“No sé qué se pueda soñar en una región a la que le ha ido mal aun antes de la pandemia"
Como un “optimismo panglosiano o cándido” califica, en su columna de opinión en El Espectador, el profesor emérito de Utadeo Salomón Kalmanovitz, las apuestas que se han hecho desde la banca internacional en torno a un reflorecimiento económico cercano en la región. Señala que poco confía en los diagnósticos dados por los técnicos de esas entidades, en la medida que comparten demasiados intereses con países dominantes que financian sus operaciones y que los aleja de la independencia del pensamiento.
“No sé qué se pueda soñar en una región a la que le ha ido mal aun antes de la pandemia, acogotada en una trampa de renta media que ha dado lugar a un crecimiento del PIB por habitante anual de solo medio punto porcentual durante la última década. Se combinaron, como siempre, dependencia en volátiles rentas de exportación, productividad estancada y baja tributación, factores que impidieron que aumentaran el crecimiento y la acumulación de capital”, indica Kalmanovitz.
Ante la recomendación dada por el Banco Mundial a la región de dar un salto de productividad evitando esquemas cerrados, para que esta pueda convertirse en un paradigma, Kalmanovit sugiere que esta fórmula fue rechazada por China, Corea del Sur, Taiwán, Malasia y Tailandia. Su fórmula fue, más bien, la de desarrollar fuerzas productivas en sus sociedades.
“Según Mariana Mazzucato, se requiere un Estado fuerte y emprendedor que aglutine a sus empresarios y los guíe hacia metas de desarrollo nacional y exportador, algo que solo da la economía política de los países desarrollados y de algunos países asiáticos”, cita el académico tadeísta.