Para un país con una trayectoria histórica y una identidad construida en torno a la economía cafetera, hablar de economía naranja, un renglón que agrupa a la industria cultural y creativa, parece algo sin sentido. Pero según datos recientes del Banco Interamericano de Desarrollo, esta industria le aporta al país entre el 3,3 y el 3,5 % del Producto Interno Bruto. Una cifra que no se puede desestimar, pues representa cerca de la mitad del peso que tiene un sector como la construcción.
Teniendo en cuenta lo anterior, el tema central de CreAcción V, el evento bianual de la Facultad de Artes y Diseño de Utadeo, son las industrias creativas y culturales. Este evento se llevará a cabo el 3 y 4 de octubre y tendrá como invitado especial a Adrián Lebendiker, fundador del Centro Metropolitano de Diseño de Buenos Aires.
Desde Argentina, Adrián habló con la Oficina de Comunicación de Utadeo, y despejó algunas dudas sobre la industria naranja. Lo invitamos a leer la entrevita completa:
¿Cuál es el panorama actual que vive la industria cultural y creativa en América Latina?
Desde hace poco más de una década, existe una valorización creciente acerca del papel de las industrias culturales y creativas en el desarrollo económico. Ya lo había en relación con su aporte a la identidad local y al estímulo de la diversidad cultural, sin embargo, poco a poco se ha ido logrando medir el impacto de estos sectores en las economías de nuestros países, observando la importancia creciente en el desarrollo económico y la generación de empleo.
En promedio, el aporte de las industrias culturales al PBI (Producto Bruto Interno) en los países latinoamericanos es del 1%. Colombia está por encima de esa media con el 1.8 % y Argentina también con el 3%. En cuanto a la participación en el empleo, Colombia aporta un 2.4%. Estas cifras no incluyen al sector de la moda, la producción de muebles u otras industrias intensivas en diseño, lo cual habla de un sector con un importante peso específico en la economía.
¿A qué se debe esta “valorización”?
En mi opinión, hay una mayor claridad acerca del impacto económico que estás actividades tienen en el comercio y en el empleo. Datos del año 2013 consignan que a nivel global las industrias culturales han generado 2.253 millones de dólares y aportado 29.507 millones de puestos de trabajo. En América Latina los ingresos han sido de 124 millones de dólares y los puestos de trabajo de 1.9 millones.
Colombia ha sido un país que ha venido realizando desde hace muchos años un gran esfuerzo por visibilizar la importancia de la relación entre las industrias culturales y el desarrollo económico a través de las investigaciones y publicaciones llevadas adelante por el Convenio Andrés Bello. Estamos frente a sectores que aportan valor a las economías locales, son intensivos en empleo, tienen cierta facilidad para poder internacionalizarse, son no contaminantes, y promueven la diversidad cultural, la identidad y el posicionamiento de ciudades y países.
¿Qué nuevos retos se le presentan a esta industria?
Dentro de las llamadas industrias culturales y creativas observamos diferentes clasificaciones, y al mismo tiempo, distintos sistemas de producción, distribución y comercialización. No es similar el modelo de distribución de los libros físicos que el de la radio o el de la indumentaria, por citar algunos ejemplos. De allí que existan algunos desafíos comunes y otros particulares. Por ejemplo, en Argentina existe una ley del cine que ha permitido estrenar más de 200 películas en el año 2016, con un sistema de financiamiento que se nutre de parte de las entradas que se abonan en el cine comercial. Este beneficio no existe en la industria del libro, o en la producción de artesanías. Esto genera una base de escuelas, técnicos, inversores, y circuitos que permiten contar con una industria cinematográfica cada vez más competitiva. A partir de allí el desafío será la conquista de mayores mercados internacionales. En cambio, para otras industrias el desafío puede llegar a ser el lograr contar con producciones de calidad.
No obstante, las particularidades, existen desafíos comunes. Las industrias creativas están siendo transformadas por los procesos de digitalización y las nuevas tecnologías. Ello impacta en la producción, pero sobre todas las cosas, en la distribución y en los modelos de negocios. Si observamos el sector audiovisual vemos que en muy pocos años hemos pasado de la TV abierta, a la de cableoperadores, para converger en las plataformas de streaming, que han absorbido parte de los contenidos ofrecidos por las anteriores, más los de la industria del cine y el video.
