al Caribe. Otro de nuestros retos es enlazarnos un poco más con la sede Cartagena, generar una sinergia que ayude a aumentar el posicionamiento académico e investigativo de la universidad en esta región.