Información general de la asignatura
DIMENSIÓN Y PROBLÉMATICA AMBIENTAL
- 009671
- 4
- ÁREA ACADÉMICA CIENCIAS BIOLÓGICAS Y AMBIENTALES
PRESENTACION
La crisis ambiental como expresión de la crisis civilizatoria, potencia una
reforma del pensamiento: de un pensamiento anclado en el mecanicismo, el
cientificismo, la linealidad y el análisis, a un pensamiento complejo,
ecológico, autopoiésico, coligado con la póiesis, la imaginación y la
creación; con el habitar como ethos y el construir como maneras diversas de
pensar y habitar. Esta reforma del pensamiento, exige hacer el tránsito de la
Razón Ilustrada, a la crítica de la Ilustración; de la Razón dialéctica a la
razón sostenible y en este tránsito, del liberalismo al neoliberalismo y a la
globalización del mercado de la vida.
Si bien la relación entre sociedad y naturaleza ha sido tratada desde la filosofía antigua y el pensamiento medieval hasta la modernidad, la actual estructuración de las ciencias sociales y aun las ambientales no han rescatado en forma suficiente los intensos y complejos vínculos existentes entre estas y la estructura natural. Es más, la sociedad en general las desconoce, los políticos sí algo saben del tema lo ocultan y a los economistas, solo les interesan sus variables: TIR [tasa interna de retorno]; VP [valor presente neto] y PE [punto de equilibrio]. Pero la Naturaleza posee su equilibrio y éste ha sido sobrepasado, de ahí que se pueda hablar de crisis medioambiental y sobre la cual la academia y la ciencia nunca ha permeado con sus investigaciones y contenido a la sociedad y a las instancias políticas decisorias.
En lo ambiental todo se ve y analiza como un problema postmoderno de gestión que tuvo como punto de partida la “Conferencia de Estocolmo” en 1972. Antes de esta, los recursos naturales eran considerados “infinitos”, de ahí que surgiera la necesidad de divulgar el concepto ya de por sí científicamente soportado de la “sostenibilidad”, dado que para la ciencia había una verdad: “los recursos naturales son finitos”.
El surgimiento de la cuestión ambiental a nivel mundial a la par de la agudización de los problemas ambientales en las últimas décadas, impone la necesidad de un análisis teórico-práctico de los fenómenos sociales y científicos relevantes. Hay importantes avances en diferentes medios académicos de América Latina y del mundo, que requieren consideración particular de los problemas ambientales de cada nación, de ahí que siempre se haya postulado: “Hay que pensar globalmente, pero actuar localmente”, solo que la globalización lo pone en práctica para beneficio directo de los intereses económicos de quienes -países- desean seguir a la vanguardia económica-, con el concepto de: “usted preserve, que yo utilizo, contamino, genero divisas y en contraprestación pongo a su disposición mecanismos económicos”. Esto permite que los “poderosos se perpetúen”, y los “otros” continúen siendo proveedores de materias primas y generadores del balance geoquímico de la Tierra, que a la fecha está altamente superado, por lo que nos enfrentamos a la peor crisis de la sociedad moderna: vamos vía de la extinción, pues como organismos dependemos de los ecosistemas, de su biomasa y de su energía.
La consideración de que toda la naturaleza está mediada socialmente y que las relaciones sociales operan en una estructura natural con la que interactúan permanentemente, genera un marco global que permite analizar el modo en que la sociedad transforma la naturaleza con el objetivo de elevar su calidad de vida. Pero esta trasformación se realiza siempre a través de la racionalidad impuesta por una formación económica y social concreta, la que imprime una modalidad particular al proceso de transformación, determinando un destino social de la producción [para quién se produce], una forma tecnológica [cómo se produce], un ámbito determinado de producción [dónde se produce], y demanda de recursos naturales y hábitat particular [con qué recursos naturales se produce].
