Una loca más

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Una loca más
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Sábado, Septiembre 4, 2021
La injusticia era algo que no podía tolerar. Conocer la verdad, o al menos tener indicios de ella, y no hacer nada al respecto me parece algo absolutamente malvado y egoísta. Es por eso que desde que escuche rumores a cerca de malos tratos hacia los pacientes en el Hospital Whittingham, el centro psiquiátrico más grande de Inglaterra, me propuse crear un plan con el fin de mostrarle al mundo entero, haciendo alarde de mi deber ser como periodista, y a mi misma, si aquellos rumores eran ciertos; y sólo había una forma: Convertirme en una loca más.

Inspirado en la vida de Nellie Bly

Redacción: Sofía Acero 

La injusticia era algo que no podía tolerar. Conocer la verdad, o al menos tener indicios de ella, y no hacer nada al respecto me parece algo absolutamente malvado y egoísta. Es por eso que desde que escuche rumores a cerca de malos tratos hacia los pacientes en el Hospital Whittingham, el centro psiquiátrico más grande de Inglaterra, me propuse crear un plan con el fin de mostrarle al mundo entero, haciendo alarde de mi deber ser como periodista, y a mi misma, si aquellos rumores eran ciertos; y sólo había una forma: Convertirme en una loca más.

 

Al principio no fue fácil, pero poco a poco el plan se fue armando en mi mente. Decidí excluirme a las afueras de mi ciudad con el fin de generar confusión entre mis allegados, y que empezaran a creer que algo raro estaba sucediendo en mi cabeza. Sabía que si era capaz de convencer a mis conocidos, iba a ser mucho más sencillo con extraños. Y así fue.

 

No puedo negar que habían noches en aquella desolada casa, llena de sonidos que no tenían un origen claro y que invadian la soledad en la que buscaba estar, en las que dudaba si continuar con mi plan o desertar, dejarle el trabajo a alguien más. De hecho, nadie aún se había atrevido a hacer algo como lo que yo estaba pensando hacer, posiblemente sí estaba loca una idea que se reafirmaba a causa de mis largas reflexiones nocturnas, en las que siempre llegaba a la misma conclusión: Iba a ir hasta las últimas consecuencias.

 

Empecé a tratar mal a los empleados del lugar, a gritarles cosas incoherentes, me despertaba en las noches vociferando durante mucho tiempo y afirmaba que no recordaba qué había sucedido hace unas horas. Sé que fue mi determinación la que logró que todo fuese tan creíble hasta para los médicos especializados, quienes oficialmente me diagnosticaron como una enferma mental.

 

El miedo, la incertidumbre, el orgullo, la emoción y la curiosidad me mantenían constantemente alerta; obligando a mi cerebro a trabajar mancomunadamente con mi cuerpo, a no salirnos en ningún momento del papel de enferma mental, incluso cuando empecé a sentir que esto me consumía, que en ocasiones los gritos que despertaban a todos en el hospital eran genuinos, no premeditados como se supone que deberían ser, y que mis pensamientos daban tantas vueltas que llegué a considerar que este sería el fin.

 

Sin embargo, cuando empecé a ver con mis propios ojos todo lo que sucedía a mi alrededor, mi mente tuvo una sacudida tal que ya me sentía absolutamente despejada. Mis gritos comenzaron a tener compañía, se sincronizaban con mujeres que eran expuestas al frío y bañadas con hielo, que eran obligadas a estar más de catorce horas sentadas en sillas incómodas temiendo moverse por las represalias abominables que podrían llegar a sufrir, como ser amarradas a sus camas e incluso golpeadas. Las arcadas se volvían una sola después de consumir comida descompuesta, que en el tormento del hambre parecía todo un manjar; nos hicimos amigas de las ratas que merodeaban por las sobras, además, los escalofríos se volvieron comunes en medio de la desolación del lugar.

 

Después de diez días ahí ya no lo resistía más. Sea cual sea el estado de la salud mental con el que una mujer llegue a este lugar, seguramente se volvería loca pasando por todas estas atrocidades. Decidí dejar de fingir y los médicos lograron ver que mi condición mental era óptima, sin embargo, no me querían dejar salir, pero esto no iba a ser más que un obstáculo superado en mi camino. Le robé las llaves del despacho a uno de los médicos y logré acceder al teléfono, contactandome con mis superiores en el periódico y rápidamente narrandoles por qué me encontraba ahí. Lograron, bajo varias demandas, liberarme de este lugar; y yo logré darles voz a estas mujeres que habían sido olvidadas por el mundo por no entrar en sus estándares, pero que ahora vivirían para siempre en mi memoria, y en la de todos.

 

El mundo entero conoció una loca más, y algunos entendieron que la locura no era ninguna razón plausible para la injusticia. Y yo comprendí que la normalidad es un lujo que pocas veces agradecemos.

 

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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