En mayo de 2013, Colombia mostró su interés de ingresar a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), que agrupa a los 35 países más desarrollados del mundo. Sin embargo, en el 2015, este organismo emitió 32 recomendaciones sobre las reformas estructurales que deben hacerse al sistema de innovación agrícola, que van desde el acceso, uso y titularidad de las tierras hasta políticas de educación rural y transferencia tecnológica.
Pero, ¿qué tanto ha innovado Colombia en el agro? Hasta el año 2012, en nuestro país, no se había hecho una medición sobre la innovación agrícola. Las entidades gubernamentales, hasta entonces, trabajaban solo en censos a los productores en los diferentes subsectores de este renglón. Sin embargo, desde el Grupo de Investigación RAET (Redes Agro Empresariales y Territorio) de Utadeo, conformado por Laura Rúgeles (co-fundadora), Jean-Francois Jolly (co-fundador), Bladimir Guaitero (líder del proyecto), Camilo Torres, César Ariza, Mauricio Ángel, Gabriel Roveda, Diana Saavedra y William Toro, en conjunto con las universidades de Córdoba, Medellín y Los Llanos, iniciaron esta medición en las cadenas productivas de la papa, las flores, la palma, la carne porcina y bovina, pionera en Colombia y una de las primeras en América Latina.
Para ello, en el periodo comprendido entre el 2010 y el 2012, los investigadores aplicaron 459 encuestas a productores de las seis cadenas, en los departamentos de Cundinamarca, Meta, Boyacá, Antioquia, Córdoba y Magdalena, en las que se identificó el avance de las empresas agrícolas en torno a la innovación, así como sus principales obstáculos y oportunidades, pero ante todo, se evaluó la incidencia que los programas de transferencia tecnológica y asistencia técnica han tenido en los territorios.
Integrantes de la red del Grupo de Investigación RAET.
Los resultados arrojados por las encuestas demuestran que el índice de innovación en el agro es bajo, en la medida que tan solo el 5% de las empresas encuestadas son líderes en este tema (puntaje de 100 o más), mientras que el 48% se encuentran en el intervalo más bajo del índice (puntaje inferior a 19). Adicionalmente, se halló que muchas de estas cadenas productivas están rezagadas en cuanto al dominio de tecnologías que mejorarían la eficiencia de sus sistemas de producción.
Sin embargo, lo más preocupante, es que muchos de los resultados de investigación y tecnologías disponibles no se aplican o tardan en aplicarse, generando fallas en la coordinación del sistema de innovación: “hay distancia entre la generación de resultados de investigación y el proceso de innovación. Lo ideal sería que las agroempresas introdujeran automáticamente los resultados, pero hay dificultades en la transferencia tecnológica y asistencia técnica, que en nuestro país, para los agricultores, es aún muy inconstante e inestable, poco continua y centrada en lo técnico-productivo. No hay extensionismo sino asistencias muy puntuales al cultivo, lo cual no permite que se lleven a cabo procesos continuos que permitan la incorporación de tecnologías y el avance en innovación”, comenta Bladimir Guaitero, investigador principal de este proyecto y actual líder de RAET.
Sin embargo, Guaitero advierte que este fenómeno se ha dado a lo largo y ancho de América Latina, pues, exceptuando países como México y Uruguay, son pocos los que se han preocupado por medir los avances en innovación agrícola: “nuestro referente metodológico ha sido Australia, pues es un país donde medir la innovación es un tema de política pública, una prioridad en la que año tras año se hacen encuestas para tomar decisiones en el orden público y privado”, señala.
En el centro, Laura Rúgeles, creadora del Grupo de Investigación RAET, durante la socialización de los resultados del estudio en el Congreso de Innovagro.
Adicionalmente, el estudio demuestra que las cadenas productivas que más innovan son aquellas orientadas al mercado de las exportaciones, debido a las exigencias en calidad y precios competitivos de los mercados internacionales. Ello se ve puntualmente en sectores como la palma y las flores. También, se destaca el caso de la producción de carne de cerdo en donde el cumplimiento de la regulación ha jalonado importantes avances en innovaciones en proceso, producto y mercadotecnia. Por otra parte, los sub-sectores que menos innovan son aquellos que se concentran en atender la demanda local o nacional, que a su vez se caracterizan por fluctuaciones frecuentes en los precios de venta en sus productos, poniendo en riesgo la rentabilidad del negocio y la retribución a la posible inversión hecha en innovación, tal como es el caso de la producción de papa y tomates.
La innovación pasa por los territorios
Aunque definir la muestra para aplicar las encuestas fue un reto para los investigadores, en parte porque muchos sectores, como el de la papa, no contaban con bases de datos completas sobre los productores en el país, el diseño y la aplicación del instrumento, denominado Eniagro (Encuesta de Innovación Agropecuaria), se ha convertido en un derrotero para medir la innovación agrícola no solo en el país sino también en otros países de la región, a tal punto que el IICA (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura) lo ha incorporado en su repositorio de innovaciones institucionales como un aporte metodológico para el estudio de la innovación agropecuaria.
En segunda medida, el estudio permitió el desarrollo de un índice de innovación, una especie de 'ranking' para los productores y las empresas de las cadenas productivas, que permite saber lo que está sucediendo en términos de avance de la innovación, en aras de mejorar sus procesos, políticas, programas y estrategias.
Investigadores de RAET en Congreso de la Red Innovagro en Colombia.
Todo ello, en últimas, logró el desarrollo de un modelo econométrico que permite medir la influencia de variables propias de los territorios y de las empresas, entre ellas los agentes de innovación, la tradición y el tamaño de las empresas, así como el nivel educativo de los trabajadores y el flujo de ventas, como factores determinantes de la innovación.
Y es que, como lo afirma Guaitero, el foco de la innovación debe estar en el territorio: “si no se actúa sobre variables de orden territorial, es muy difícil que los sistemas de innovación sectorial funcionen adecuadamente. En ese sentido, hemos tratado de estudiar las redes y los actores que intervienen o deben intervenir en el proceso de innovación en los territorios, para que así, este último brinde el soporte necesario para que las empresas puedan innovar”.
Indicó además que, en muchas ocasiones, las empresas tienen muy buenas capacidades productivas, pero las limitaciones del territorio, entre ellas el conflicto armado, provocan que no sean competitivas: “los territorios tienen que pensar cómo van a ser en corto, mediano y largo plazo, cuál va a ser su base productiva, cómo van a producir y en qué van a ser competitivos. Eso requiere de un diálogo no solo de la academia hacia los territorios, sino desde la academia como eje articulador de diálogos entre los diferentes actores locales y nacionales”, razón por la cual se hace necesario construir agendas territoriales de desarrollo, de manera colaborativa entre los actores y la academia, principal propuesta del Grupo de Investigación RAET.
Bajo este enfoque, el Grupo ha venido avanzando en el análisis de sectores en territorios de algunas provincias de Cundinamarca, con la intención de replicarse a otras latitudes del país, entre ellas Arauca o Santander, en las siguientes fases de la investigación.
Consulte aquí el acontecer de la innovación agrícola, en el micrositio de RAET.