Todos estos elementos sistémicos del proceso de transformación tienen como consecuencia diversos problemas ambientales vinculados a la degradación, al desaprovechamiento o sobre aprovechamiento de recursos naturales, de la energía y de la capacidad humana, que afectan a las diferentes clases y capas sociales de modo diferencial, generando una percepción ambiental particular según su propia práctica histórica, dando modernamente origen a la organización de movimientos sociales y corrientes teóricas de diferentes tipos. El Estado, según su composición y relación con la estructura social que genera los problemas ambientales, define una determinada política que para el caso colombiano está sobreexcedida en términos de formulaciones y menguada en resultados.
Tratar de entender la magnitud de lo que comúnmente se denomina “crisis ambiental” es una tarea que exige profundidad y amplitud en la información, además de rigurosos análisis de sus causas y consecuencias. Es un hecho casi plenamente asumido por los responsables políticos de todos los países que la ciencia y la tecnología son elemento indispensable para la elaboración de políticas de fomento y desarrollo económico y social. Sin embargo, no existe unanimidad en los distintos países y entre los diferentes gobiernos respecto al grado de asunción de esta verdad. De ahí que se detecten diferencias en lo que concierne a la intensidad del esfuerzo -medido en inputs, tanto económicos como relativos a recursos humanos- que se debe aplicar en la promoción de la ciencia y la tecnología, así como en el modelo organizativo con que se pretenden afrontar estas políticas. Dicho en otras palabras, el reconocimiento de la carta de naturaleza, de la política científica y tecnológica durante la segunda mitad
En lo ambiental todo se ve y analiza como un problema postmoderno de gestión que tuvo como punto de partida la “Conferencia de Estocolmo” en 1972. Antes de esta, los recursos naturales eran considerados “infinitos”, de ahí que surgiera la necesidad de divulgar el concepto ya de por sí científicamente soportado de la “sostenibilidad”, dado que para la ciencia había una verdad: “los recursos naturales son finitos”.
Esta evolución crítica de la acción pública en ciencia y tecnología coincide además con la existencia de profundas convulsiones geopolíticas en la que las referentes han experimentado evidentes alteraciones, lo que ha conducido a una sensación de confusión y conflicto -por ejemplo, las relaciones Norte -Sur-.
Existe así mismo creciente conciencia en las sociedades avanzadas acerca de la necesidad de considerar la conservación del medio ambiente como gran prioridad política -ya acabaron con lo suyo, por lo que el estado de conciencia no es propiamente una razón natural-. Este planteamiento ha supuesto la incorporación de las cuestiones ambientales en las agendas políticas con la articulación de partidos políticos, asociaciones y grupos que enarbolan esta bandera y defienden las cuestiones de conservación y calidad del ambiente como el valor de mayor calado para la adecuada relación entre el hombre y la naturaleza por su incidencia en la calidad de vida de los ciudadanos. Es fundamental poner de relieve que estas posiciones que mueven y atraen parte importante de las ideas y movimiento progresistas, que paradójicamente, son algunas veces profundamente conservadoras en lo que atañe al progreso en relación con la naturaleza. Prefieren lo que existe, el resultado de cuatro mil años de evolución, en el que han jugado un papel activo algunos de los problemas que denuncian -pero que ya no combaten-, antes que apoyar posibles desarrollos que tienen su raíz en nuevas expectativas tecnológicas. Prima la desconfianza como consecuencia de las negativas experiencias anteriores -catástrofes nucleares y marítimas; las graves repercusiones climáticas del uso de los clorofluorocarbonos y del masivo consumo energético; la acumulación de residuos, muchos de ellos peligrosos y, en todo caso, nocivos para el entorno; el uso indiscriminado de pesticidas-. Esta actitud pesimista penetra a través de todas las posiciones ambientalistas, independientemente de la mayor o menor racionalidad de sus posturas, lo que ha conducido a establecer como gran principio que la implantación de nuevas tecnologías no supone sólo beneficios, sino que, por el contrario, puede estar en la base de nuevos -no deseados ni deseables- riesgos y eventuales perjuicios para la calidad de vida de los ciudadanos.
