En el marco de la tercera Expedición de Colombia a la Antártida, que ya cursa su recta final de exploración, la periodista científica Ángela Posada publicó en El Tiempo, en sus versiones digital e impresa, la crónica “Colombia le apunta a la ciencia en la Antártida”, donde se hace un recuento de las actividades de investigación que se han llevado a cabo en ese lugar, con miras a identificar ciertos procesos que afectan el planeta.
En esta entrega, el director del Departamento de Ciencias Biológicas y Ambientales de Utadeo, Andrés Franco, y el biólogo marino tadeísta Diego Mojica, de la Comisión Colombiana del Océano, son protagonistas de esta narración desde el “Continente Blanco”: “Vestidos con un grueso traje protector naranja y tapados hasta los ojos con cuellos de lanilla, Andrés Franco y Manuel Garrido, de Invemar, apoyados por personal de la Dirección General Marítima, aguardan pacientemente las redes que traen su muestra de plancton desde los -600 metros de profundidad, en la popa del ARC 20 de Julio”, relata la periodista.
Un paisaje “alienígena”, caracterizado por islas montañosas y paredes de basalto cubiertas de nieve, con una temperatura de 0,4 grados centígrados, son algunas de las condiciones extremas con las que el Estrecho de Gerlach dio la bienvenida a los expedicionarios: “La nieve se mete en los ojos, los sentidos se embotan y el viento castiga el alma. La toma de muestras en esta estación oceanográfica durará cuatro horas. Apenas han pasado 30 minutos. Casi inmediatamente hay que comenzar con la que sigue”.
Sin embargo, todo el esfuerzo ha valido la pena ante la gran riqueza de muestras de plancton vegetal. Animal y de huevos de peces que permitirá establecer una especie de conexión biológica entre Colombia y el continente ubicado más allá del fin del mundo: “Esto nos plantea una pregunta muy interesante, y es ver si el plancton compuesto por huevos y larvas de peces, es decir eso que genera alimento para todo el mundo en el océano, también es algo que conecte a las zonas tropicales con las polares, tal como siempre lo hemos visto con las ballenas. Y eso es muy delicado porque de ser así, cualquier alteración de ese plancton, ya sea por calentamiento global o por el uso que le demos al océano, va a tener un impacto en nuestra región, y viceversa”, comenta Franco.
Por su parte, Diego Mojica hizo un censo de elefantes marinos en una zona antártica protegida, en la temporada en que mudan de piel: “Un hallazgo importante fue uno de los elefantes marinos nacidos en la isla Rey Jorge, en las islas Shetland del Sur, que se había desplazado al archipiélago de Palmer, 260 millas al sur, lo que sugiere un corredor biológico marino para esta especie”, destaca el tadeísta.