Los dueños de la limpieza

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Los dueños de la limpieza
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Lunes, Octubre 5, 2020

Cuento por: Ana María Contreras

 

5:27 am, a esa hora apenas amanece y el sol nace con pereza. A Cristóbal le quedaron cartas por leer de ayer, cartas disfrazadas de correos electrónicos buscando los mejores negocios para la compañía para la cual trabaja, la Frank States: “Expertos en aspiradoras, los dueños de la limpieza”, mencionaba el slogan con fastidio en su cabeza y además con la típica musiquita que la caracterizaba.

Acostado y medio dormido, no sonaba el despertador, sabía que le quedaban 3 minutos, no había visto la hora, pero solo lo sabía. 3 minutos más para dormir, Valentina seguía entre sueños, el recibo del gas seguía tirado en el pasillo debajo de la puerta; ¿qué desayunar? quizá pan con café, como todos los días; subir al Subte repleto de gente, saludar a Tatiana, la recepcionista de Frank States; se dio la vuelta en la cama para seguir durmiendo el poco tiempo que le quedaba.

La primera carta en el mail decía:

“Respetado señor Cristóbal como compañía aliada, nos encantaría hacerle saber que se nos ha otorgado el primer puesto en el concurso…” Se cansó de leer.

—¿Acaso no sabe que me importa bastante poco que hayan ganado el concurso? Pensó Cristóbal, continúo leyendo. 

“…Large Wash, limpiadores profundos, le invitamos a la celebración el sábado…” —Basura. Pensó.

Abrió otra carta, el asunto de esta decía: “Tiempo sin saber de ti” Cristóbal la miró con sospecha y la abrió, el texto decía: “Amado Cris, han pasado años, recién conseguí tu mail y no dudé en escribirte apenas lo ví, tomémonos un café, qué tal si nos vemos hoy a las diez, te espero en la cafetería junto a mi casa, un gran saludo, con cariño, tu viejo y amado Frank L.” 

Asombrado e impactado, Cristóbal bajó su mirada a la libreta azul de la empresa, recorrió los contactos escritos, se acomodó los anteojos, buscó la F de Frank L. ¿Cómo era posible? ¿Frank L.? — debe ser una broma. Pensó.

Llegaron las diez, Cristóbal llegó al encuentro con el supuesto Frank L, mientras llegaba le saludó un viejo guardia de la zona, un pastor alemán ya veterano, le consintió, se sacudió y después se fue, la noche estaba fría y aparte oscura, daba miedo pensar el encuentro con el buen tío Frank L, tan solo pensar que apareciera le daba escalofrío pues Frank L. había muerto hace 4 años.

5:30 am tan rápido habían pasado 3 minutos, el peep peep de la alarma seguía insistiendo, Valentina se dio vuelta y lo saludó con un intento de beso.  Cristóbal se despertó completamente confundido.

—Qué pesadilla- Mencionó. —Soñé que Frank L. … Dijo.

—Cris, Cris, ya, está bien. Lo interrumpió Valentina. —Solo fue un sueño. Le dijo.

Luego de despertar bien y volver en sí, se arregló y salió a trabajar.

Al sentarse en su oficina, fue inevitable no abrir los correos y revisar aun el spam para verificar que no hubiese correos disfrazados de cartas, simplemente no quería ver la carta de Frank L. solo quería trabajar y ser un buen vendedor de aspiradoras, porque somos: “Expertos en aspiradoras, los dueños de la limpieza” se lo repetía constantemente para que poco a poco el recuerdo de la pesadilla se fuera borrando por los sucesos del día. Como si la frase le fuese a ayudar en algo. Se notaba raro en frente de su escritorio solo tenía el computador de los 80´s una naranja pelada y la foto de Valentina. Lucía extraño.

—Hace rato que conozco las alucinaciones de Cris. Dijo Julio, el jefe del negocio, contándole al nuevo supervisor de recursos humanos. Viendo hacía la ventana de la oficina de Cristóbal.

 —A veces le da la locura y cree ver cosas en la oficina, una vez nos comentó que veía aspiradoras volando en su escritorio, todo un loquillo. Comentó el jefe, caminando por los pasillos de Frank States, mostrándole las instalaciones. No olvidó repetirle el slogan de la empresa, el lema, el himno que aburría a todos: “Expertos en aspiradoras, los dueños de la limpieza”.

—Pero Julio, un momento, ¿cómo es que tienen un empleado loco trabajando en esta empresa? Preguntó el recién llegado empleado, supuestamente experto en recursos humanos.

—¿Cris? Es el sobrino del señor Frank L. el fundador de la empresa, murió hace 4 años, se desconoce su muerte, quizá fue un asesinato, nadie aquí habla al respecto, nada que hacer… sigamos, le mostraré la cafetería.

Doña Lucrecia era la mejor empleada del Frank States, simplemente su amabilidad y linda sonrisa al atender, la hacía galardonadora de todo premio al buen juicio. Cuando servía el café lo hacía detalladamente, se encargaba de que la espuma fuera perfecta y que aquellos que pedían croissant para acompañar el café, les quedara bien crocante. La cafetería era el mejor lugar del Frank, simplemente porque estaba ella, la señora Lucrecia.

—¡Vamos Julio, es el mejor café que me he tomado en años! Mencionó el recién llegado.

—Así es, decía mientras masticaba su crocante croissant. —Créame que este lugar es luz por el simple hecho de que Doña Lucrecia está. 

La miró y le sonrió, la señora Lucrecia le devolvió la sonrisa con otra muy genuina.

—Continúe conmigo, le mostraré el departamento de diseño, allí se crean los bocetos de nuestras aspiradoras. Dijo Julio después de darle otro mordisco al pan.

—Disculpará usted la insistencia señor Julio, pero Doña Lucrecia se ve ya muy veterana, ¿será bueno que siga trabajando después de tanto tiempo? Debería estar jubilada.

La insistencia de este hombre era típica de un empleado nuevo.

—Quizá, pero se le ve tan feliz aquí, que sería un delito echarla, además a todos nos gusta su café. Total, lo único que sabemos de Doña Lucrecia es que la pobre vive sola… la mataríamos si no viene aquí, ella misma nos comenta que este siempre será su hogar.

La señora Lucrecia escuchaba desde lejos que hablan de ella, le llevó un poco más de 4 años para que su reputación fuera intachable, todos la amaban, no se le reprochaba nada, una vieja anciana que servía cafés y croissants desde la mañana hasta la madrugada, una señora indefensa que servía con alegría, eso era. Lo que ella creía, lo que se forzó a ser durante años.

Pero en realidad no era más que la culpable de la locura de Cristóbal, la desdichada anciana que vivía sola, quien ocultaba su verdadero yo detrás de sonrisas y buen servicio al cliente, pues en realidad era la que había asesinado a Frank L. hace 4 años.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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