“Mi hijo, Andrés Felipe, le decía: 'Totoniel, ¿si usted es hombre por qué se pinta?’ Y él le respondía: 'Andrés, nunca lo vaya a hacer, cuando esté grande le explicaré'. Él decía que era gay, que le gustaban los hombres, que nació así. Nunca fue violado, nunca fue manoseado, él nació así. A veces se maquillaba y se ponía una espumita en la cola, mantenía en shorts de jean corticos en la casa”. Preguntas como esta, hechas por el hijo de Yolanda, una de sus mejores amigas, las tuvo que enfrentar muchas veces José Ottoniel Galvis, natural de Victoria y una de las primeras personas que asumió de frente una lucha difícil en un pueblo: reconocerse como integrante de la comunidad de Lesbianas, Gays, Bisexuales, personas Transgénero e Intersexuales (LGBTI).
Según la ONG Colombia Diversa, la orientación sexual se refiere al sentimiento de atracción afectiva, emocional o sexual de una persona hacia otra de su mismo género (hombres gais y mujeres lesbianas), del género opuesto (heterosexuales) o de ambos (personas bisexuales). La identidad sexual autorreconocida tiene que ver con aquellas personas que se asumen de manera autónoma como lesbiana, gay, bisexual o trans.
“Él era una persona muy chévere, él no se metía con nadie, lo único malo en ese tiempo era que era gay. Hay muchas versiones del porqué se lo llevaron, supuestamente que él había hecho algo feo en Manzanares, cosa que yo no creo. Lo otro era que porque él conocía muchos secretos de acá del pueblo de personas importantes. Entonces, porque sabía mucho, lo mandaron a matar”, comenta Yorladis, prima de la Ottoniel.
Ottoniel Galvis creció en una familia de bajos recursos en el barrio Pueblo Nuevo, un populoso sector de Victoria ubicado en la salida que lleva a los viajeros hacia Honda. Su familia cuenta que quien hizo las veces de madre, en realidad era su mamá adoptiva, pues fue regalado por una trabajadora sexual en sus primeros años, luego lo recibió Nelly, pero finalmente fue criado por la abuela Abdulia. Se dice que Otto estudió hasta aproximadamente segundo o tercero de primaria en la escuela de su barrio. A partir de ese momento se le conocería como “Conga”, pues bailó e hizo suya la canción homónima de la banda Miami Sound Machine, que en la voz de Gloria Estefan recorrió el mundo. Durante su adolescencia y juventud se dedicó a criar pollos de engorde, hizo las veces de administrador del prostíbulo del pueblo o “chongo”, como se le conoce a este tipo de negocios en la zona; fue estilista y hasta leía el tabaco.
“Ese día le pedí que me acompañara hasta mi casa porque ya estaba oscuro, pero fue no hasta allá, sino hasta donde los holguines. Le dije que terminara de acompañarme, pero dijo que no, que tenía una cita, se rio y se devolvió para Pueblo Nuevo”, cuenta Beatriz, otra de las amigas que habló con Conga la noche de su desaparición.
Lugar exacto en el barrio Pueblo Nuevo donde fue retenido Ottoniel. (Foto: Jairo Andrés Vargas)
Aunque versiones posteriores a su desaparición le atribuyeron la venta de estupefacientes, varias fuentes que lo conocieron y que no se atreven a dar su nombre niegan que se dedicara a este tipo de actividades ilícitas. Algunos anotan que Conga, en su condición de homosexual, se convirtió en una persona molesta para ciertos sectores, pues se rumora que hay algunos hombres que sostuvieron relaciones sexuales o afectivas con él y que temían ser “descubiertos” por la sociedad.
Según el informe preliminar del proyecto Sobreviviendo a la limpieza social, memorias de personas LGBT en el marco del conflicto armado en Caldas 1985 – 2015 de la Universidad de Caldas, la Universidad Nacional y el Observatorio de Género y Sexualidades, la violencia que sufre este tipo de población está históricamente anclada a los municipios y lo que hizo el conflicto fue incrementarla.
“A él no le decía Conga, sino que siempre le decía Ottoniel, y era muy querido conmigo, siempre me saludaba: ‘Qué hubo amiga’, a todas nos decía amiga. Él hablaba sus tontadas y siempre lo hacía reír a uno. Era muy formal”, comenta Mary, otra de las personas del barrio que lo conoció.
“Unos días antes me había dicho que él cumplía años y que nunca le habían regalado nada, entonces yo fui y le regalé un bóxer, se puso feliz. La íltima noche que lo vi me dijo que los tenía puestos. Me dio mucho sueño y fui a acostarme. Creo que eran las nueve de la noche, no muy tarde, cuando llegó una señora gritando ‘¡Yolanda, se llevaron a Conga!’ Se había sentado más arribita, llegó un carro y se lo llevaron, el finado Juancho vio. Él colocó los pies para que no lo subieran en la camioneta, pero le pegaban, lo montaron y se lo llevaron. Ya pensábamos nosotros que nunca más lo volveríamos a ver”, afirma Yolanda.
La revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), en su informe de caso tipo #3, anota que “la desaparición forzada es una práctica ejercida por agentes del Estado y/o por particulares que actúan con su complicidad, dentro de Estados violadores de los derechos humanos, y está orientada a perseguir a quienes consideren su enemigo, borrando las evidencias de esa persecución y de ese delito”.
