Redacción: Sara Dousdebés
Ilustración: Gissel Enciso
Para Viviana, Paula y la señorita Leticia.
Muchas cosas me han asustado en mi paso por la universidad, pero éste caso es particularmente aterrador, ha pasado de habitar la universidad y ha llegado a mi casa, se cuela entre la música que escucho y aparece en las películas que veo, es un asunto tan delicado e impresionante que mis compañeros no dejan tampoco de hablar de él.
¡Mamá! ¡creo que el espíritu del trabajo de grado está bajo mi cama!
Estos últimos meses he estado recolectando evidencias y observando con cuidado. Apuntaré aquí algunos de mis hallazgos: El espíritu del trabajo de grado tiene muchas formas; es flexible, liviano como un hilo, o macizo, enorme y pesado como una gran ballena. La mayoría de los meses merodea los rincones de la universidad, se desliza por las paredes de los ascensores, se enrosca en los cables, baja por las barandas frías de las escaleras, se esconde en los pequeños vasos de tinto amargo de la biblioteca; es el que apaga la luz cuando estamos en clase, el que no permite que la luz se prenda cuando entramos al baño y el que se roba la señal de wifi de las salas de estudio. Durante las últimas horas del día baila por los pasillos, juega con las corrientes de viento y las gotas de lluvia a las que les importa muy poco qué tan abrigados hayamos ido a estudiar.
Todos pensamos en algún momento en causas diferentes, más lógicas para tener que subir o bajar siete pisos a las carreras, para que las corrientes de viento mojado entren por el 7A y nos congelen hasta los cuadernos, para que el café de la biblioteca nunca sepa bien; pero no, es él.
En Octubre se fortalece, sabe que el semestre está por terminar y con él el periodo académico de muchos de nosotros; lo comenzamos a llamar con incertidumbre, él siente cuando lo pensamos y vemos la fecha límite como si no fuera a suceder, se ríe, porque sabe que no sentiremos el tiempo pasar. Percibe cuando estamos pensando en grande, cuando planeamos cosas que exceden nuestra capacidad de producción; disfruta vernos repasar el párrafo de un texto diez veces, aun así entendamos poco o nada. Se vuelve nuestro amigo con los pocos días soleados y cuando podemos llevar almuerzo de la casa, solo para hacernos tropezar con copias de libros que salen carísimas y que no vamos a usar al final.
Por estos días, mientras pensamos en qué disfrazarnos, el de “estudiantes juiciosos y seguros de lo que nos estamos jugando” suena bastante llamativo, él nos ve juntar los elementos que lo componen y luego se sienta a nuestro lado; nos mira fijamente mientras reunimos el valor para oprimir “imprimir” o “enviar” y nos pregunta si haremos un trato con él o nos enfrentamos a su último truco. En su catálogo de desastres hay de todo: desde que las fotos, documentos y otros formatos salgan mal impresos, el láser se pase de potencia y queme el material de la maqueta, una falta terrible ortográfica o un párrafo mal citado, hasta un desmayo en medio de la sustentación.
Al final, con un ojo cerrado y otro entre abierto hacemos el trato, dejamos parte de lo que hemos sido, nuestras horas de sueño, las expectativas que tenemos de nosotros mismos y de los otros cuando vean nuestro trabajo; damos a cambio ese libro que está en la mesa de noche hace seis meses, ese que dejamos ahí específicamente para no olvidar leerlo, entregamos las ganas de salir a bailar, las películas y series que no tuvimos tiempo de ver, las fechas especiales que no pudimos compartir, las tristezas pospuestas, unas cuantas alegrías y nuestros ahorros. Nos entregamos con esperanza a que cumpla con su parte, así el sabotaje sea mínimo.
Es la segunda vez que paso por este proceso, sé que me está esperando, también sé que el tamaño de su sombra sobre mí es directamente proporcional al miedo que me da enfrentarlo. Así que aquí estoy, juntando las piezas de mi disfraz y aunque no me acostumbro a él, espero al mismo tiempo poder verlo de frente y pasar por ese susto de una vez por todas. Cuando escuché de él por primera vez al iniciar la carrera, pensé que era una exageración, pero en éste tiempo que me puse a la tarea de seguirle los pasos me di cuenta que su historia se ajusta perfectamente a una de terror, sin duda, me pone a prueba.