El gran desarrollo de la química durante la "segunda" revolución industrial ha colocado en el mercado casi cien mil productos químicos, cuyos beneficios son indudables, pero también son responsables de algunas de las consecuencias que preocupan socialmente, como la contaminación del aire y las aguas continentales y marinas; los trastornos generados por accidentes en la fabricación de tales productos y transporte de los mismos; las toneladas de residuos abandonados en cementerios, de incomprensible elección en muchos casos para la sociedad y de dudosa seguridad en otros; el deterioro de la capa de ozono-, el cambio climático, la acumulación de metales pesados y hasta el sexto continente en el Pacífico conformado por basuras procedentes de las zonas costeras.
Esta constatación ha generado una notable desconfianza social, en general entre colectivos avisados y responsables, en el ciego tecno cientifismo, por una parte, y en el capital inclemente, por otra.
Ello ha llevado a los defensores del ambiente en primer lugar, y a los militantes de las posiciones de izquierda en segundo lugar, a lo que se estima es origen de un conflicto entre las ideas y la praxis, originando una situación hasta cierto punto paradójica. Son recolectores de las posiciones de mayor idealismo, pero defienden actuaciones marcadas por un gran pragmatismo. La relación coste/beneficio social que en general ha marcado la defensa de la ciencia y la tecnología por parte de las fuerzas progresistas ya no se tiene en cuenta. Se asume anticipadamente que el coste va a ser excesivamente alto. Mejor es lo que tenemos que lo que puede venir. No se confía en que las soluciones de los problemas globales dependan de las nuevas tecnologías; se piensa, por el contrario, que las mejores posibilidades de encontrar soluciones se encuentran fuera de la gran carrera tecnológica, lo cual conduce a errores, por lo que las ciencias ambientales deben asumir su real papel ante la sociedad en pro de soluciones verdaderas, pues a la fecha nada parece haber funcionado por falta de consenso y de conciencia.
Si bien la relación entre sociedad y naturaleza ha sido tratada desde la filosofía antigua y el pensamiento medieval hasta la modernidad, la actual estructuración de las ciencias sociales y aun las ambientales no han rescatado en forma suficiente los intensos y complejos vínculos existentes entre estas y la estructura natural. Es más, la sociedad en general las desconoce, los políticos sí algo saben del tema lo ocultan y a los economistas, solo les interesan sus variables: TIR [tasa interna de retorno]; VP [valor presente neto] y PE [punto de equilibrio]. Pero la Naturaleza posee su equilibrio y éste ha sido sobrepasado, de ahí que se pueda hablar de crisis medioambiental y sobre la cual la academia y la ciencia nunca ha permeado con sus investigaciones y contenido a la sociedad y a las instancias políticas decisorias.
En lo ambiental todo se ve y analiza como un problema postmoderno de gestión que tuvo como punto de partida la “Conferencia de Estocolmo” en 1972. Antes de esta, los recursos naturales eran considerados “infinitos”, de ahí que surgiera la necesidad de divulgar el concepto ya de por sí científicamente soportado de la “sostenibilidad”, dado que para la ciencia había una verdad: “los recursos naturales son finitos”.
El surgimiento de la cuestión ambiental a nivel mundial a la par de la agudización de los problemas ambientales en las últimas décadas, impone la necesidad de un análisis teórico-práctico de los fenómenos sociales y científicos relevantes. Hay importantes avances en diferentes medios académicos de América Latina y del mundo, que requieren consideración particular de los problemas ambientales de cada nación, de ahí que siempre se haya postulado: “Hay que pensar globalmente, pero actuar localmente”, solo que la globalización lo pone en práctica para beneficio directo de los intereses económicos de quienes -países- desean seguir a la vanguardia económica-, con el concepto de: “usted preserve, que yo utilizo, contamino, genero divisas y en contraprestación pongo a su disposición mecanismos económicos”. Esto permite que los “poderosos se perpetúen”, y los “otros” continúen siendo proveedores de materias primas y generadores del balance geoquímico de la Tierra, que a la fecha está altamente superado, por lo que nos enfrentamos a la peor crisis de la sociedad moderna: vamos vía de la extinción, pues como organismos dependemos de los ecosistemas, de su biomasa y de su energía.
