Final del túnel

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Final del túnel
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Miércoles, Mayo 12, 2021
El valle era un lugar en el que habitaban una comunidad de trenes de todo tipo: desde trenes reliquias y viejos trenes de carga, hasta trenes modernos, con diversidad de tecnología.

Redacción: Sofía Acero

Ilustración: Wilder Molina Triana

 

El valle era un lugar en el que habitaban una comunidad de trenes de todo tipo: desde trenes reliquias y viejos trenes de carga, hasta trenes modernos, con diversidad de tecnología. Cada uno poseía su propia personalidad y la libertad para tomar sus propias decisiones sobre las vías férreas que querían recorrer. Sin embargo, la vía al final del túnel, de la que todos hablaban, era lugar desconocido para la mayoría, un misterio para casi todo el valle, la vía a la que solo unos pocos se atrevían a cruzar y aún más pocos lo lograban.

 

El, más que todos, anhelaba el saber lo que sería atravesar aquella oscuridad, deseaba llegar a ser como los pocos trenes que tenían la facilidad de llegar al final de aquel túnel. Este, se encontraba un poco antes de la cima de aquella montaña donde se podía ver un manantial fresco y respirar un aire puro y limpio, experimentar una paz irracional, con un sentimiento de éxito, bajo una luz inexplicable, una arrolladora serenidad, algo diferente a lo habitual, o eso creían.

 

Y es que sin importar las opiniones de los muchos otros trenes acerca de esta vía, que decían que aquella oscuridad que llenaba el túnel era capaz de quitar el aliento  y dejaba al motor con menos potencia, a causa de la oscuridad que se mezclaba con un olor a podredumbre que emana de su interior, junto con el frío paralizador que dejaba las ruedas secas y listas para retroceder. Por otro lado, se encontraba una parte del valle que simplemente no pensaba nada, les daba igual las opiniones tanto buenas que se hablaban a susurros, como las malas de los muchos que habían fracasado en el intento; no querían averiguar si esto era una verdad inexplicable o una aterradora mentira, ni pertenecer al grupo de trenes fracasados por su intento fallido o aun peor, no querían vivir como Poydz.

 

Poydz, era el único tren del valle que lo había intentado más de una vez, confirmando aquellos malos comentarios acerca del túnel, sin embargo, alcanzó a ser testigo de aquella luz de la que hablaban, pues en su primer intento alcanzó a contemplarla. La curiosidad de Poydz era mayor que su miedo al fracaso, el cual parecía predestinado al ser un tren con vagones anticuados y pesados, con motor a vapor, unas ruedas ya gastadas y poca fuerza en sus luces. Poydz era diferente, lucia diferente, y estaba dispuesto a comprobar lo que decían muchos trenes que habían cruzado: cuando llegaban al final de aquel túnel era como si sus ruedas, su motor y su luz fueran renovadas, volvían con más fuerza, con más potencia y la expresión de su rostro era un reflejo del ambiente de este lugar.

 

Poydz decidió volverlo a intentar, pero esta vez decidió abandonar sus dos últimos pesados y viejos vagones quedando tan solo con ocho. Esto no fue una decisión fácil, puesto que aquellos dos vagones lo hacían un tren útil para transportar carga y visible para los demás, pues era el único tren con diez vagones, pero no podía olvidar como aquella vía lo había hecho sentir: tan diferente por el respingo de luz resplandeciente que sintió tan solo dos segundos y por la que lo siguió intentándolo una y otra vez.

 

Poydz dió marcha y alcanzó a respirar el frío y la oscuridad que invadía aquel túnel nuevamente, sintió aquel olor insoportable pero su motor se forzaba a subir, sus ruedas hicieron el mismo ruido que escuchaba tantas veces antes de que la gravedad lo hiciera volver atrás, pero su motor no se apago y de pronto fue como si llegara a un camino llano, volvió a ver aquella luz, volvió a sentir aquello que sintió la primera vez que lo intentó, pero en esta ocasión, su corazón estaba en paz, tenía tal serenidad que le inundaba la razón, supo que el aroma era aún mejor de lo que decían, se sintió joven y renovado, casi como si no existiera más.

 

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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