Hace tres meses, el Gobierno nacional presentó el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 ‘Pacto por Colombia, pacto por la equidad’, el cual incorpora como uno de sus temas neurálgicos el desarrollo y consolidación de las industrias culturales y creativas, bajo la sombrilla de la economía naranja. De acuerdo con el Departamento Nacional de Planeación (DNP), con esta política pública se espera aumentar, durante los siguientes cuatro años, el valor agregado de este renglón de la economía, pasando del 2,9% actual a un proyectado del 5,1%. Una de las regulaciones clave en este aspecto es la Ley 1834 de 2017 o ‘Ley Naranja’, la cual consta de siete directivas que, en total, contemplan inversiones cercanas a los 6 billones de pesos.
En ese sentido, este sector plantea una serie de oportunidades. De acuerdo con el ‘Primer Reporte de Economía Naranja (2014-2018)’ suministrado por el DANE, las industrias culturales y creativas tuvieron una participación del 1,8% en el Valor Agregado Bruto el año pasado, lo que quiere decir que la ‘economía naranja’ le aportó un total de 13,68 billones de pesos al PIB del país.
Para Diana Cifuentes, coordinadora misional del Observatorio de Cultura y Economía, dependencia creada en 2011 por el Ministerio de Cultura y que actualmente opera en alianza con Utadeo desde la Maestría en Gestión y Producción Cultural y Audiovisual, la Ley 1834 define el alcance de las industrias culturales y creativas como aquellas basadas en contenidos de carácter cultural y que generen protección en el marco del derecho de autor y formula una serie de líneas para el fomento del sector, entre ellas el fortalecimiento de los emprendimientos creativos y de su rol como generadoras de ingresos y fuente de empleos. Para ello, en la implementación de la política se han diseñado instrumentos para que los integrantes de las empresas o agentes del sector puedan acceder a una oferta de estímulos no reembolsables, así como a alivios tributarios y acceso a crédito. Uno de los más claros ejemplos es la posibilidad que las pequeñas y medianas empresas se encuentren exentas de renta durante los primeros siete años de constituidas, siempre y cuando se cumplan con unos mínimos de generación de empleo e inversión proporcionales a su nivel de ingresos brutos fiscales.
De igual forma, señala Cifuentes, también lo que se busca en la implementación de la política de fomento a las industrias culturales y creativas es captar fuentes de financiación que permitan crear un fondo para el sector cultural y creativo, de manera similar a lo que ocurre hoy día con el Fondo de Desarrollo Cinematográfico.
Diana Cifuentes
Empero, uno de los cuellos de botella que se han detectado y que se evidencia en un estudio que recientemente desarrolló el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, está relacionado con el acceso real a financiación: “cuando hablábamos con los empresarios y emprendedores del sector explicaban que en parte del sector financiero hay un desconocimiento acerca de las dinámicas de las industrias culturales y creativas”, explica.
De esta manera, en otros países los bancos hacen prestamos a estas empresas culturales bajo garantías sobre activos intangibles, es decir, la entidad financia, por ejemplo, sobre un guión de una producción cinematográfica. Esta situación no ocurre en Colombia, en la medida que los empresarios y emprendedores culturales deben disponer algunos de sus bienes tangibles, como una casa, para acceder a estos prestamos: “se desconoce en el sector financiero el valor económico que surge a partir de actividades intangibles y conocimientos desarrollados al interior de estas empresas”, añade.
Por otro lado, los llamados ‘Bonos Naranjas’ emitidos por Bancoldex supusieron una captación de recursos por valor de 400.000 millones de pesos, destinados a que las empresas culturales puedan acceder a financiación a través de préstamos otorgados desde los bancos. Aunque el sector se está viendo beneficiado por la irrigación de estos recursos, aún existen limitantes en una cantidad importante de empresas para acceder a estos beneficios ya que dependen de factores como la capacidad de endeudamiento, la demostración de flujos financieros sólidos o la disposición de colaterales (garantías).
Manifestaciones culturales en Clemencia y María La Baja (Bolívar), como parte de Laboratorios Vivos
Otro aspecto sobre el que se debe trabajar, dice Cifuentes, tiene que ver con la mejora a las condiciones laborales de los trabajadores del sector. Los datos de la Cuenta Satélite de Cultura y Economía Naranja (CSCEN) desarrollada por el DANE, revelan, por ejemplo, que hay unos sectores donde la informalidad es muy alta, especialmente los que se relacionan con espectáculo público; allí, muchas veces, no hay pagos por concepto de seguridad social y se debe trabajar a destajo o por labor contratada.
“Existe un gran reto para que el sector conozca y aproveche los incentivos que existen y que se logre atraer capital de inversión, al tiempo que se crean mecanismos para que una base más amplia de emprendedores pueda acceder a los prestamos”, argumenta Cifuentes, quien además es profesora de la Maestría en Gestión del Diseño de Utadeo. “Infortunadamente muchas veces los instrumentos que están diseñados sobre el papel para beneficiar un sector de la población tienen una baja utilización debido al desconocimiento que existe sobre la existencia de los mismos, o a obstáculos relacionados con el contexto normativo o el desempeño institucional, esto ha sucedido, por ejemplo, con los beneficios tributarios dispuestos incentivar la inversión en I+D+i”, puntualiza.
Otro de los puntos clave, expone, tiene que ver con el fomento a las exportaciones, así como la puesta en marcha de investigación de mercados que permitan saber en qué países es viable exportar bienes y servicios culturales.
Se debe buscar, también, en el desarrollo de la política, destaca la profesora tadeísta, fortalecer todas las modalidades de triple hélice que, en el caso colombiano, ya están surgiendo. Relaciones entre academia, sector público y privado que lleven a identificar las necesidades del sector y proponer políticas públicas de acuerdo a sus lógicas.
El Observatorio es un espacio que se ha dedicado a identificar, proponer y lidera el debate sobre las relaciones entre cultura y economía no solo en Colombia sino también en los países de Iberoamérica, en torno a la realización de investigaciones y publicaciones, la difusión del conocimiento y procesos de formación y la creación y fortalecimiento de redes de conocimiento. Precisamente, a futuro, una de las líneas del Observatorio se centrará en desarrollar investigación que lleve al análisis de los impactos de la regulación en las industrias culturales y creativas.