Pasar de la gestión del agua correctiva a la preventiva es vital en los procesos de potabilización
Según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud, al 2019, cerca de 5200 millones de personas, equivalentes al 71% de la población mundial, recibían el servicio de agua potable de manera segura; lo preocupante es que al menos 884 millones de personas carecen del servicio de agua potable, mientras que cerca de 2.000 millones de personas se abastecen de una fuente de estas aguas que está contaminada por heces, situación que coadyuvaría en la transmisión de enfermedades como la diarrea, el cólera, la disentería, la fiebre tifoidea y la poliomielitis. De hecho, cálculos de la misma OMS indican que al año ocurren alrededor de 502.000 muertes por diarrea (Lee más: Monitoreo sobre presencia de SARS-CoV 2 en aguas residuales podría ayudar a tomar decisiones que mitiguen el impacto del Covid-19).
Por esta y muchas otras razones es que prevenir antes que corregir en los sistemas de potabilización termina siendo, a la larga, el mejor modelo de gestión sostenible del agua. Así lo asegura Jordi Martin, responsable de la Unidad de Gestión de Calidad del Agua en Aguas de Barcelona, quien será el invitado central al webinar: “Evolución de los tratamientos de potabilización del agua”, que se llevará a cabo el miércoles 9 de junio, a las 10:00 a.m. (Hora Colombia), a través de la cuenta oficial de Utadeo en Facebook, en el marco de la presentación de nuestra Maestría en Gestión Sostenible del Agua, que cuenta con la asistencia técnica de la Escuela del Agua del Grupo Suez (España).
De acuerdo con Martin, si bien, a nivel técnico, existe un mayor conocimiento en torno a los efectos que tienen en la salud humana ciertos compuestos utilizados para la potabilización, así como una mayor regulación sobre los compuestos y las concentraciones límites que se deben implementar para el tratamiento del agua, lo más importante es que, desde 1994, la OMS propuso un modelo de gestión preventiva, conocido como los “Planes Sanitarios del Agua”; lo anterior significa que, en lugar de esperar a tener una incidencia o incumplimiento en cuanto a la calidad del agua, que puede ser desde una inconsistencia en el pH hasta la presencia de un agente tóxico, se trabaja preventivamente para que esta situación no ocurra. Lo anterior teniendo en cuenta que, cuando se detecta una anomalía, el daño a la salud del consumidor ya se ha producido.
Este modelo, afortunadamente, ya ha sido implementado de manera oficial en la legislación de diferentes países del mundo, entre ellos los europeos, Australia y Nueva Zelanda. Uno de los casos exitosos se da en Aguas de Barcelona. Para Martin el cambio en el modelo de gestión involucró también una transformación en la mentalidad, eliminando casi por completo las incidencias, al basar sus procesos en la prevención, lo cual no requiere mayor inversión ni tampoco más infraestructura.
El modelo de prevención se implementó en Barcelona desde el 2009: “En Barcelona las fuentes del recurso son limitadas y de escasa calidad; el clima mediterráneo es sumamente seco, lo cual supone mucha presión sobre un recurso escaso, razón por la que se han tenido que aplicar metodologías de tratamiento de todo tipo para tener una potabilización segura”, indica el experto.
Bajo esta mirada, la compañía de acueducto decide qué inversiones se realizan en función de la eliminación de los riesgos, lo que los ha llevado a pasar de una incidencia del 0,5% en los muestreos, antes de aplicar el modelo, a prácticamente diez o menos eventos al año, haciendo que las irregularidades en la potabilización sean prácticamente una anécdota.
En todo caso, afirma Martin, no se puede desconocer las mejoras tecnológicas en los sistemas de tratamiento, adoptando la combinación de estrategias como el uso de membrana, filtración por carbón, aplicación de dióxido de cloro y cloro, entre otros.
Jordi Martin, responsable de la Unidad de Gestión de Calidad del Agua en Aguas de Barcelona (España)
Pero el cambio de mentalidad, afirma el experto español, no solo ocurre en las empresas, también lo está en la participación informada por parte de los ciudadanos, quienes cada vez más conocen sobre el origen del agua que consumen, las razones del valor de este servicio, así como las diferencias en las tarifas. (Lee más: La gestión circular del agua, clave en el futuro de la sostenibilidad del preciado líquido).
“El ciudadano debe exigir más información para que pueda hacer más cosas, así sea generar presión a los políticos para que se avance o empoderarse en torno al preciado liquido, pidiendo que su ciudad no solo dependa de una fuente de agua. También siendo consciente del ahorro del agua, pues afecta directamente a la economía de las personas”, argumenta Martin.
En el caso latinoamericano, Martin afirma que la región no está tan lejos de las prácticas que se desarrollan en Europa o en Estados Unidos, al tiempo que hay un conocimiento técnico muy competitivo por parte del recurso humano. El problema, aduce, es que, en muchos lugares, el agua se ha considerado como un bien privado, lo que impide a los gobiernos una gestión más racionalizada de esta: “al no poder reajustar los usos de las diferentes calidades, pasa que el líquido de peor calidad es el que se utiliza para el abastecimiento de agua potable”, afirma. Del mismo modo, destaca que hace falta una mayor regulación en torno a las aguas regeneradas y los usos que se les podría dar en la agricultura.
En ese orden de ideas, Martin precisa que la universalidad del agua es una aspiración a la que no se puede renunciar, pues es un derecho; cada país debe identificar cómo va a alcanzar ese objetivo, especialmente en las estrategias para financiar proyectos de infraestructura en los lugares donde esta no existe. De ahí que la gestión pase por la sostenibilidad no solo financiera, sino también en términos de los conocimientos que deben poseer las comunidades para que siga funcionando la infraestructura.
Es, precisamente, en el aspecto de la formación, en el que Martin enfatiza sobre la necesidad de pasar de tener superespecialistas en la gestión del agua, a profesionales que tengan una formación global, con un entendimiento de los temas técnicos desde la ingeniería, pero también de los políticos, económicos, sociales, jurídicos y de divulgación de la información a la ciudadanía, en la medida que ese enfoque interdisciplinar permitirá que el ciudadano tenga un agua de calidad, segura y potable en sus casas.
En ese orden de ideas, la maestría ampliará esa mirada transversal en las personas que participen en ella, integrando diferentes aspectos en torno a la gestión del agua. Allí los técnicos recibirán formación complementaria, mientras que los que toman las decisiones, como los políticos o economistas, comprenderán los elementos ingenieriles.
“A partir de la formación, los políticos aprenderán a escuchar los mensajes a largo plazo, pues usualmente lo hacen solo a horizontes de pocos años, cuando hay retos que tomarán décadas; les permitirá alternar visiones y pensar a futuro, pues podemos prescindir de muchas cosas, menos del agua”, apunta Martin.