¿Cómo el arte ha buscado saldar las deudas simbólicas con muertos y desaparecidos?

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¿Cómo el arte ha buscado saldar las deudas simbólicas con muertos y desaparecidos?

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¿Cómo el arte ha buscado saldar las deudas simbólicas con muertos y desaparecidos?
Miércoles, Mayo 13, 2020
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En su conferencia virtual, el profesor Elkin Rubiano, director del Departamento de Humanidades de Utadeo, recoge seis prácticas artísticas realizadas en territorios del conflicto armado en Colombia y que han cumplido un papel importante en la construcción de memoria histórica.
“Réquiem NN”. Foto tomada de esferpública.org

Esta conferencia del profesor Elkin Rubiano recientemente, se ocupa de prácticas artísticas realizadas en territorios del conflicto armado en Colombia. La idea principal es que algunas experiencias de justicia transicional pusieron a los artistas en contacto directo con las víctimas del conflicto armado. Este contacto transforma la manera de asumir la relación entre arte y violencia, una relación permanente en la historia del arte colombiano.

En estos tránsitos la dimensión del duelo, así como la metáfora del cementerio, resultan centrales: más que la denuncia, la concientización o la sensibilización del público, el arte busca saldar las deudas simbólicas con los muertos y los desaparecidos. Estas prácticas también han construido dispositivos de activación del habla que han cumplido un papel importante en la construcción de memoria histórica. En esta reflexión se asume una posición política: la exploración del arte en escenarios de postconflicto y el potencial simbólico del arte para exteriorizar los “dolores heredados”; una forma de contrarrestar la repetición de la venganza (“los odios heredados”). En ese sentido, el dolor no se asume de manera pasiva sino a partir de su potencial político, aquel que se articula comunitariamente y crea vínculos solidarios.

Elkin Rubiano es doctor en Historia del Arte de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Magíster en comunicación por la Pontificia Universidad Javeriana y Sociólogo por la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente es el director del Departamento de Humanidades de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. Sus áreas de trabajo se concentran en la teoría estética, la crítica cultural y las sociologías del arte y urbana. Algunas de sus publicaciones se pueden consultar en: https://utadeo.academia.edu/ElkinRubiano

Este es el video de su conferencia:

 
I. Los rostros y los rastros

a) Las prácticas creativas movilizadas por las organizaciones de víctimas del conflicto armado recurren al rostro como evidencia icónica de la desaparición forzada. Acuden a formas de representación como el centramiento y la frontalidad del retrato, que son propias de las fotografías judiciales y de identificación ciudadana. La centralidad del rostro les devuelve la identidad a los restos sin identificación de los NN.

b) Los trabajos artísticos han asumido los límites de la representación y de lo mimético. Por tanto, para dar cuenta de la desaparición forzada, recurren a imágenes indiciales (el rastro), o bien mediante la documentación fotográfica o audiovisual, o bien mediante la exploración directa (escultórica y testimonial). Los rastros (los restos, lo que queda de…) testimonian la violencia, la desaparición forzada y el dolor de los sobrevivientes.

II. Las tumbas: museo/mausoleo

Más que la denuncia, la concientización o la sensibilización del público, lo que el arte busca es saldar las deudas simbólicas con los muertos y los desaparecidos, de ahí su estrecha relación con los dolientes. Si las fosas comunes contienen restos de NN, si los ríos se han convertido en tumbas en los que se desechan cuerpos que no serán identificados, si no hay un indicio de ser ni una posibilidad de rito funerario, no resulta extraño que la metáfora del cementerio aparezca de manera profusa en el arte colombiano, que aparezca propiamente como síntoma, como aquello que retorna cuando es negado y reprimido. En ese sentido, el arte se presenta como el sustituto funcional del rito funerario.

III. La activación del habla

Los procesos de justicia transicional no solo despejaron territorios dominados por los grupos armados y permitieron el acceso de las ONG y los investigadores judiciales y académicos. También permitieron a los artistas tener un contacto directo con las víctimas del conflicto armado. En las prácticas artísticas concentradas en los territorios del conflicto, las víctimas dejaron de ser una noción lejana, construida con recursos visuales rutinarios y tradicionales, es decir, con fórmulas que hasta hace algún tiempo resultaban eficaces en el campo del arte colombiano. La representación de los “desastres de la guerra” mediante recursos como la expresividad, la fealdad y la fragmentación de los cuerpos ha ido cediendo para dar lugar, en nuestro contexto, a otras apuestas que, en lugar de representar a la víctima, optan por activar el habla de los sobrevivientes, las comunidades y los perpetradores de los hechos atroces.

IV. El paisajismo de la crueldad y la mirada forense
 
La relación entre paisaje y violencia es recurrente en el arte colombiano. Está presente en obras como La cosecha de los violentos (1968), de Alfonso Quijano; Piel al sol (1963), de Luis Ángel Rengifo, o Violencia (1962), de Alejandro Obregón. Sin embargo, esta relación se ha transformado. El cuerpo y el paisaje han dejado de ser alegóricos y han pasado a testimoniar directamente la violencia. Por ejemplo, el higuerón y los árboles de mango y tamarindo están estrechamente unidos a la memoria de las víctimas y los perpetradores. Este paisajismo de la crueldad ha propiciado una disposición de la mirada artística que colinda con la mirada forense. El arte explora las marcas grabadas tanto en la materia como en la memoria (los rastros).

V. La empatía

Cuando la víctima es una noción lejana, los artistas tienen la licencia para describir desollados con preciosismo formal o para atacar y transgredir una figura hasta la desfiguración. Otra cosa ocurre cuando la víctima tiene rostro y nombre, cuando los artistas caminan el territorio y entablan relaciones con las comunidades. En lugar de buscar el repudio que produce la deformación, se busca la empatía del espectador. Para ello, se muestra la dignidad de la víctima presentado los objetos que le pertenecieron mediante la solidaridad que aparece después de la barbarie poniendo en evidencia la fortaleza de los sobrevivientes.

VI. Los dolores heredados

En la historiografía de la violencia en Colombia, son frecuentes las referencias a los “odios heredados”. Las menciones de los “dolores heredados”, por el contrario, son inexistentes. Los odios heredados solo pueden comprenderse bajo la lógica antagónica amigo-enemigo (la venganza). Los dolores heredados, en cambio, evidencian formas agonistas de integración comunitaria y activación política de las víctimas y los sobrevivientes (la justicia). Algunas prácticas artísticas han logrado evidenciar y activar en nuestro contexto este potencial político y afectivo de los dolores heredados.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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