Río Guarinó, frontera entre Mariquita, Tolima y Victoria, Caldas. El proyecto “Ríos de Vida y Muerte” da cuenta de que en sus aguas se han encontrado personas desaparecidas. (Foto: Jairo Andrés Vargas)
Para Ángela María Forigua, profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado, y enlace de planeación estratégica y cooperación internacional de la estrategia de comunicación del Centro Nacional de Memoria Histórica, “es claro que esta práctica fue desarrollada por todos los actores del conflicto armado, pero las cifras muestran que los paramilitares fueron los principales perpetradores. Fundamentalmente buscaban infundir terror en los territorios para controlarlos, en el auge del paramilitarismo se volvió común escuchar en los pueblos de Colombia, esa gente se lo lleva a uno y no se vuelve a saber nada”. Y continúa afirmando que “dentro de la práctica de infundir terror y demostrar quién era el más fuerte, la desaparición forzada tuvo un principal énfasis en los líderes de oposición y en todo lo que representara lo opuesto a lo que era el deber ser para ciertos actores, personas que pensaran diferente, trabajadoras sexuales, población LGBT. Así se mandaba el mensaje de qué está bien y qué no, actuar de qué forma les convenía y cuál no”.
“Para mí fue muy duro, siempre lo he dicho, él no se lo merecía. Listo, que lo hubieran dejado ahí tirado, uno dice bueno lo vamos a enterrar; pero sin saberse qué le hicieron, todo lo que dicen que le hicieron porque supuestamente a mi tía le dijeron que a él lo habían cogido, lo amarraron, le echaron parafina. Él era una persona buena gente, no se metía con nadie. Lo más triste de todo es que esa noche hubo dos personas del pueblo, que lo conocían de toda la vida, involucradas en el hecho”, cuenta profundamente conmovida Yorladis.
La fecha exacta de desaparición de Conga y la edad que tenía en ese entonces no es muy clara para sus amigas y familiares, sin embargo, Beatriz dice que fue aproximadamente el 30 de abril del 2002, cuando él tenía 33.
Años después, a la familia llegó la información de que luego de ser montado en la camioneta, fue llevado rumbo a Mariquita, por una vía destapada conocida como “La Trocha”, hacia el balneario Camelias que los paramilitares habían tomado como base de operaciones. Allí fue desnudado, insultado por su condición sexual, torturado, quemado vivo y su cuerpo arrojado a una fosa común. La Fiscalía General de la Nación, en el marco del Proceso de Justicia y Paz, ha realizado varias exhumaciones en ese sitio, sin embargo, hasta el día de hoy no se han encontrado restos que pertenezcan a Conga. “Luego de su desaparición, con Eugenia iniciamos una búsqueda por Mariquita, pero a mí me llamaron y me dijeron que para qué lo buscaba, que si era que quería que me pasara lo mismo”, dice Yolanda.
Parte inferior del puente sobre el río La Miel en la vía Victoria – Samaná. El proyecto “Ríos de Vida y Muerte” señala que, en este río, que cruza el oriente de Caldas, se han encontrado más de 36 cuerpos de desaparecidos. Habitantes de la zona señalan que en este punto exacto eran lanzados cuerpos por parte de paramilitares. (Foto: Jairo Andrés Vargas)
Colombia Diversa da cuenta (según datos de 2017 de la Unidad de Víctimas) de 2.345 hechos contra la comunidad LGBT y de la inclusión de 1.818 víctimas, siendo los paramilitares los principales perpetradores de este tipo de violencia. No obstante, según la misma ONG, estas cifras deben ser leídas con mucha precaución, pues puede existir un subregistro o simplemente las personas afectadas por la violencia no declararon su género u orientación sexual. El 16 de diciembre de 2014, la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Bogotá emitió una sentencia histórica de 970 páginas contra Arnubio Triana Mahecha, alias “Botalón”, y otros paramilitares de Puerto Boyacá que delinquían en el bloque Magdalena Medio, en donde se reconoce la responsabilidad de crímenes cometidos contra personas LGBT en el marco del conflicto armado.
El informe Vivir bajo sospecha, la guerra también nos tocó anota que “este ocultamiento de violencia y los daños sufridos por la población LGBT es consecuencia directa de los métodos de aleccionamiento y disciplinamiento usados por los grupos armados para instaurar órdenes sociales y morales en virtud del control absoluto de las conductas de los pobladores de los territorios en los que ejercen poder”.
Y es que, el poder era todo para los paramilitares del bloque Magdalena Medio, también conocidas como autodefensas campesinas. Desde que iniciaron su etapa de expansión en 1997, hasta incluso después de su desmovilización en 2006, en la zona, que también ha sido denominada Magdalena Centro por el Programa de Desarrollo y Paz de esa región, no se movía una hoja sin tener la aprobación, control o vigilancia de la organización. De acuerdo a registros de la Unidad Local del Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía General de la Nación de La Dorada, Ramón María Isaza Arango, alias “El Viejo”, máximo cabecilla del grupo, hizo de las autodefensas una empresa criminal familiar. Sus hijos Ovidio Isaza Gómez, alias “Roque Isaza”, Oliverio Isaza Díaz, alias “Terror”, su yerno, el “Comandante Arturo” o “Magiver”, y otros familiares cercanos, se repartían el dominio de estas tierras.