La industria musical ha tenido que sumar a su modelo de negocios el de los recitales en vivo, frente a la caída de ventas de los formatos físicos. Las 4 principales empresas de medios de la región controlan más del 50% del mercado de distribución de contenidos. Nuevas plataformas de distribución permiten la autoproducción, y se constituyen en plataformas de visibilidad global para pequeños autores y productores. Complementariamente, observamos modificaciones en las regulaciones, y una mayor atención y promoción de estos sectores por parte del Estado. Esto último ha posibilitado el surgimiento de una gran cantidad de autores, productores, emprendedores, organizaciones de la comunidad y sin fines de lucro, que a partir de las nuevas plataformas de distribución, el uso de las nuevas tecnologías y los incentivos públicos, se han visto favorecidas en su desarrollo y visibilidad.
Cuéntenos sobre su experiencia en el Centro Metropolitano de Diseño, ¿cuál es la historia de este lugar?
He sido fundador y el primer director del CMD durante 8 años hasta el 2008. El CMD surgió en un momento de una gran crisis económica, social y política que se dio hacia el año 2000 en mi país. Tuvo la virtud de ser la expresión de un movimiento emergente de diseñadores de autor, que también abrieron camino a otras producciones de autor. El CMD fue un gran laboratorio de experimentación e implementación de políticas públicas dirigidas a los sectores intensivos del diseño, las industrias culturales y el ecosistema emprendedor.
Muchas de las experiencias realizadas allí, como la incubación de emprendimientos creativos, los programas de asistencia a emprendedores o la utilización del diseño como conocimiento y metodología para ser aplicada en procesos de innovación integrales, fueron luego perfeccionadas y aplicadas en otros programas públicos de diferentes ciudades de nuestro país y en escala nacional. La virtud del CMD ha sido la de generar un modelo de política pública de acompañamiento a emprendedores del sector de diseño, cultural o creativo, a partir de un conjunto de programas y del desarrollo de un espacio físico donde se innovó en formas de trabajo novedosas en su momento y hoy naturalizadas: el co-working, la co-creación y el co-diseño, la generación de comunidades de prácticas, los living lab, la generación de prototipos como lenguaje para la innovación, el diseño de programas públicos a partir de la demanda y el análisis de los usuarios, etc. Esto permitió impulsar y obtener la nominación de la Ciudad de Buenos Aires como ciudad del diseño de la Unesco.
Las industrias culturales y creativas en la Ciudad de Buenos Aires representan el 6% del Producto Bruto Geográfico de la Ciudad y el 7% del empleo. Tienen un peso relativo comparable al de otros sectores tradicionales como el de la construcción o el financiero. Esto por si sólo habla del rol fundamental del estado en el acompañamiento de este sector.
Aunque es un contexto diferente, ¿cómo cree que se podría implementar algo similar en Bogotá? ¿Qué necesita una ciudad como la nuestra para llevarlo a cabo?
Para llevar adelante este tipo de proyectos se requiere de un sector creativo muy dinámico, visible para el resto de los agentes de la Ciudad y una fuerte decisión política para concretarlo. El modelo CMD ha sido parte de un fenómeno propio de la Ciudad de Buenos Aires, sin embargo se pueden pensar modelos más pequeños, y flexibles que preserven el sentido innovador, experiencial, y de articulación entre lo cultural, lo tecnológico y lo económico que le dio sustento a aquella institución.
Dentro de su charla se hablará del apoyo de la academia a esta industria. ¿Qué nos puede adelantar al respecto? ¿Cuál es el rol de la universidad en el desarrollo de la industria cultural y creativa?
Al margen de la experiencia del CMD, han surgido algunas universidades incubadoras y programas de apoyo a emprendedores creativos y de diseño.
Cada vez son más los currículos de formación en diseño y sectores culturales que incorporan materias orientadas al emprendedorismo.
No obstante, gran parte de la formación académica está signada por el foco en las capacidades de gestión y yo opino que lo que debemos trabajar con mayor intensidad es el desarrollo de competencias personales y colectivas, tales como el trabajo en equipo, el liderazgo de grupos interdisciplinares, negociaciones difíciles, toma de riesgo, tolerancia al fracaso, búsqueda de oportunidades, y planificación, entre otras. Estas competencias son las que hacen la diferencia a la hora de abordar nuevos proyectos en entornos volátiles como los actuales. Algo de todo esto abordaré en mi conferencia.