La consideración de que toda la naturaleza está mediada socialmente y que las relaciones sociales operan en una estructura natural con la que interactúan permanentemente, genera un marco global que permite analizar el modo en que la sociedad transforma la naturaleza con el objetivo de elevar su calidad de vida. Pero esta trasformación se realiza siempre a través de la racionalidad impuesta por una formación económica y social concreta, la que imprime una modalidad particular al proceso de transformación, determinando un destino social de la producción [para quién se produce], una forma tecnológica [cómo se produce], un ámbito determinado de producción [dónde se produce], y demanda de recursos naturales y hábitat particular [con qué recursos naturales se produce].
Todos estos elementos sistémicos del proceso de transformación tienen como consecuencia diversos problemas ambientales vinculados a la degradación, al desaprovechamiento o sobre aprovechamiento de recursos naturales, de la energía y de la capacidad humana, que afectan a las diferentes clases y capas sociales de modo diferencial, generando una percepción ambiental particular según su propia práctica histórica, dando modernamente origen a la organización de movimientos sociales y corrientes teóricas de diferentes tipos. El Estado, según su composición y relación con la estructura social que genera los problemas ambientales, define una determinada política que para el caso colombiano está sobreexcedida en términos de formulaciones y menguada en resultados.
Tratar de entender la magnitud de lo que comúnmente se denomina “crisis ambiental” es una tarea que exige profundidad y amplitud en la información, además de rigurosos análisis de sus causas y consecuencias. Es un hecho casi plenamente asumido por los responsables políticos de todos los países que la ciencia y la tecnología son elemento indispensable para la elaboración de políticas de fomento y desarrollo económico y social. Sin embargo, no existe unanimidad en los distintos países y entre los diferentes gobiernos respecto al grado de asunción de esta verdad. De ahí que se detecten diferencias en lo que concierne a la intensidad del esfuerzo -medido en inputs, tanto económicos como relativos a recursos humanos- que se debe aplicar en la promoción de la ciencia y la tecnología, así como en el modelo organizativo con que se pretenden afrontar estas políticas. Dicho en otras palabras, el reconocimiento de la carta de naturaleza, de la política científica y tecnológica durante la segunda mitad
En lo ambiental todo se ve y analiza como un problema postmoderno de gestión que tuvo como punto de partida la “Conferencia de Estocolmo” en 1972. Antes de esta, los recursos naturales eran considerados “infinitos”, de ahí que surgiera la necesidad de divulgar el concepto ya de por sí científicamente soportado de la “sostenibilidad”, dado que para la ciencia había una verdad: “los recursos naturales son finitos”.
Esta evolución crítica de la acción pública en ciencia y tecnología coincide además con la existencia de profundas convulsiones geopolíticas en la que las referentes han experimentado evidentes alteraciones, lo que ha conducido a una sensación de confusión y conflicto -por ejemplo, las relaciones Norte -Sur-.
