Redacción: Alison Lorena Farfán
Ilustración: Brahyam Eduardo Luna
Todos los días, la misma rutina, salir de casa, recorrer la ciudad y otra vez, pasar arcos, aquella entrada que una vez me intimido, pero me recibió con la mejor gente, personas que eran desconocidas y hoy son amigos, son familia.
Cada semana terminaba en un salón de clases, con risas de mis compañeros y enseñanzas de los muchos profesores que tuve la fortuna de conocer. Muchos me enseñaron técnicas y reglas, otros, los que recuerdo más, me enseñaron a vivir, a ver la vida con objetividad, a tener mi opinión y defenderla. A tomar una posición frente a los temas de la sociedad.
De ellos aprendí que no se debe buscar igualdad, sino equidad. A defender mis ideales, pero siempre con argumentos. A buscar la verdad sobre cualquier cosa, también a seguir mi instinto. Comprender y apreciar el cine, la lectura, la escritura, y cada detalle que muchos pasan por alto.
El mejor aprendizaje lo recibí de ellos, pero lo mejor que me dejaron, en mi mente y en mi alma, fue a amar mi profesión, a ser apasionada, a ser periodista de corazón.
Los dias transcurrian y al pasar los años aprendí a disfrutar, no solo lo académico, la vida en la universidad.
A mis amigos, esos compañeros que vi pasar por los pasillos y solo una mirada nos sirvió para conocernos, los recordaré en el futuro, ya nos los veré cómo conocidos, los admirare como colegas.
A ti, el chico al que nunca le pude hablar, al que solo pude ofrecerle una tímida mirada, al que una vez que en clase escuché pronunciar mi nombre, y cada mañana durante un semestre, se sentó junto a mi; sabiendo que una vez saliamos del salón de clase, la timidez se hacía presente entre ambos.
Con los que discutí, a los que durante estos años ignore, y su nombre no aprendi, solo… espero tengan un destino favorable, se que tampoco me conocen. Solo deben saber que fui estudiante de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, que durante cuatro años recorrí sus pasillos, me enamoré, sufrí, disfruté, conocí gente maravillosa, conocí gente de la que aprendí qué no hacer, llore y más que todo, soñe.
Hoy, puedo decir, que me despido con el sueño intacto con el que entré, con la ilusión de hacer parte de los grandes colegas que un dia fueron reconocidos y admirados por su labor social y, su voz de lucha.
Atentamente, alguien que una vez estuvo.
Posdata: La vida se divide en etapas, y esta carta de despedida es de todos los colegas, que ahora, al igual que yo, cumplen horario. También, para los que inician dichas etapas, disfruten y atrévanse a levantar la mirada, los pasillos son más largos de lo que tus pies pueden contar.