Existe así mismo creciente conciencia en las sociedades avanzadas acerca de la necesidad de considerar la conservación del medio ambiente como gran prioridad política -ya acabaron con lo suyo, por lo que el estado de conciencia no es propiamente una razón natural-. Este planteamiento ha supuesto la incorporación de las cuestiones ambientales en las agendas políticas con la articulación de partidos políticos, asociaciones y grupos que enarbolan esta bandera y defienden las cuestiones de conservación y calidad del ambiente como el valor de mayor calado para la adecuada relación entre el hombre y la naturaleza por su incidencia en la calidad de vida de los ciudadanos. Es fundamental poner de relieve que estas posiciones que mueven y atraen parte importante de las ideas y movimiento progresistas, que paradójicamente, son algunas veces profundamente conservadoras en lo que atañe al progreso en relación con la naturaleza. Prefieren lo que existe, el resultado de cuatro mil años de evolución, en el que han jugado un papel activo algunos de los problemas que denuncian -pero que ya no combaten-, antes que apoyar posibles desarrollos que tienen su raíz en nuevas expectativas tecnológicas. Prima la desconfianza como consecuencia de las negativas experiencias anteriores -catástrofes nucleares y marítimas; las graves repercusiones climáticas del uso de los clorofluorocarbonos y del masivo consumo energético; la acumulación de residuos, muchos de ellos peligrosos y, en todo caso, nocivos para el entorno; el uso indiscriminado de pesticidas-. Esta actitud pesimista penetra a través de todas las posiciones ambientalistas, independientemente de la mayor o menor racionalidad de sus posturas, lo que ha conducido a establecer como gran principio que la implantación de nuevas tecnologías no supone sólo beneficios, sino que, por el contrario, puede estar en la base de nuevos -no deseados ni deseables- riesgos y eventuales perjuicios para la calidad de vida de los ciudadanos.
El gran desarrollo de la química durante la "segunda" revolución industrial ha colocado en el mercado casi cien mil productos químicos, cuyos beneficios son indudables, pero también son responsables de algunas de las consecuencias que preocupan socialmente, como la contaminación del aire y las aguas continentales y marinas; los trastornos generados por accidentes en la fabricación de tales productos y transporte de los mismos; las toneladas de residuos abandonados en cementerios, de incomprensible elección en muchos casos para la sociedad y de dudosa seguridad en otros; el deterioro de la capa de ozono-, el cambio climático, la acumulación de metales pesados y hasta el sexto continente en el Pacífico conformado por basuras procedentes de las zonas costeras.
Esta constatación ha generado una notable desconfianza social, en general entre colectivos avisados y responsables, en el ciego tecno cientifismo, por una parte, y en el capital inclemente, por otra.
Ello ha llevado a los defensores del ambiente en primer lugar, y a los militantes de las posiciones de izquierda en segundo lugar, a lo que se estima es origen de un conflicto entre las ideas y la praxis, originando una situación hasta cierto punto paradójica. Son recolectores de las posiciones de mayor idealismo, pero defienden actuaciones marcadas por un gran pragmatismo. La relación coste/beneficio social que en general ha marcado la defensa de la ciencia y la tecnología por parte de las fuerzas progresistas ya no se tiene en cuenta. Se asume anticipadamente que el coste va a ser excesivamente alto. Mejor es lo que tenemos que lo que puede venir. No se confía en que las soluciones de los problemas globales dependan de las nuevas tecnologías; se piensa, por el contrario, que las mejores posibilidades de encontrar soluciones se encuentran fuera de la gran carrera tecnológica, lo cual conduce a errores, por lo que las ciencias ambientales deben asumir su real papel ante la sociedad en pro de soluciones verdaderas, pues a la fecha nada parece haber funcionado por falta de consenso y de conciencia.
OBJETIVO DE APRENDIZAJE
Analizar de las interrelaciones entre los problemas ambientales, la estructura
social, los movimientos sociales y las políticas del Estado. Estas relaciones
serán analizadas a la luz de los aportes de las ciencias ambientales, las
ciencias sociales y la muy particular visión del Estado que parece estar
siempre a espaldas de la realidad y, tan solo dando respuestas a las políticas
globales. Asimismo, abordar las principales cuestiones ambientales
colombianas, desde el enfoque propuesto. El análisis no se limitará al estudio
de los problemas, sino también a la búsqueda de las alternativas e
instrumental operativo para su aplicación. De esta manera, se busca dotar al
estudiante de un sentido crítico y propositivo sobre el tema.
RESULTADO DE APRENDIZAJE
Desarrollar modelos innovadores que integren la estructura, función y dinámica
de los ecosistemas naturales, artificiales y urbanos, evaluar su efectividad y
diseñar estrategias sostenibles que mitiguen su vulnerabilidad frente a las
interacciones ecológicas, sociales y económicas.
FECHA DE ACTUALIZACION
2024-10-12